ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
POR TODA LA GEOGRAFÍA del país surgen problemas que se suman a muchos otros para los que ni siquiera se proponen soluciones.
En las actividades primarias destaca el que ya podría considerarse añejo, del principal grupo minero del país en contra de sus trabajadores sindicalizados, así como el más reciente –pero no por ello menos advertido— de los productores del campo en contra del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Pero también en las ciudades hay creciente descontento. La revalorización de los catastros prediales en la Ciudad de México, como también en otros municipios del país, se ha agregado a la irritabilidad social que provocan los deficientes servicios de dotación de agua, energía eléctrica, drenaje, transporte, fluidez del tráfico vehicular, ¡y hasta una ley que discrimina a los fumadores!
Ha iniciado un movimiento huelguístico en diversas universidades públicas del país que, inevitablemente, desbordará a sus rectorías para salir a las calles y demandar presupuestos extraordinarios para la atención de las legítimas demandas de sus académicos y trabajadores.
La relativa paz que hemos vivido en México en los últimos años está en riesgo.
Y es relativa porque, salvo algunos conflictos en poblados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Jalisco, Colima por divisiones territoriales o por luchas entre bandos religiosos --que han incluido la expulsión de familias indígenas de sus casas--, o por las luchas entre capos del narcotráfico desde la frontera norte hasta la del sur, o por la realización o no de un aeropuerto en el D. F., o de puntos de venta alrededor de la basílica de Monterrey, todo ello al son de machetes, tenemos, repito, una paz relativa. Sin embargo, hay antecedentes categóricos, de un peligro latente de seria intranquilidad que amenaza con un estallido social de proporciones más serias todavía.
El conflicto postelectoral del 2006 aún alcanza para sazonar este 2008. Las posiciones encontradas se exacerban día a día. Los proyectos legislativos de reformas a la propiedad nacional de los hidrocarburos o, peor todavía, las que desde la Constitución amenazan a los derechos humanos de los ciudadanos so pretexto de mayor seguridad y dizque justicia, muestran palmariamente que la llamada representación de la soberanía popular –diputados y senadores— en realidad ya no representan los intereses de las mayorías.
El conflicto social, empero, está aún por agravarse con el inminente desempleo, mayor carestía e inflación, alzas a las tasas de interés y carteras vencidas que, para el común de los mortales, significan las crisis financieras o las caídas de los índices en las bolsas y lonjas de las capitales económicas mundiales.
Hierve el país.
Y ante ello, ¿qué hace los dirigentes políticos?
Bueno, pues justo a unas horas de la megamarcha campesina, el señor Calderón hacía lo que sabe. Acudía a una oficina del IFE a renovar su credencial de elector.
Los políticos, como Calderón, sólo piensan en elecciones…
FRANCISCO RODRÍGUEZ
POR TODA LA GEOGRAFÍA del país surgen problemas que se suman a muchos otros para los que ni siquiera se proponen soluciones.
En las actividades primarias destaca el que ya podría considerarse añejo, del principal grupo minero del país en contra de sus trabajadores sindicalizados, así como el más reciente –pero no por ello menos advertido— de los productores del campo en contra del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Pero también en las ciudades hay creciente descontento. La revalorización de los catastros prediales en la Ciudad de México, como también en otros municipios del país, se ha agregado a la irritabilidad social que provocan los deficientes servicios de dotación de agua, energía eléctrica, drenaje, transporte, fluidez del tráfico vehicular, ¡y hasta una ley que discrimina a los fumadores!
Ha iniciado un movimiento huelguístico en diversas universidades públicas del país que, inevitablemente, desbordará a sus rectorías para salir a las calles y demandar presupuestos extraordinarios para la atención de las legítimas demandas de sus académicos y trabajadores.
La relativa paz que hemos vivido en México en los últimos años está en riesgo.
Y es relativa porque, salvo algunos conflictos en poblados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Jalisco, Colima por divisiones territoriales o por luchas entre bandos religiosos --que han incluido la expulsión de familias indígenas de sus casas--, o por las luchas entre capos del narcotráfico desde la frontera norte hasta la del sur, o por la realización o no de un aeropuerto en el D. F., o de puntos de venta alrededor de la basílica de Monterrey, todo ello al son de machetes, tenemos, repito, una paz relativa. Sin embargo, hay antecedentes categóricos, de un peligro latente de seria intranquilidad que amenaza con un estallido social de proporciones más serias todavía.
El conflicto postelectoral del 2006 aún alcanza para sazonar este 2008. Las posiciones encontradas se exacerban día a día. Los proyectos legislativos de reformas a la propiedad nacional de los hidrocarburos o, peor todavía, las que desde la Constitución amenazan a los derechos humanos de los ciudadanos so pretexto de mayor seguridad y dizque justicia, muestran palmariamente que la llamada representación de la soberanía popular –diputados y senadores— en realidad ya no representan los intereses de las mayorías.
El conflicto social, empero, está aún por agravarse con el inminente desempleo, mayor carestía e inflación, alzas a las tasas de interés y carteras vencidas que, para el común de los mortales, significan las crisis financieras o las caídas de los índices en las bolsas y lonjas de las capitales económicas mundiales.
Hierve el país.
Y ante ello, ¿qué hace los dirigentes políticos?
Bueno, pues justo a unas horas de la megamarcha campesina, el señor Calderón hacía lo que sabe. Acudía a una oficina del IFE a renovar su credencial de elector.
Los políticos, como Calderón, sólo piensan en elecciones…
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