Como bienvenida a Felipe Calderón en su segundo año de gobierno están los ecos de sus propias promesas, incumplidas, en materia económica y financiera. "Seré el presidente del empleo en México", había dicho cuando se encontraba en campaña. Y así como aquella, el resto de sus promesas de crecimiento económico y bienestar social no se han cumplido. Más aún, el país se le escapa de las manos: perdió competitividad y cada vez resulta menos atractivo para la inversión extranjera, entre otras razones, debido a la inseguridad ocasionada por el crimen organizado y a la crisis global. El 1 de diciembre de 2006, Felipe Calderón asumió la Presidencia de la República luego de tres meses de un período de transición e intenso acercamiento informativo entre su equipo de trabajo y el designado por el gobierno saliente.Pero, en realidad, el trabajo conjunto entre ambos equipos se inició desde el 11 de julio de ese año, cuando Calderón aún no recibía la constancia de su triunfo electoral, que sigue en duda entre millones de mexicanos.A 150 millones de pesos ascendió el fondo, proveniente de recursos públicos, destinado a los trabajos de transición. De éstos se derivarían las propuestas formales, acabadas, del nuevo gobierno, y que debían sintetizar los cinco meses de campaña política en que Calderón, presumiblemente, acopió toda suerte de información, conoció las entrañas del país, "descubrió" -como todos los candidatos en la historia del país, de cualquier partido- sus necesidades, sus apremios, sus fortalezas.Con todo ese bagaje informativo, con todo el conocimiento que creía tener del país, con todas las ganas que decía tener de cambiar las cosas, llegó al 1 de diciembre de 2006 y en su discurso de toma de posesión -en el Auditorio Nacional, pues en la Cámara de Diputados se le impidió- perfiló en el ámbito económico un país que, al cabo de sólo dos años, parece escapársele de las manos.Puso al empleo como la máxima prioridad de su gestión económica y social, pues -decía- la falta de trabajo es lo que divide a las familias y a las comunidades del país. Ratificó entonces el lema central de su campaña: "Me propuse y seré el presidente del empleo en México".Pero ya no era candidato. Habían terminado las horas y los días de hacer promesas. Presidente ya, informaba a la nación de su decisión de "remover los obstáculos que impiden a las empresas, y a la economía en su conjunto, crecer más y más rápido", pues es la única forma de generar "los empleos que necesitamos", sentenciaba.Vehemente, con voz firme, sintetizaba lo que durante largos meses le quitó el sueño a él y a su equipo: el plan, los cambios en la política económica, que había decidido para lograr su máxima aspiración de darle empleo a todos los mexicanos. No era poco.
Cuatro cambios fundamentales harían realidad el sueño:
1) La economía se orientará a la competitividad. Los trabajadores, los campesinos y las empresas mexicanas competirán en igualdad de condiciones con otros trabajadores, campesinos y empresas de los demás países. El primer paso, atraer las inversiones de fuera, para que se concreten aquí y aquí generen los empleos. "México tiene todo para ser una nación que reciba inversión y genere empleo para su gente".
2) México ya no dependerá de lo que exporte a otros países. Para estimular el crecimiento y el empleo, el mercado interno será el gran motor. Para lograrlo, se impulsarán el turismo y la infraestructura.
3) El gobierno se pondrá "en los zapatos del mecánico que tiene su taller, del ama de casa que tiene su cocina económica, del abuelo que tiene una tienda de abarrotes". Es decir -dijo Calderón-, "quiero facilitarle la vida a las micro, pequeñas y medianas empresas en México, porque son las que generan más empleo para los mexicanos".
4) La economía, dirigida por el nuevo gobierno, "propiciará bienes y servicios en calidad y precios competitivos para empresas y consumidores, lo cual sólo puede ser resultado de condiciones verdaderas de competencia justa y sin privilegios".Esos cuatro cambios en la política económica, aseguraba el presidente, "deberán producir resultados para la gente y, en particular, para mejorar el nivel de vida".
Contracción
Este lunes 1 de diciembre se cumplirán dos años de ese discurso inaugural del gobierno calderonista. Nada de lo dicho en éste se ha logrado. Bastaron 24 meses para dejar en claro que los buenos propósitos no son suficientes para enfrentar una realidad que se empeña en ser más compleja e inasible, sobre todo cuando se le quiere abordar sólo con buenos deseos y buena voluntad.Los resultados hablan de que, o no se hizo la tarea, o lo que se hizo fue minúsculo frente a la dimensión de los problemas, o el nuevo gobierno no tenía idea de dónde estaba parado. Porque, al día de hoy, ni la economía ni las empresas crecen; por el contrario, se retraen "más y más rápido".Tampoco se removieron los obstáculos que impiden el crecimiento económico:La economía es hoy menos competitiva y aleja la inversión extranjera. Los datos: De 134 economías analizadas por el Foro Económico Mundial, con sede en Suiza -y que cada año, en enero, reúne en Davos a lo más granado de la política, las finanzas y los negocios de todo el mundo-, México se ubicó en el lugar 60 en materia de competitividad; perdió ocho posiciones respecto del año anterior.En su Reporte de competitividad global 2008-2009 -publicado en octubre-, el foro revela las causas de la debilidad competitiva de México: fuerte presencia del crimen organizado; riesgo excesivo para hacer negocios por el crimen y la violencia; falta de profesionalismo y honestidad de los cuerpos policiacos; excesiva regulación gubernamental y deficiente estructura legal para hacer negocios.Por su parte, el informe Doing Business 2009 del Banco Mundial -publicado este mes- también da cuenta de que México pierde de manera consistente el atractivo internacional para hacer negocios. En el informe del año previo, el país ocupó el lugar 42; un año después cayó al sitio 56 de entre 181 economías. Perdió 14 posiciones.Las dificultades para abrir un negocio, las rigideces en la contratación de trabajadores y lo complicado que es el pago de los impuestos se encuentran entre las principales causas de que México pierda atractivo para la inversión.Y las consecuencias no se hicieron esperar. Por lo anterior, pero también como efecto de la desaceleración económica mundial, están disminuyendo los flujos internacionales de inversión al país: en los primeros nueve meses del año, la Inversión Extranjera Directa cayó 21% respecto del mismo lapso de 2007, informó el 20 de noviembre la Secretaría de Economía.De enero a septiembre se captaron 15 mil 560 millones de dólares, 4 mil 139 millones menos que el monto recibido de enero a septiembre de 2007, que fue de 19 mil 699 millones de dólares. Y eso significa también, a fin de cuentas, menos empleos.Por otra parte, también contra lo que Calderón se propuso, se sigue dependiendo de las exportaciones y el gobierno no muestra interés en hacer del mercado interno el gran motor de la economía.De hecho, México está dentro de los 15 principales países exportadores, pero su debilidad radica en que más de 85% de sus ventas externas van a un solo mercado: el de Estados Unidos. En un año, el comercio bilateral con ese país supera los 350 mil millones de dólares, más inclusive que el total de los ingresos del sector público en el mismo lapso.
Diversificación de mercados
Lo que México comercia con Estados Unidos en poco más de un mes es igual a lo que el país comercia en un año con todos los países de la Unión Europea.También, contra el dicho de Calderón, las micro, pequeñas y medianas empresas, las principales generadoras de empleos, siguen sin ser prioridad para las autoridades. Los millonarios recursos que se destinarían a ellas, han servido más bien para rescatar a grandes empresas con problemas a raíz de la crisis financiera.Por último, han quedado en el papel las "condiciones verdaderas de competencia justa y sin privilegios", que darían a empresas y consumidores bienes y servicios de calidad y precios competitivos. La prueba: nada ha podido, o querido, el gobierno para acabar con abusos, cotos y grandes privilegios en servicios bancarios, telefonía y televisión, por citar algunos ámbitos que reclaman mejor regulación y más competencia.Entonces, si las premisas fallaron, el corolario -la gran aspiración de Calderón- es una absoluta derrota: la generación masiva de empleos quedó en ilusión; cada vez se crean menos puestos de trabajo y son de menor calidad y peor pagados; los empleos existentes se reducen: las tasas de desocupación registradas en esta administración son las más altas de los últimos lustros. No hay día que no se registren despidos, cierre de empresas, hombres y mujeres a la calle.Los datos más recientes del Inegi no dejan lugar a dudas. El 13 de noviembre, el instituto informó que la tasa de desempleo en el tercer trimestre del año se ubicó en 4.2% de la Población Económicamente Activa, lo cual significa que en tres meses, de julio a septiembre, se sumaron a las filas del desempleo 316 mil 421 personas.El desempleo abierto, tan sólo en septiembre, fue de 4.25% -tasa no vista desde la peor crisis económica, a mediados de los años noventa, a excepción de agosto de 2004, cuando fue de 4.4%-, equivalente a 2 millones de personas sin trabajo alguno.Además, el número de subocupados -las personas que, para obtener un ingreso determinado, deben trabajar más tiempo, ya sea a través de una ocupación complementaria o un nuevo trabajo con mayor horario- ascendió a casi 3 millones de personas en el tercer trimestre.Pero si se considera la llamada Tasa de Ocupación Parcial y Desocupación -que da una idea más real de la situación del desempleo-, en el trimestre fue de 10%: quiere decir que en esa condición había 4 millones 500 mil personas, que estaban en desempleo abierto o que sólo habían trabajado menos de 15 horas a la fecha del levantamiento de la encuesta.El Inegi emplea también la Tasa de Condiciones Críticas de Ocupación (TCCO), que hace más visible el subempleo, pues refleja "el porcentaje de la población ocupada que se encuentra trabajando más de 35 horas a la semana por razones de mercado, más la que trabaja más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo, y la que labora más de 48 horas semanales y que gana hasta dos salarios mínimos al mes".Durante el tercer trimestre de 2008 se hallaba en esa condición 10.4% de la población ocupada, es decir, 4 millones 537 mil personas.Por otra parte, en este gobierno, cada vez más personas no tienen otra opción que emplearse en la informalidad. Cuando se inició la administración, la tasa de informalidad era de 26.6% de la población ocupada; en el primer trimestre del primer año de gobierno de Calderón, la tasa subió a 26.9%, y en el último trimestre de 2008, a 27.1%, lo que equivale a 11 millones 800 mil personas.Una semana después de que el Inegi dio a conocer esta información, difundió el dato de desempleo en octubre: 115 mil personas más quedaron sin trabajo.
Malos resultados
Y para 2009, que está a la vuelta de la esquina, las cosas estarán peor. Si la Presidencia de la República y la Secretaría de Hacienda insisten en no reconocerlo así, el Banco de México no tiene empacho en hablar con crudeza de lo que vendrá. Apenas el viernes pasado, al notificar que no hará cambio alguno en la tasa de interés de referencia -se mantiene en 8.25%, en el tipo interbancario a un día-, advirtió:"La fuerte recesión que ya se advierte en los países industrializados, y particularmente en Estados Unidos, está impactando negativamente sobre la actividad económica en México. Así lo sugieren los datos más recientes sobre exportaciones, consumo privado, empleo y masa salarial. Es claro que los riesgos de una menor actividad económica se han acrecentado, lo que se ha reflejado en revisiones a la baja en pronósticos de crecimiento de diversos analistas."Los malos datos de la economía a los que se refiere el Banco de México son recientes y todos oficiales. El Inegi reportó el martes pasado que las exportaciones petroleras cayeron 7.7% y las no petroleras 2.8%, y con ello propiciaron que, por primera vez desde enero de 2007, el valor total de exportaciones registrara un retroceso, que fue esta vez de 3.5%.El instituto dio a conocer que en ese mes la balanza comercial mostró un saldo deficitario de 2 mil 739 millones de dólares, con lo que acumula, entre enero y octubre, un saldo deficitario de 11 mil 119 millones de dólares, que es el déficit comercial más alto desde 1994.En particular, las ventas totales a Estados Unidos disminuyeron en octubre 7.2%, y de ellas las exportaciones automotrices fueron las que acusaron el mayor impacto por la baja demanda: cayeron 6.2%.Otro dato del Inegi, en concordancia con el pesimismo del Banco de México: El Producto Interno Bruto registró, en el tercer trimestre del año, un crecimiento de 1.6% en términos reales respecto de igual período de 2007.En términos absolutos, el aumento significó 142 mil 454 millones de pesos más, pues si entre julio y septiembre del año pasado el valor total de los bienes y servicios producidos en el país sumó 8 billones 820 mil 493 millones de pesos, un año después, en el mismo lapso, dicho valor ascendió a 8 billones 962 mil 947 millones de pesos.El avance de 1.6% del PIB reportado por el Inegi es el crecimiento más bajo que ha registrado la economía nacional en los 19 trimestres habidos desde 2004, cuando el instituto cambió el año base (2003) para medir el PIB a precios constantes.Salvo el gobierno de Felipe Calderón, todo mundo pronostica un empeoramiento de las cosas para el próximo año. La más reciente estimación de crecimiento económico para 2009 la hizo la Organización para el Crecimiento y el Desarrollo Económicos (OCDE), el club de los países más ricos, dirigido por el mexicano José Ángel Gurría: según ese organismo, la economía mexicana apenas crecerá 0.36%, por debajo del pesimista 0.5% del Banco de México, y muy lejos del alegre 1.8% de la Secretaría de Hacienda.Con esa proyección de crecimiento, de acuerdo con especialistas, apenas se crearán en el país entre 50 mil y 100 mil nuevos empleos. Nada frente a los 800 mil que cada año se demandan.Así concluye su segundo año de gobierno el presidente del empleo.
Calderón y el modo de perder un bienio
Apenas el viernes 28, exactamente un mes después de su aprobación en el Congreso, el Ejecutivo publicó la nueva legislación petrolera. La parsimonia presidencial, casi renuencia, mostró en los hechos la insatisfacción del gobierno ante una reforma que imaginó diferente y aprobada en un lapso muy breve, mediante un procedimiento veloz, aunque de dientes para afuera la festejara. El que transcurrieran cuatro semanas para concluir el proceso legislativo correspondiente contrastó con la celeridad mostrada por el propio presidente Calderón en el otro principal lance legislativo de su bienio, la ley del ISSSTE. Después de que la aprobó el Senado el miércoles 28 de marzo del año pasado, el Ejecutivo se dio prisa para hacerla aparecer en el Diario Oficial y hasta, rompiendo la costumbre, se lanzó para ese propósito una edición sabatina, el 31 de marzo.Esas diferentes actitudes parecerían señal de que en su primer bienio, el proyecto reformista de Calderón se saldó con un empate: un tanto a favor y otro en contra. Pero, si se atiende a las secuelas de la reforma pensionaria de los trabajadores del Estado, quizá no haya que anotarla en el haber presidencial, sino en su debe: nunca una nueva ley como ésta, suscitó una oposición judicialmente manifestada y por lo tanto medible. La reforma fue rechazada por sus destinatarios de dos maneras: la presentación de cientos de miles de demandas de amparo (aun sin resolver en última instancia), y la derrota en los hechos del proyecto privatizador de los fondos de retiro. Cuando la semana pasada concluyó el plazo para que la burocracia eligiera cómo se maneje el ahorro para sus pensiones, más del ochenta y cinco por ciento del personal público prefirió el sistema de reparto, de que se encarga el Pensionissste, y sólo el resto, poco menos de trescientas mil personas, escogió el sistema de cuentas individuales administrado por afores. Es presumible que el grueso de esa cifra esté compuesto por el personal panista de confianza con que el gobierno ha engrosado sus nóminas.Llegado al gobierno hace dos años, desde siempre Calderón ha necesitado el sostén priista para llevar adelante sus iniciativas. Objetado como ilegítimo por una porción relevante de la sociedad, hubiera sido de todas maneras un presidente en posición precaria, pues instalarse en la silla presidencial por un triunfo formalmente logrado con apenas medio punto de diferencia, y sin mayoría propia en las cámaras, no permite anchos márgenes de acción. Pero la incapacidad ejecutiva de Calderón ha acentuado las dificultades de su gobierno para emprender una tarea correspondiente a las exigencias de la realidad y las necesidades de sus gobernados. El que apenas en el primer año haya tenido que reemplazar a secretarios clave (los de Desarrollo Social, Economía y Gobernación) y, en paradoja, que no lo haya hecho en otros segmentos (el de Seguridad Pública específicamente), enseñó sus dificultades para integrar un equipo más allá de sus allegados de siempre, de cuya cercanía ha tenido que prescindir. La fragilidad política de Calderón lo condujo a centrar su acción de gobierno en una guerra contra la delincuencia organizada a la que se lanzó con fines mediáticos pero que generó efectos sociales adversos en la realidad. Calderón estaba urgido de legitimidad y calculó ganarla mostrándose activo y resuelto en el combate a la inseguridad, por lo menos ante las cámaras de televisión. Sin una estrategia que fijara metas y tiempos, sacó al Ejército de sus cuarteles para involucrarlo en operaciones conjuntas con las fuerzas policiacas federales, sin calibrar la calidad de sus efectivos. Ordenó fundir en los hechos a la policía investigadora y la preventiva, y puso el proceso de fusión en las manos de un funcionario objetado más de una vez desde dentro mismo del gobierno. Mutilar al Ministerio Público de su brazo investigador ha acrecentado los niveles de impunidad y entregado el mando policiaco pleno al secretario de Seguridad Pública, cuya discutible conducta ha sido avalada de palabra y de obra por un Presidente que se echó en manos de los generales y empeoró su situación cuando se convirtió en protector de alguien que en el menos grave de los casos es ineficaz.Haber concentrado su esfuerzo político en la lucha contra la inseguridad fue la clave para que Calderón perdiera el primer tercio de su gobierno. Aunque se ufana de logros y triunfos (hasta alardea de que su gobierno posee marcas mundiales en montos de droga decomisada, dinero asegurado y armamento en sendas operaciones), es imposible que el Presidente oculte la magnitud de su derrota en ese campo. En los dos años de su administración han sido ejecutadas más de ocho mil personas, las más de ellas en cruentas reyertas entre mafias. No faltan torpes morales que se alegran de esta suerte de limpieza étnica que liquida a delincuentes al por mayor. Pasan por alto que ese auge de la criminalidad indica un incremento de las capacidades de fuego, de organización y financiera de las bandas que cada vez con mayor arrogancia desafían al Estado y ponen en peligro a toda la sociedad.La peor cara de esta derrota consiste en que se evidenció la penetración delincuencial en las estructuras encargadas de perseguir a la criminalidad. No hay modo más desalentador de fijar el cumplimiento de dos años de gobierno que pensar en la larga lista de funcionarios policiacos y de procuración de justicia detenidos y llevados a proceso o mantenidos en arraigo. El que se haya tenido que prescindir de dos suprocuradores y que uno de ellos, aplaudido y premiado por su desempeño con una cómoda misión diplomático se convierta de pronto en sujeto de averiguación penal a cargo de sus antiguos subordinados; y que la jefatura de la PFP tenga el mal fario de que quien la ocupe sea asesinado o llevado ante la justicia, ilustra de manera dramática la indefensión en que se encuentra la sociedad, por la incompetencia o más grave aun por las complicidades gubernamentales..Si, como pretendió el PAN frente a Carlos Salinas, la ilegitimidad de origen que se le señaló fuera curable por un buen desempeño, el bienio perdido de Calderón no le permite gozar de ese beneficio legitimador. l
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