SOLIDARIDAD UNIVERSAL
El presidente de Venezuela pidió, no hace mucho, una explicación a la Unión Europea acerca de la medida que se ha tomado contra los inmigrantes, a la que han denominado eufemísticamente con la pulcra expresión: “Directiva de retorno”.
Bueno, que no sólo explique la UE al presidente Chávez lo que significa la ley de expulsión de inmigrantes irregulares, sino que también nos de una explicación a los que pertenecemos a América Latina y África, principales lugares originarios de esos inmigrantes irregulares (que no ilegales, porque no son delincuentes por el hecho de buscar medios de vida con su trabajo). Que no nos vengan con que la susodicha ley es benéfica (¿para quién?).
Y que no se les olvide, europeos, que Europa es lo que es ahora gracias al ejercicio de su probada y re-probada vocación colonialista. Los países con mayor acceso hoy al bienestar económico, Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania, Bélgica, Italia, etcétera, y el descendiente de aquel imperio donde no se ponía el sol y su hermano peninsular que fue quien abrió las puertas de la esclavitud a gran escala, crecieron a la sombra de la explotación de sus colonias y del sometimiento de los pueblos, dueños originarios de los bienes que despertaron en los europeos el hambre insaciable, la ávida codicia, la cruel apetencia que satisficieron a costa del trabajo, la sangre y la muerte de millones de seres humanos.
¡Que den una explicación honesta, en desagravio, los civilizados europeos en vez de andar pensando en expulsiones racistas y en reconquistas!
Creo que cada vez es más necesario y urgente que asumamos que la solidaridad universal, es la única que puede salvar a la humanidad de la perversión neoliberal.
Pero ¿qué es esto de “solidaridad universal”? ¿Significa, entonces, que debemos ser solidarios aún con la Unión Europea, con Estados Unidos, con los antiguos colonialistas y con los modernos poseedores del poder económico, igualmente explotadores ayer como ahora?
No, la expresión “solidaridad universal” no tiene que ser remitida a países, a regiones Norte-Sur, a desarrollo-subdesarrollo, a primer-tercer mundo. En cualquier lugar, en cualquier rincón de nuestro maltratado planeta existe gente que sufre de pobreza, de hambre, de enfermedades, de abandono; gente que carece de vivienda digna, de acceso a la educación, de disfrute del siquiera mínimo esparcimiento; madres que ven morir a sus hijos sin poder alimentarlos; niños que no llegan a ver el día de su adolescencia; hombres y mujeres sin trabajo; jóvenes que por esto mismo se refugian (y mueren) de alcoholismo y drogadicción o que desposeídos de toda esperanza se dejan enajenar y se ven obligados, como soldados, a ir en calidad de carne de cañón contra sus propios pueblos; y aún más, gente que sí tiene trabajo, pero infamante, mal pagado, peligroso, como ejemplo, el de los mineros.
Hay dolor, hay miseria, hay desesperación y con la gente que la sufre, es con quien se debe ejercitar la solidaridad universal independientemente de su raza, de su religión, de sus tradiciones.
Habría que empezar por cambiar nuestra egoísta forma de ser que solamente tiene a flor de boca y en su íntimo pensamiento el “ay, qué mal me va”, por un pensamiento incluyente, en primer término de los problemas de nuestros vecinos próximos; de nuestros indígenas eternamente sobajados; de los campesinos que ven morir sus tierras arrebatadas por emporios residenciales y turísticos de cinco estrellas, propiedad de gente que no sabe ni siente ni le importa la entrañable y amorosa relación secular que existe y ha existido entre el hombre y la tierra, la generosa madre tierra.
Y cuando se nos estrangulen las vísceras por el despojo del que está siendo objeto nuestro país, México, que está a punto de perder su estatus de país soberano en manos de avaros gobernantes corruptos, financieros voraces, comerciantes sin escrúpulos, especuladores de toda laya, apátridas todos ellos, no dejemos de tener presente en nuestra vida diaria la tarea irrecusable de unir fuerzas con los pueblos hermanos de Latinoamérica, y de generar solidaridad con todos aquellos que en las diferentes latitudes del mundo son víctimas de la explotación antihumana.
Es hora de exigir respeto para América y para África, europeos. Pero, africanos y latinoamericanos: para ello es también indispensable que nos despojemos de la impronta colonialista que hemos dejado que nos apabulle en una resignación inicua y que nos impide tener respeto por nosotros mismos. .Este respeto por nuestro ser, por nuestra identidad está, por otro lado, en relación dialéctica con la solidaridad universal: uno y otra se retroalimentan y en verdad es la única y eficaz manera de salvar a la humanidad, de salvarla para todos.
¡Hagamos de la solidaridad universal la razón de ser de nuestras vidas!
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario