Kosovo: la caja de Pandora demográfica
Dimitri Medvedev, candidato a la presidencia de Rusia, examina un fusil Kalashnikov, el martes pasado, durante una visita a la fábrica de armas Izhmash, en Izhevsk, mil kilómetros al este de Moscú
Foto: Reuters
¿A pocos días de la elección presidencial en Rusia, la expansionista tripleta de Estados Unidos-Organización del Tratado del Atlántco Norte-Unión Europea (EU-OTAN-UE) humilla al zar geoenergético global Vlady Putin y pone contra la pared al probable próximo presidente Dimitri Medvedev?
En entrevista con Pepe Cárdenas, de Radio Fórmula, sobre la independencia unilateral de Kosovo advertíamos que la tripleta expansionista EU-OTAN-UE no solamente colocaba peligrosamente cara a cara a Rusia y a EU, dos superpotencias nucleares, sino, peor aún, había abierto la caja de Pandora demográfica que, incluso, se le podía revertir a sus autores y brujos aprendices: EU y Gran Bretaña.
A muchos cándidos –quienes desconocen tanto la historia de los Balcanes (donde se desencadenó la Primera Guerra Mundial y se escenificó buena parte de la Segunda), así como las grietas de su fractura tectónica geopolítica entre Rusia y la tripleta expansiva EU-OTAN-UE– les puede sonar descabellado que de nueva cuenta los Balcanes, en general, y Kosovo, en particular, vuelvan a ser el escenario de una guerra mundial, como aduce Jurgen Elsasser (Réseau Voltaire, 9/2/08). Quien esto escribe recuerda que en 2000, invitado por el Instituto de Política y Economía Internacional de Belgrado con posterioridad a los bombardeos que devastaron a Serbia, un geoestratega del Kremlin preguntaba muy atormentado, ante el asedio expansionista de la tripleta EU-OTAN-UE que literalmente había conquistado buena parte de los Balcanes, cuál sería la línea roja que trazaría Rusia, en ese entonces totalmente agazapada en la fase aciaga de Boris Yeltsin y antes de que apareciera la figura redentora de Vlady Putin.
Bajo el mandato del errático Yeltsin, Rusia buscaba desbrujulada su línea roja en los Balcanes para poder detener el embate de la tripleta expansionista de EU-OTAN-UE hacia el mar Negro, que tiene como triple fin: 1. estrangular a Rusia en su flanco occidental; 2. cerrarle el paso al mar Mediterráneo, y 3. conectarse al Transcáucaso, colindancia de los pletóricos yacimientos de hidrocarburos en el mar Caspio.
Bajo el mandato exitoso del zar geoenergético global Vlady Putin, ¿la línea roja de Rusia pasa por Kosovo?
Hasta ahora, después de casi ocho años de mandato regenerador que resucitó a Rusia de los cementerios neoliberales, el zar geoenergético global ha podido detener el embate expansionista de la tripleta EU-OTAN-UE, al menos en el frente terrestre, no así en el espacio, donde el régimen torturador bushiano pretende establecer unilateralmente su nueva hegemonía que ha inquietado tanto a Rusia como a China, quienes han iniciado una colaboración para abolir las “armas de destrucción masiva” en el espacio sideral.
Rusia y China acaban de protestar estruendosamente por la reciente destrucción misilística por el Pentágono de un satélite averiado, que inaugura oficiosamente la carrera armamentista en el espacio sideral.
En la etapa de Vlady Putin, la línea roja de Rusia en el espacio ha sido diáfana y pasa terrenalmente por Polonia y la República Checa, ingenuos candidatos a formar parte del escudo antimisilístico balístico del régimen torturador bushiano. Quizá la citada línea roja también atraviese Ucrania, en caso de que insista suicidarse con su incrustación en la OTAN, lo cual obligará a Moscú a dirigir parte de sus misiles nucleares contra su añeja colonia fraterna.
¿Cuál será el revire de la dupla Putin-Medvedev más allá de la primera semana de marzo?
Pareciera que la tripleta expansionista EU-OTAN-UE está dispuesta a proporcionar migajas a la agazapada minoría serbia cristiana ortodoxa de Kosovo, antes de que sea presa de la limpieza étnica, con el fin de atemperar la furia rusa mediante otra secesión, como deja entrever The Financial Times (20/2/08), en el norte de Mitrovica, arriba del río Ibar.
Para concretar su viabilidad económica, es probable que más adelante –conforme al diapasón del guión estadunidense que juega la “carta islámica” en Europa (al contrario del resto del planeta) para avanzar su agenda geopolítica– los islámicos sunitas albano-kosovares sean anexados a la “gran Serbia” con el fin de comunicarse con el mar Adriático y para mantener la espada de Damocles islámica sobre la cabeza europea (de mayoría cristiana) en caso de rebeldía trasatlántica.
En la citada invitación, quien esto escribe también rememora la angustia del delegado israelí, quien daba como ejemplo la aparatosa reconversión demográfica de la provincia autónoma de Kosovo, que a inicios del siglo XX contaba con casi 80 por ciento de cristianos ortodoxos serbios y el restante de una minoría de islámicos sunitas albano-kosovares. Un siglo más tarde, debido a la poligamia islámica sunnita frente a la monogamia cristiana ortodoxa, los albano-kosovares se han convertido en aplastante mayoría, con cerca de 95 por ciento frente a menos de 5 por ciento de cristianos ortodoxos serbios.
El vuelco es dramático y ha sido aprovechado por la tripleta expansionista de EU-OTAN-EU para socavar el poder de Rusia en las entrañas históricas de Kosovo cuando el poder demográfico es transformado en equivalente de fuerza democrática.
La angustia del delegado israelí no era injustificada cuando las proyecciones demográficas en Israel vaticinan que la presente minoría palestina se convertiría en mayoría en un futuro si las condiciones territoriales y coyunturales permaneciesen sin modificar. De allí la erección del muro ignominioso a lo largo de Cisjordania, que delata la paranoia demográfica de las poblaciones monogámicas frente a los poligámicos (Demografía de Israel 2000-2020, Arnon Sofer, Universidad de Haifa), mensaje que fue llevado a EU por Bibi Netanyahu, ex premier y fundamentalista hebreo del partido Likud, quien en su diatriba racista de entonaciones huntingtonianas ante sus correligionarios de EU calificó a los mexicanos migrantes como los “palestinos estadunidenses”, debido a su crecimiento exponencial frente a los protestantes blancos anglosajones (los WASP, por sus siglas en inglés).
No fue gratuito que luego de las desorbitadas ideas racistas de Bibi, el régimen torturador bushiano haya erigido otro muro ignominioso –casi 50 veces mayor que el muro de Berlín– por las mismas constructoras israelíes a lo largo de la transfrontera con México.
Más allá de importantes anotaciones sobre Kosovo (v. gr. la mafia de los cárteles controlados por la dupla anglosajona), se abrió una caja de Pandora demográfica que en caso de ser imitada puede desencadenar una serie de ominosas balcanizaciones globales que podrían desmembrar a muchos países –siempre y cuando sus provincias separatistas gocen del reconocimiento de una de las dos superpotencias nucleares– y que, incluso, se le pudiera revertir a sus autores como sería el caso cuando los mexicanos de EU reclamen en forma unilateral, primero, su autonomía y, luego, su independencia.
El régimen torturador bushiano juega con el fuego balcanizador y vulcanizador, y pareciera que en lugar de la ley internacional de la ONU, ha optado por el desorden internacional que puede hacer explotar a muchos países a lo largo y ancho del mundo y que, quizá, sirva para encubrir la desintegración del neoliberalismo global anglosajón, que vive su peor momento histórico.
En entrevista con Pepe Cárdenas, de Radio Fórmula, sobre la independencia unilateral de Kosovo advertíamos que la tripleta expansionista EU-OTAN-UE no solamente colocaba peligrosamente cara a cara a Rusia y a EU, dos superpotencias nucleares, sino, peor aún, había abierto la caja de Pandora demográfica que, incluso, se le podía revertir a sus autores y brujos aprendices: EU y Gran Bretaña.
A muchos cándidos –quienes desconocen tanto la historia de los Balcanes (donde se desencadenó la Primera Guerra Mundial y se escenificó buena parte de la Segunda), así como las grietas de su fractura tectónica geopolítica entre Rusia y la tripleta expansiva EU-OTAN-UE– les puede sonar descabellado que de nueva cuenta los Balcanes, en general, y Kosovo, en particular, vuelvan a ser el escenario de una guerra mundial, como aduce Jurgen Elsasser (Réseau Voltaire, 9/2/08). Quien esto escribe recuerda que en 2000, invitado por el Instituto de Política y Economía Internacional de Belgrado con posterioridad a los bombardeos que devastaron a Serbia, un geoestratega del Kremlin preguntaba muy atormentado, ante el asedio expansionista de la tripleta EU-OTAN-UE que literalmente había conquistado buena parte de los Balcanes, cuál sería la línea roja que trazaría Rusia, en ese entonces totalmente agazapada en la fase aciaga de Boris Yeltsin y antes de que apareciera la figura redentora de Vlady Putin.
Bajo el mandato del errático Yeltsin, Rusia buscaba desbrujulada su línea roja en los Balcanes para poder detener el embate de la tripleta expansionista de EU-OTAN-UE hacia el mar Negro, que tiene como triple fin: 1. estrangular a Rusia en su flanco occidental; 2. cerrarle el paso al mar Mediterráneo, y 3. conectarse al Transcáucaso, colindancia de los pletóricos yacimientos de hidrocarburos en el mar Caspio.
Bajo el mandato exitoso del zar geoenergético global Vlady Putin, ¿la línea roja de Rusia pasa por Kosovo?
Hasta ahora, después de casi ocho años de mandato regenerador que resucitó a Rusia de los cementerios neoliberales, el zar geoenergético global ha podido detener el embate expansionista de la tripleta EU-OTAN-UE, al menos en el frente terrestre, no así en el espacio, donde el régimen torturador bushiano pretende establecer unilateralmente su nueva hegemonía que ha inquietado tanto a Rusia como a China, quienes han iniciado una colaboración para abolir las “armas de destrucción masiva” en el espacio sideral.
Rusia y China acaban de protestar estruendosamente por la reciente destrucción misilística por el Pentágono de un satélite averiado, que inaugura oficiosamente la carrera armamentista en el espacio sideral.
En la etapa de Vlady Putin, la línea roja de Rusia en el espacio ha sido diáfana y pasa terrenalmente por Polonia y la República Checa, ingenuos candidatos a formar parte del escudo antimisilístico balístico del régimen torturador bushiano. Quizá la citada línea roja también atraviese Ucrania, en caso de que insista suicidarse con su incrustación en la OTAN, lo cual obligará a Moscú a dirigir parte de sus misiles nucleares contra su añeja colonia fraterna.
¿Cuál será el revire de la dupla Putin-Medvedev más allá de la primera semana de marzo?
Pareciera que la tripleta expansionista EU-OTAN-UE está dispuesta a proporcionar migajas a la agazapada minoría serbia cristiana ortodoxa de Kosovo, antes de que sea presa de la limpieza étnica, con el fin de atemperar la furia rusa mediante otra secesión, como deja entrever The Financial Times (20/2/08), en el norte de Mitrovica, arriba del río Ibar.
Para concretar su viabilidad económica, es probable que más adelante –conforme al diapasón del guión estadunidense que juega la “carta islámica” en Europa (al contrario del resto del planeta) para avanzar su agenda geopolítica– los islámicos sunitas albano-kosovares sean anexados a la “gran Serbia” con el fin de comunicarse con el mar Adriático y para mantener la espada de Damocles islámica sobre la cabeza europea (de mayoría cristiana) en caso de rebeldía trasatlántica.
En la citada invitación, quien esto escribe también rememora la angustia del delegado israelí, quien daba como ejemplo la aparatosa reconversión demográfica de la provincia autónoma de Kosovo, que a inicios del siglo XX contaba con casi 80 por ciento de cristianos ortodoxos serbios y el restante de una minoría de islámicos sunitas albano-kosovares. Un siglo más tarde, debido a la poligamia islámica sunnita frente a la monogamia cristiana ortodoxa, los albano-kosovares se han convertido en aplastante mayoría, con cerca de 95 por ciento frente a menos de 5 por ciento de cristianos ortodoxos serbios.
El vuelco es dramático y ha sido aprovechado por la tripleta expansionista de EU-OTAN-EU para socavar el poder de Rusia en las entrañas históricas de Kosovo cuando el poder demográfico es transformado en equivalente de fuerza democrática.
La angustia del delegado israelí no era injustificada cuando las proyecciones demográficas en Israel vaticinan que la presente minoría palestina se convertiría en mayoría en un futuro si las condiciones territoriales y coyunturales permaneciesen sin modificar. De allí la erección del muro ignominioso a lo largo de Cisjordania, que delata la paranoia demográfica de las poblaciones monogámicas frente a los poligámicos (Demografía de Israel 2000-2020, Arnon Sofer, Universidad de Haifa), mensaje que fue llevado a EU por Bibi Netanyahu, ex premier y fundamentalista hebreo del partido Likud, quien en su diatriba racista de entonaciones huntingtonianas ante sus correligionarios de EU calificó a los mexicanos migrantes como los “palestinos estadunidenses”, debido a su crecimiento exponencial frente a los protestantes blancos anglosajones (los WASP, por sus siglas en inglés).
No fue gratuito que luego de las desorbitadas ideas racistas de Bibi, el régimen torturador bushiano haya erigido otro muro ignominioso –casi 50 veces mayor que el muro de Berlín– por las mismas constructoras israelíes a lo largo de la transfrontera con México.
Más allá de importantes anotaciones sobre Kosovo (v. gr. la mafia de los cárteles controlados por la dupla anglosajona), se abrió una caja de Pandora demográfica que en caso de ser imitada puede desencadenar una serie de ominosas balcanizaciones globales que podrían desmembrar a muchos países –siempre y cuando sus provincias separatistas gocen del reconocimiento de una de las dos superpotencias nucleares– y que, incluso, se le pudiera revertir a sus autores como sería el caso cuando los mexicanos de EU reclamen en forma unilateral, primero, su autonomía y, luego, su independencia.
El régimen torturador bushiano juega con el fuego balcanizador y vulcanizador, y pareciera que en lugar de la ley internacional de la ONU, ha optado por el desorden internacional que puede hacer explotar a muchos países a lo largo y ancho del mundo y que, quizá, sirva para encubrir la desintegración del neoliberalismo global anglosajón, que vive su peor momento histórico.
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