Javier Flores
Desde la semana pasada circula en Internet una lista de preguntas que se atribuyen al ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) Sergio Salvador Aguirre Anguiano sobre el tema del aborto. Se trata de un escrito que lleva por título: Cuestionario de la pericial en materia de concepción y vida humana en el seno materno. Mi primera reacción al conocer el citado documento –consistente en un listado de 40 preguntas supuestamente de carácter científico-técnico–, fue de incredulidad y asombro por su bajísimo nivel, al grado de que me surgen dudas acerca de su autenticidad. Resulta increíble que ante un tema tan serio, que ocupa la atención de la sociedad mexicana y del mundo, se recurra de forma tan tendenciosa a nociones tomadas de viejos libros de texto que ya han sido ampliamente superadas por el conocimiento actual.
Hace un mes, el primero de agosto, el ministro Aguirre Anguiano decidió realizar una prueba pericial, designando para ello a cuatro especialistas: María Cristina Márquez Orozco, Alejandro Reyes Fuentes, Guillermo Soberón Andrade y Ricardo Tapia Ibargüengoytia. La fecha en la que los expertos deberían aceptar y tomar protesta se cambió unilateralmente, y dos de ellos, Reyes y Soberón, decidieron declinar. En su lugar fueron designados Fabio Salamanca Gómez y Rubén Lisker Yourkowitzky. Debo decir que todos ellos son científicos mexicanos honestos y del más alto nivel. Su función consiste en responder a un cuestionario con el título citado arriba, por lo que podemos suponer que es auténtico.
Con excepción de algunas preguntas de desperdicio, como la número 7, que dice: “¿Existen genes específicos de la especie humana en el cigoto?”, cuya respuesta es también irrelevante, pues todas las células del organismo tienen el mismo material genético de la especie, y no sólo las que resultan de la unión del óvulo y el espermatozoide (y no por ello son personas), el resto de las interrogantes pueden agruparse en tres apartados generales:
1. Las 12 semanas. Como si el cuestionario lo hubiera elaborado Provida, una primea obsesión es determinar por qué se fijó el límite en las 12 semanas de gestación. Las preguntas parecen haber sido tomadas de los textos más antiguos de embriología, por su construcción más que elemental, como: ¿Cuál es la diferencia entre un embrión de 12 semanas y uno de 13 o de 11? O supuestamente más incisivas, como: ¿Cuáles son las razones técnico-científicas para despenalizar el aborto a las 16 y 20 semanas en los países que han legalizado el aborto a esas edades?
Se trata de preguntas tramposas. El grado de desarrollo en la especie humana (y en la totalidad de los seres vivos) es muy variable, es lo que se conoce como individualidad biológica. Así, el desarrollo de los sistemas digestivo o nervioso, por ejemplo, presenta en cada embrión variaciones para un mismo tiempo y, en efecto, en algunos casos a las 12 semanas pueden presentarse algunos de los atributos de uno de 12.5 o a la inversa. Pero una de las fallas aquí, que puede descubrirse con gran facilidad en todo el documento, es que se toma en cuenta solamente al embrión y se ignora por completo a la mujer embarazada, la que para los redactores al parecer no existe.
Se sabe que la interrupción del embarazo implica mayores riesgos para las mujeres en función del tiempo de gestación. El aborto quirúrgico representa un grave peligro para la salud y la vida de la mujer cuando se realiza después del primer trimestre. En la actualidad, el aborto por medios quirúrgicos está prácticamente en desuso, especialmente en las naciones más desarrolladas, en las que se ha optado por los métodos farmacológicos. Tang y sus colaboradores de la Universidad de Edimburgo, en el Reino Unido, encuentran que si bien el recurso farmacológico es muy seguro, se presentan casos de aborto incompleto, retención de placenta y sangrado que en ocasiones requieren de procedimientos quirúrgicos en embarazos de entre 12 y 24 semanas (Contraception 64(1): 29-32, 2001). Nilas y su grupo, en el hospital Hvidovre de Dinamarca, han observado además tiempos prolongados de aborto en embarazos de 13 a 24 semanas (Acta Obstet Gynecol Scand 86(9): 1117-21, 2007). Lo anterior significa mayor riesgo para las mujeres. En países como Dinamarca o Suecia, en los que se ha legalizado el aborto en el segundo trimestre, se sabe perfectamente que el riesgo es mayor y, en todo caso, habría que preguntarles a ellos. En el Distrito Federal al fijarse la semana 12 como límite, se optó por una posición conservadora.
2. Autonomía del embrión. Un tema que permite agrupar otro conjunto de preguntas del cuestionario es el que se refiere a la autonomía del embrión. Aquí la idea de quienes las elaboraron está orientada a sustentar que, al manifestarse funciones propias en el conjunto de células embrionarias, el aborto implicaría sacrificar a un ser independiente. En este caso la ignorancia de los redactores del cuestionario es patente, pues todos los ejemplos a los que se recurre, sin excepción, se pueden encontrar en células o tejidos aislados. Por ejemplo: la respuesta a inductores del crecimiento, las funciones enzimáticas o la diferenciación entre lo propio y lo extraño, pueden observarse en células en aislamiento y no solamente en el embrión. De hecho una de las estrategias de la investigación biomédica es el estudio de prácticamente todas las funciones orgánicas en tejidos o células cultivadas en cajas de vidrio (in vitro –aunque en realidad ahora son de plástico). Células del hígado, del corazón o del cerebro que manifiestan actividad independiente, sea bioquímica, eléctrica o inmunológica, no pueden considerarse, en función de su autonomía, equivalentes a un ser humano.
3. ¿Son humanos los humanos? Finalmente, otro conjunto de preguntas busca averiguar si se califica como humanos a personas que presentan algunos trastornos o incapacidades. Por ejemplo, si alguien con incapacidad para alimentarse a sí mismo es humano, si quien no siente dolor lo es o, en el colmo de la sofisticación: “¿Un leproso tuberculoide avanzado con anestesia en miembro es humano?” Se trata de una línea de argumentación inversa a la anterior, es decir, si el embrión carece de autonomía, entonces los individuos ya nacidos (incluso adultos) con deficiencias que los hacen dependientes ¿acaso no serían humanos? Todo esto aderezado con supuestas interrogantes filosóficas sobre el desarrollo de la conciencia.
Si este cuestionario es real, quiero pensar que la estrategia de la SCJN en esta etapa consiste en confrontar los argumentos absurdos de los opositores a la despenalización con las respuestas de expertos. Pero es necesario tener claro que las preguntas son una fachada que pretende ocultar la verdadera ideología de estos grupos, es decir: “la defensa de la vida y la dignidad humanas desde la concepción”. Se disfrazan de razones técnicas y científicas argumentos que en realidad son de tipo religioso, a los que no conviene recurrir abiertamente por ahora en un Estado laico.
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