lunes, enero 07, 2008

Sobre el fraude de las elecciones mexicanas

Guadalupe Reyes

El pasado 23 de noviembre se publicaba un artículo en Rebelión escrito por Diego Cevallos con un título claramente tendencioso, “Un fraude de película” 1 , y un contenido digno de comentario. Dicho artículo se refería a la película que el director Luis Mandoki ha realizado sobre el fraude que, según el 40% de los mexicanos, fue perpetrado en las pasadas elecciones de julio de 2006 en México y que lleva por título “Fraude México 2006”.

En el artículo, Cevallos despliega una serie de críticas sutiles y veladas acerca de determinados aspectos como la parcialidad del “film”o su pertinencia. El autor pretende dar un aire de objetividad al presentar “hechos desnudos” como las opiniones expresadas por otras personas. Sin embargo, la selección de sus fuentes denota un posicionamiento hostil hacia la película. Parece que a Cevallos le molesta la existencia misma de la película y nos preguntamos qué mueve a este señor, tan sensible para denunciar muchas otras injusticias que se cometen en México, a escribir un artículo que se suma a la campaña de difamación y ninguneamiento no sólo de la película sino del propio movimiento que sigue apoyando, críticamente, a Andrés Manuel López Obrador.

“ Fraude” es un documental necesario para entender qué sucedió en México antes, durante y después de las elecciones del 2 de julio de 2006. Es más, sirve como instrumento de denuncia del corrupto y fraudulento sistema político mexicano. Poder ver en acción la desfachatez de muchos de los que estuvieron implicados en tamaño falseamiento de la voluntad popular es otro de sus méritos gracias a que decenas de valientes ciudadanos filmaron en diversos puntos de la geografía mexicana las alteraciones que se realizaron en los votos de las casillas (urnas), así como en las actas de votación, o la negativa a abrir las casillas que presentaban flagrantes irregularidades, entre otras tropelías. La película “Fraude” proporciona imágenes inéditas de cómo se realizó el fraude electoral, cabe decir que no sólo ante la presencia “ciega” de las autoridades del Instituto Federal Electoral (IFE) sino que, en muchas poblaciones, ello fue posible, además, por la activa connivencia de aquéllas con los militantes panistas. Bien fuera por omisión o por acción, el IFE, que tenía que velar por la transparencia e imparcialidad de los comicios, fue un actor principal en el desaguisado electoral. El puzzle que conforma el fraude va encajando si sabemos que dicha institución estaba controlada por personas del PAN y del PRI.

Asimismo, la película muestra imágenes irrefutables de las irregularidades cometidas. Irregularidades como actas donde al PAN se le asignaban más votos de los que tenía, mientras que a la Coalición por el Bien de Todos encabezada por López Obrador se le restaban; casillas donde había más votos emitidos que los permitidos por la legislación electoral mexicana –en México, por su particular historia electoral, las papeletas están contadas, son dadas a los votantes por los responsables de la mesa electoral y sólo puede haber un máximo de 750 votos por casilla-; papeletas sin ningún tipo de doblez insertas en casillas cuyo sello había sido violado; quema de actas y votos encontrados en basureros; etc. Pero también nos muestra maneras más sutiles de evitar el voto de las clases desfavorecidas que eran, como todo el mundo sabe, el principal soporte electoral de López Obrador. Entre estas tácticas estaba impedir el voto a través de “desaparecer” a las personas. Esto es, la persona iba a votar pero no estaba en las listas, pese a tener su acreditación correspondiente y haber votado en las últimas elecciones en esa misma mesa electoral. Si tenemos en cuenta que el cuñado de Calderón fue denunciado días antes de las elecciones por controlar una base de datos donde había información del censo electoral que incluía la preferencia de voto de los ciudadanos, podemos ir añadiendo más piezas al puzzle. Cevallos, por su parte, alega que los observadores electorales internacionales desestimaron las denuncias de irregularidades. Pero ¿cómo iban a poder evaluar los observadores electorales estas acciones que nunca pudieron observar? Olvida Cevallos que muchas de las denuncias se hicieron “a posteriori”, cuando ya los observadores electorales volaban rumbo a sus países. La observación electoral como tal se ciñó a la mera votación pues ningún observador pudo presenciar recuento alguno y, mucho menos, las maniobras bajo manga que se realizaron en las semanas posteriores para adecuar los resultados a una victoria ya anunciada de Felipe Calderón.

No hace falta ser simpatizante de López Obrador para darse cuenta de que lo reflejado en la cinta es material suficiente para inferir que en México no hubo unas elecciones limpias, cuando menos. Hasta se pueden observar los testimonios de científicos demostrando matemáticamente las incoherencias del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), programa informático diseñado, supuestamente, para intentar disipar la suspicacia en torno a los resultados 2 . Suspicacia que ha acompañado a las elecciones mexicanas en los últimos ochenta años pues los gobiernos priístas no se caracterizaron por su respeto a las reglas electorales de la democracia burguesa. Para muestra, un botón: México ganó el premio al máximo exponente de cinismo cuando se produjo la “caída del sistema” de 1988, merced a la cual Salinas de Gortari pudo ganar unas elecciones que iba perdiendo frente a Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato de la izquierda. De esos polvos, vinieron estos lodos…

Por eso, cargar las tintas contra Mandoki y su cinta por ser un “panfleto” a medida de López Obrador o por no mostrar los argumentos contrarios al fraude es no ver el árbol por culpa de las ramas. Si bien se pueden hacer cuestionamientos a la película, como la excesiva presencia del candidato perredista, no es justo acusarla de parcialidad cuando muchos de los que son puestos en el punto de mira por ésta no accedieron a dar su versión de los hechos. Por su parte, Cevallos pone de manifiesto que “Fraude” está siendo exhibida en varias salas del país aunque sus productores denunciaron una censura previa. Pero Mandoki no mintió cuando denunció la censura existente. Ésta fue ejercida no sólo por una gran distribuidora de capital estadounidense que se negó a distribuirla, sino también por radiodifusoras y canales de televisión que silenciaron su existencia, a pesar de haber firmado contratos de promoción. A ello hay que añadir que, posteriormente, la película ha tenido que lidiar con diversas acciones de sutil boicot desplegadas en los mismos cines donde ha sido proyectada, tales como: omitir el título de la película en algunas carteleras a pie de calle, no proyectarla pese a estar programada, o no acompañarla de su correspondiente cartel en la sala donde se proyecta, entre otras.

Sin embargo, focalizar la atención en los asuntos anteriores es un debate estéril que resta relevancia a lo fundamental. Lo que aquí importa no es la película en sí sino la denuncia que ésta realiza. Y en la elusión de este aspecto crucial es donde radica el principal problema del artículo de Cevallos. Que alguien, después de ver semejante enumeración de aberraciones, se vea movido a escribir un artículo donde se critiquen veladamente aspectos formales de la cinta o cuestione la veracidad de las pruebas presentadas por ésta, en lugar de valorar su audacia, es de una miopía atroz. Máxime cuando “Fraude” pone en tela de juicio la falacia construida por el poder y avalada por los medios de comunicación mexicanos, a su vez secundados por la prensa internacional y los gobiernos “lacayos del imperio”, que diría alguno. Una denuncia más que necesaria si lo que pretendemos es desenmascarar, tanto en México como en el resto del mundo, la podredumbre del sistema capitalista y construir una sociedad verdaderamente alternativa donde la impunidad y la corrupción no campen a sus anchas.

1 Véase http://www.rebelion.org/noticia.php?id=59432
2 Puede consultarse, además, el artículo http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34294

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