lunes, julio 02, 2007
Tarzan y los medios de comunicación
J. Kalvellido y Michel Balivo
(De la lucha a la creación revolucionaria)
En artículos anteriores he hecho reseñas de las fechas de los descubrimientos e inventos para dejar en claro que cien años atrás, Tarzán de los monos se las tenía que arreglar para comunicarse con gritos guturales mientras saltaba de árbol en árbol aferrado a las siempre oportunas lianas. Señales de humo y tambores eran en el mejor de los casos sus email e Internet.
En algún momento la especie humana comenzó a externalizar y plasmar en formas, en imágenes sus sensaciones y sentimientos. Así fue surgiendo la representación o escritura simbólica, luego vinieron las formas o signos abstractos.
Así por la vía de la escritura que plasmaba el conocimiento nos fuimos independizando de la transmisión generacional de experiencia boca a oído, el futuro posible fue adquiriendo prioridad sobre el pasado hasta que los largos cabellos blancos dejaron de ser la imagen de la sabiduría.
Hoy cada generación sabe más que la anterior y de ese modo hemos invertido la dirección natural o ingenua en que fluía nuestro modo de estar en el mundo. El conocimiento va sustituyendo a la impresión sensual inicial de los sentidos. El hombre mono era uno con su cuerpito, puro movimiento. No como hoy que somos observadores abstractos que cabalgan a lomos del tiempo.
Cada forma de comunicación incluyendo la escritura, se corresponde con las necesidades del momento que se vive, con el tipo de respuestas que el medioambiente va exigiendo. Cuando predomina el movimiento como respuesta, el pensamiento y su comunicación fluyen sobre los sentimientos, la intuición, que son estructurales con un lenguaje alegórico, analógico, femenino, mucho más apto para acompañar y dar dirección inmediata a tal movilidad.
Cuando la acumulación generacional de esa experiencia, cuando el conocimiento adquirido ya nos permite especializar y organizar funciones sociales complementarias, comienza a predominar el pensamiento abstracto, reflexivo, racional, masculino, programando las actividades colectivas.
Es así como llegamos a las gigantescas urbes con sus modernos medios de locomoción, transporte y comunicación, donde ya se externalizan en formas útiles también las estructuras internas de los sentidos, como en la TV y el cine por ejemplo, donde la visión y la audición, la imagen visual y auditiva encuentran su más práctica y poderosa aplicación.
Es importante comprender entonces que todos los medios, objetos, bienes que la tecnología nos hace hoy disponibles, son apéndices, extensiones resultantes de la externalización de nuestras sensaciones, sentimientos, pensamientos, miembros y sentidos en un largo proceso de adaptación a las exigencias de nuestro ecosistema, pero además de transformación del mismo para adaptarlo a nuestras necesidades.
Esos objetos, herramientas y bienes son de algún modo entonces humanizadores del mundo natural. Cumplen una función dinámica porque ya no nos realimentamos solamente de impulsos naturales y cíclicos como pueden ser las horas de luz y oscuridad que generan los movimientos de nuestro planeta en torno al sol.
Sino que en la vida en las ciudades por ejemplo los medios de comunicación más avanzados, crean para nosotros los paisajes cotidianos, reproduciendo esas sensaciones, sentimientos y pensamientos que le están inevitable e históricamente asociados como objetos externalizados de la conciencia colectiva que son.
Por ello cuando percibimos y tocamos, cuando hablamos del mundo, en muchos modos nos estamos percibiendo, tocando y conociendo a nosotros mismos. Dicho así todo esto parece muy abstracto y de pobre utilidad, de difícil aplicación práctica.
Sin embargo si observamos como se organizan y estratifican las sociedades en clases, como se planifican las apropiaciones y expropiaciones de los bienes naturales y servicios sociales de otras naciones y la función fundamental que los medios de comunicación cumplen en ello. Si reconocemos que el paso previo es condicionar la mente colectiva para que interprete, para que "vea" , sienta, organice y represente los acontecimientos del modo que los planificadores desean.
Si estamos atentos al desproporcionado revuelo mundial que la no renovación de un medio de comunicación para entregarlo al pueblo cual bien y servicio social en Venezuela ha provocado. Si caemos en cuenta de que un 30 o 40% de la población se deja conducir en dirección opuesta a sus propios intereses básicos.
Comienza a insinuarse que esos medios de comunicación son hoy herramienta esencial de toda violencia, discriminación, abuso, guerra o confrontación. ¿Para qué invadir países y confrontar opiniones públicas si podemos producir los paisajes mentales, recrear las culturas que alimentarán la conciencia colectiva en la dirección de los intereses que predominen?
Es mucho más simple adquirir, apropiarnos de los medios de comunicación y reprogramar día a día las culturas heredadas. Podemos tranquilamente rescribir la historia ahora con imágenes y sonidos mucho más directos y poderosos en su accionar sobre la conciencia colectiva, que las abstractas ideologías que tomarán muchas generaciones para ser internalizadas.
Mientras que las imágenes con sus significados y cargas dramáticas disparan inmediatas conductualizaciones frente a las circunstancias específicas que nos toca vivir y responder. Convengamos que simplemente hemos caído en cuenta de la función que las imágenes y su carga han cumplido desde siempre en la impresionable, sugestionable siquis humana.
Porque no otra cosa son los fanatismos, dogmatismos, las reacciones de las masas tanto para construir como para destruir. La diferencia es que hemos comenzado a reconocerlo y ganar la capacidad de reproducirlo tecnológica, intencional, premeditadamente. Con lo cual ya vamos dejando de necesitar la fuerza, más no la violencia para esclavizar o liberar al hombre.
Los últimos ocho años de intento de dar una dirección estratégica de democracia socialista participativa y protagónica en Venezuela, corroboran que los medios de comunicación se han convertido en la principal herramienta y arma de invasión de la intimidad, de la soberanía, poniendo además en evidencia el analfabetismo funcional o pensamiento desestructurado.
En mi opinión la mayor sorpresa de nuestros tiempos es entonces que no son el dinero ni las armas los que dan y sostienen el poder del hombre sobre el hombre, sino la influencia y dependencia sicológica, las imágenes, los mitos de consenso que estas generan. El manejo y realimentación de la mente a través de la inyección de información selectiva.
Por ello la guerra definitiva ha de jugarse en el campo de las comunicaciones, en el domino de la imagen, en el conocimiento y desarrollo de la conciencia. Vivimos tiempos en que la presión de la acumulación histórica tiende hacia una acelerada transición global, planetaria, de las ideologías a los hechos. De los sueños y mitos hacia su implementación y vivencia.
Por lo cual la imagen es fundamental como guía o dadora de dirección solidaria e integradora, o conflictiva, de enfrentamiento entre las diferencias de todo tipo que nuestra historia cultural y económica ha especializado. Cuando se trata de lo humano nada puede interpretarse sin evidenciar, explicitar su trasfondo intencional, sin comprender que cada mirada es una creación.
Cuando hablamos de la revolución cubana o bolivariana como foco irradiador de la revolución continental y planetaria, no podemos dejar de apreciar entonces el escenario estructural, histórico, humano, en respuesta o reacción al cual surge. No podemos dejar de tener todo este escenario presente cuando queremos interpretar la dirección y el sentido de las medidas que se anuncian.
Cuando escuchamos discursos, declaraciones altisonantes que se repiten como letanía en los medios de comunicación mundiales, no podemos olvidar el estado del planeta que es nuestro hogar y el grado en que lo afectan los sistemas de intereses predominantes.
No podemos dejar de ver que las tecnologías que habrían de realizar en el mundo las utopías soñadas, que habrían de externalizar también esos estados mentales, se han manipulado para llevar una tercera parte de su población, miles de millones de seres a condiciones de miseria infrahumanas, alterando el medio ambiente hasta el punto de agotamiento y colapso.
La acumulación de experiencia y conocimiento histórico presiona hoy fuertemente para que sueños e ideologías realicen su transición a hechos. Las imágenes que direccionen la mente colectiva serán las que posibiliten que esa transición sea una bendición, una realización, una verdadera apropiación de su historia por el ser humano.
Esas imágenes son resonancia y hechura de los estados anímicos que manifiestan en formas. Un estado mental de generosa solidaridad, organizará imágenes que nos guíen hacia la síntesis de todas las diferencias o asimetrías. Ese es el principio, la reconciliación con nuestra herencia, el pago de la ancestral deuda de violencia que tenemos con el pasado, con la memoria colectiva.
Pero una vez saldada esa deuda y equilibrada nuestra mente y cuerpo, ¿qué paisaje maravilloso no podremos concebir y traer a ser? A mi modo de ver ese es el futuro promisorio que ya resuena en nuestra sensibilidad y nos impulsa con entusiasmo. Aunque aún no podamos darle forma y verlo con claridad en medio de la desorientación que genera el desmoronamiento de las viejas y agotadas instituciones. A esa fuerza motora que nos impulsa más allá de lo conocido le llamo fe. Pensemos solamente en el cambio y recreación de paisajes que significa para Venezuela la visita que el Presidente Chávez inicia a Rusia, Irán y Bielorrusia, la interacción estratégica de estas relaciones económicas y culturales entre tradiciones y/o momentos históricos tan disímiles. ¿Quién puede augurar la resultante de este acercamiento y posible síntesis dentro del escenario mundial?
En el momento que la mente, la conciencia humana avanza sobre lo que hasta entonces creyó un mundo externo y limitante, reconociéndolo su propia organización de la materia prima entregada por los sentidos, es imprescindible asumir su función activa y comenzar a pensar estructuralmente. Pues la prioridad pasa de luchar contra circunstancias externas a recrearlas, reinterpretarlas.
Nuestras instituciones son hijas de pasadas esperanzas y utopías. Pero no son objetos externos sino hábitos y creencias grabadas con gran carga, generación tras generación en nuestra psiquis y cuerpo. Rebelarse contra una institución es entonces enfrentarse a los propios hábitos limitantes y al modelo o visión mental, al paradigma formativo colectivo dentro del cual se desarrollaron.
Si una religión, fe o creencia cualquiera te ha decepcionado y ahora buscas otra a la cual adherir, deberías comprender que todo ello hace parte de ti, lo mamaste, lo respiraste en tu más temprana infancia, junto con tus más tiernas emociones y lenguaje maternal. Eres por tanto un creyente resentido con tu temprana fe, un amante desengañado y avergonzado de su tierno ensueño de felicidad.
Sin embargo ellos te trajeron hasta aquí, fueron hasta hoy tus compañeros de camino, y si bien es cierto que has crecido y necesitas vestidos más holgados, no hay modo de que puedas deshacerte de los viejos y dejarlos en el camino. Pues son parte de ti, una empecinada parte que cual nostálgica sombra te seguirá donde quiera que vayas.
Es como decir que si bien es necesario que el pueblo se apropie de los medios de comunicación, si bien es necesario que disponga de las herramientas expresivas, no serán las instituciones ni las herramientas las que lo despierten de su sueño de esclavitud, las que lo hagan libre.
El verdadero ejercicio de conciencia es entonces el de caer en cuenta de lo que la experiencia de vivir ha configurado en tu mente y cuerpo, y que el único camino de liberación comienza por la reconciliación contigo mismo. No se trata de y es además inútil luchar contigo mismo sin importar los modos en que lo externalices en el escenario histórico que te toque en suerte vivir.
Más bien has de reconocer lo que vive en ti y ganar la capacidad de recrearlo en modos que resulten útiles a la vida, que superen la violencia acumulada dando lugar a la paz. Es desde este enfoque innovador y creativo que pueden resultarnos comprensibles y excitantes los escenarios revolucionarios que hoy soplan cual vientos de cambio en el continente.
Porque entonces podremos participar sin hipnotizarnos ni confundirnos con los estados de ánimo y las imágenes que externalizadas, cual contagioso virus circulan por los medios realimentando la mente colectiva. Reconocer y aprender el arte de la imagen cual creadora de paisajes y direccionadora de acción constructiva o destructiva, es dejar finalmente atrás toda la violencia de una economía sicológica dependiente tanto de su medio natural como de su historia social.
A mi modo de ver esta es la manifestación superior del sentimiento religioso en su prístina acepción. Re-ligare, volver a unir, reconciliar lo que te divide y genera violencia interna.
Recrearlo de modos que te den verdadera unidad, que superen toda contradicción, que te hagan finalmente libre de toda violencia, es decir pacífico, un bienaventurado portador de la paz.
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