Hace unos pocos días asistí a la presentación de la película París, te amo. Un recuento anecdótico por una docena de directores en historias que giran alrededor de la llamada Ciudad Luz. La película hace a un lado el común exceso joligudense de impactantes escenas en una de las ciudades más cultas y bellas del planeta. Les petites histoires recogen un abanico de vivencias que retratan al amor, la hermandad, la estupidez y una variedad de otras características que en cada pequeña anecdota dan a este film, su cálido y finalmente satisfactorio sabor humano.
¿Cómo enaltecer cotidianamente la riqueza de la hermandad humana? ¿Cómo aportar a su grandeza, a su calidad de simiente para mejorar las parcelas que cada quien labra día a día? ¿No es en realidad el humanismo sin convenciones fatuas y obsoletas como las izquierdas y las derechas, lo que podría evitarnos la molestia de ofrecer un mendrugo en cada esquina de las urbes de nuestra patria? No es el humanismo acaso, el que nos hace reparar que la mayoría de nuestros hermanos y hermanas en este país no tienen ni siquiera los satisfactores esenciales y que una dádiva de esquina podrá aliviar nuestras conciencias sólo hasta la siguiente esquina.
Y vemos a un sistema económico manejado de tal manera que perpetúa la falta de riqueza en la hermandad humana, la hermandad que florece, hablando pues del país que alberga a París, con los ideales de su revolución; liberté, égalité et fraternité que no necesitan traducción.
Arq. Eduardo Bistráin
PD Redistribución permitida
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