Gontzal Martínez de la Hidalga
Gara
Si bien es positivo que muchos de esos criminales sean juzgados y condenados, es un enorme ejercicio de hipocresía eximir a otros de sus responsabilidades.
Esta semana hemos conocido la noticia de la detención por parte del Gobierno serbio de Radovan Karadjic para ser entregado al Tribunal de La Haya. La captura de un genocida es siempre una buena noticia, pero no debemos llamarnos a engaño. Aún quedan otros muchos sueltos sobre los que no pesa ninguna orden de búsqueda y captura. Además de las atrocidades cometidas por orden de Karadjic, Mladic, Milosevic y otros dirigentes serbios, habría que mencionar también a siniestros personajes como el fallecido presidente croata Tudjman, fiel aliado de la Unión Europea, el entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton o los dirigentes de Naciones Unidas y de los cascos azules que permitieron diversas masacres como la de Srebrenica o bombardeos sobre población civil. Contra ellos no se dictarán órdenes de búsqueda y captura, como tampoco se juzgará como criminales de guerra a los que fueron nuestros aliados. Al contrario, a muchos de ellos incluso se les homenajea.
La Corte Internacional de Justicia, más conocida como Tribunal de la Haya, tiene entre otras funciones juzgar crímenes cometidos durante conflictos armados, en este caso durante las guerra en la ex Yugoslavia. Si bien es positivo que muchos de esos criminales sean juzgados y condenados, es un enorme ejercicio de hipocresía eximir a otros de sus responsabilidades. Por un lado se condena a ciertos dirigentes y por otro lado se exime a los Gobiernos serbio y croata de sus responsabilidades durante la guerra. Hace poco más de un año una sentencia de ese tribunal internacional eximió a Serbia del delito de genocidio y tampoco plantea a Croacia responsable de ello.
No es la primera vez que se instauran tribunales especiales para juzgar crímenes de guerra. Conocidos antecedentes son el Tribunal de Nürenberg o los Procesos de Tokio para que los vencedores de la Segunda Guerra Mundial juzgaran a los perdedores. Todos los que fueron condenados eran realmente responsables de crímenes contra la humanidad, pero muchos de los que dirigían los tribunales también lo fueron. Nadie fue juzgado y mucho menos condenado por los bombardeos sobre la población civil y las carnicerías de Dresden, donde las fuerzas aéreas norteamericana y británica causaron 40.000 muertos en tres días, Hiroshima (más de 200.000 muertos inicialmente) o Nagasaki (más de 100.000 muertos) entre otras.
Posteriormente, esos gobiernos que se llaman a sí mismos demócratas cometieron o ayudaron a cometer genocidios en Argelia, Indonesia, Vietnam, El Salvador, Irak, Palestina y en tantos sitios. ¿Quién ha sido llevado ante algún tribunal por semejantes tropelías? ¿Cuántos están cumpliendo condena por los millones de muertos en Vietnam? ¿por las masacres en Argelia a manos del ejército francés? ¿por los bombardeos de la población civil en Irak? Ningún dirigente israelí será juzgado por las matanzas indiscriminadas de palestinos. Las conocidas de Chabra y Chatila son sólo una pequeña muestra de ello.
Incluso hay países como los Estados Unidos de América que «prohíben la extradición de cualquier persona de los Estados Unidos a la Corte o que los agentes del Tribunal lleven a cabo investigaciones en los Estados Unidos y se autoriza al presidente a utilizar todos los medios necesarios y adecuados para lograr la liberación de cualquier personal estadounidense o aliado detenido o encarcelado, en nombre de, o a solicitud de la Corte Penal Internacional». («American Servicemembers' Protection Act»).
En medio de toda esta hipocresía no nos queda más que señalar y acusar a gobiernos y dirigentes de Unión Europea y Estados Unidos, así como a sus aliados de crímenes contra la humanidad. La lista por desgracia no es corta. Antes o después les haremos pagar por ello.
(*) Gontzal Martínez de la Hidalga fue coordinador médico del campo de refugiados de Kuplensko (Croacia) durante la guerra en la ex Yugoslavia.
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