martes, mayo 05, 2009

La (nueva) normalidad

Julio Hernández López

El retorno de la normalidad es una apues- ta a la desmemoria. Todo pasó pretende ser traducido como nada sucedió. Archivo muerto para los expedientes críticos de los días previos a la declaratoria oficial del estado médico de excepción. Hoy son días de unidad nacional en torno a las causas preclaras del prócer que cambió el uniforme militar por la bata clínica, el superhéroe que del Elliot Ness, según Obama, ha pasado (por declaratoria de sí mismo) a un plano épico universal (esta- mos librando esta batalla por la humanidad entera, ha dicho el guerrero del caldero). Vuelta a lo mismo, que ya no será lo mismo: el gobierno federal pretende convertir la exageración intencional de una realidad sanitaria infectada en un triunfo de las instituciones y, sobre todo, de su comandante en jefe, el visionario y oportuno médico Felipe, que así da a su partido PANdémica bandera electoral (la de Juan Camilo no estiró más que unas semanas después del incidente aún oscuro).

De los tapabocas gubernamentalmente reconocidos como muy poco útiles a la guerra santa contra las corbatas convertidas en reservorios peligrosamente sumergibles en sopa por obra y gracia del ex diputado Córdova Villalobos (impulsado por Fox, durante cuyo virreinato fue presidente del instituto electoral de Guanajuato), que además de esos lineamientos preventivos ha llamado a que en los restaurantes no haya más de cuatro personas por cada 10 metros cuadrados y que en los cines haya dos butacas libres por cada una utilizada y una fila ocupada y otra libre (claro: aunque luego de esas idílicas escenas de altísima conciencia sanitaria los mismos entes espaciados se conviertan en muéganos humanos en el Metro y el transporte público en general).

Los riesgos reales de la influenza en mutación fueron tardíamente detectados por un gobierno que en múltiples ámbitos mantiene en el abandono el curso de los asuntos públicos, entregados los cargos oficiales a personajes sin preparación técnica ni política suficiente y con apetitos desbordados por la politiquería electoral y el amasamiento de fortunas personales. Y, cuando el crecimiento del riesgo detectado era imparable, vino la detonación de una estrategia de shock social. No es que fuera falsa la existencia del virus ni que fueran innecesarias determinadas atenciones y contenciones, pero el calderonismo utilizó las circunstancias en función de sus necesidades de legitimación y de sus cálculos electorales y políticos. La política del miedo para golpear las conciencias sociales y confinar a los ciudadanos al ámbito de la preservación de sus ámbitos inmediatos, la casa, la familia, el mundo volcado hacia dentro, cuidar lo individual para no ocuparse de lo social, angustiarse por el hoy y el mañana, pero ya no por el ayer.

Así es que hoy se pretende la página en blanco, la libreta recién comenzada (nada de El Chapo y Guanaceví o de las cuentas públicas foxistas no aprobadas).Veamos hacia adelante y no tengamos más registro de las insólitas operaciones navales conjuntas con Estados Unidos, de las propuestas felipistas en Trinidad y Tobago para crear un mercado continental energético, de la llegada como embajador de Estados Unidos de un experto en estados fallidos y sociedades en crisis. Olvidemos que Obama, Hillary y Napolitano vinieron a México en viajes aparentemente sin sentido que tuvieron como antecedente la creación de un ambiente adverso para México, tachado de Estado fallido y de peligro al nivel de Irak y Afganistán, a cuyas fronteras deberían enviarse tropas preventivas.

Ése era el México del pasado tan reciente, aquel que contrató deuda externa para enfrentar la crisis (ya viene el Fobaproa II), el que se enteraba de que el director de la Lotería Nacional usaba fondos públicos para promover mediáticamente a candidatos del PAN, el que veía cómo la Secretaría de Educación Pública era entregada al cártel Gordillo mediante una marioneta salida del opaco IFAI. Bueno, hasta germancito.com quedaría ya en el olvido, con sus pleitos dirigidos contra los aliados de tres colores luego acusados de proteger al narcotráfico.

El pánico inducido pretende borrar de la memoria ese batidillo de préstamos que comprometen grave y largamente a la patria, de entreguismo sin disfraz a Estados Unidos, de incapacidad para enfrentar adecuadamente la recesión global, del saqueo a las reservas del Banco de México para frenar la especulación con dólares, de la irritación social que alerta a los órganos de inteligencia sobre riesgos de estallidos (Cananea, el ejemplo más reciente).

Pero, sobre todo, la cortina sanitaria de humo permitió el avance de las tentaciones dictatoriales que mediante iniciativas de reformas legales están consolidando un Estado policiaco y militar. El jueves 16 de abril, mientras todo mundo veía a Obama, el PAN revivió sus iniciativas para intervenir comunicaciones privadas y permitir visitas domiciliarias que equivalen a cateos exprés. El mismo día de la declaratoria de riesgo sanitario apocalíptico, Calderón presentó al Senado cuatro iniciativas, una de ellas para que se le permita declarar la existencia de una afectación a la seguridad interior donde a su juicio haya problemas graves, entre ellos el de sublevación. El 25, ya sin nadie que atendiera esos detalles, emitió un decreto absolutamente contrario a las leyes vigentes con el que, por conducto de la Secretaría de Salud, podría aislar por el tiempo que resulte estrictamente necesario a personas presuntamente infectadas (lo mismo que se critica en China), ingresar a todo tipo de local o casa habitación para combatir la epidemia, comprar lo que sea, en el país o el extranjero, sin restricciones administrativas, y evitar congregaciones de personas en cualquier lugar de reunión.

Y, mientras Ebrard, que ha actuado en línea sanitaria con el calderonismo, llega a Los Pinos, y López Obrador sigue con el tapabocas puesto, ¡hasta mañana, en esta columna que ya no pudo escuchar el nocturnal Mensaje a la Nación!

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