jueves, julio 02, 2009

El sueño tenebroso de la derecha continental. Honduras: una lección para nunca olvidar.

Por Orlando Cruz Capote

un-policia-en-las-calles-de-tegucigalpa.jpgCuando advertíamos anteriormente en algunas conferencias y escritos que la derecha continental no se iba a mantener tranquila ante los últimos acontecimientos democrático-progresistas, sociales y políticos, acaecidos en América Latina y el Caribe, también expresamos que podrían intentar de imponernos la “paz de los cementerios” de la no tan remota época de las dictaduras militares y civiles. Contando, por supuesto, con los sectores más reaccionarios del sistema de gobierno de los Estados Unidos -léase la CIA y el Pentágono, pero también de otros servicios especiales y agencias de denominaciones variadas, incluyendo ONGs de dudosa titularidad y credibilidad. Y expresamos que los pueblos tenían que prepararse no solo para la lucha pacífica electoral sino para contrarrestar la violencia contrarrevolucionaria.

Las últimas horas vividas -con angustia, pero también con emoción- ante los sucesos en la hermana República de Honduras nos hacen repensar en aquellas palabras.

No dudamos en absoluto del triunfo popular y la restitución de Zelaya en la presidencia de su país, a más tardar este fin de semana -anunció su llegada el jueves (hoy) a territorio nacional, aunque ahora será el sábado- y acompañado de los secretarios generales de la Asamblea General de la ONU y de la OEA, respectivamente; la mandataria argentina Cristina Fernández y el presidente ecuatoriano Rafael Correa.

Los altos militares, la élite de la derecha oligárquica, lo más reaccionario del clero católico y el terrorismo mediático y silenciador de los servicios des-informativos de Honduras están completamente rodeados y perdidos por el rechazo unánime de América Latina, el Caribe y el mundo. Esa es una situación real de hoy jueves incuestionable.

Pero resulta interesante preguntarse si además del desespero -unida a la arrogancia y prepotencia típica- de los oligarcas y gorilas militares hondureños para dar un golpe antihistórico de esta naturaleza, no hubo algunas indicaciones y apoyo de otros poderes continentales conservadores. ¿Por qué se decide interrumpir un proceso reformista y una simple encuesta de posible participación popular de forma tan abrupta y sangrienta?

No es absurdo pensar que este golpe de estado militar -lo de civil es un eufemismo-, ubicado geográficamente en este momento en Honduras, sea un globo de ensayo para conocer la rápida y efectiva reacción de las fuerzas progresistas no solo en ese país sino a nivel de la América Nuestra.

¿Qué tipos de conciliábulos previos se realizaron, con que fuerzas internas y externas, y con cuales embajadas, además de la estadounidense? ¿Por qué la OEA deja un plazo de 72 horas, para negociar la entrada de Zelaya a su país, dando un margen de tiempo de dudosa trascendencia? ¿Por qué esas últimas declaraciones del vocero del Departamento de Estado de los EE.UU., de que se analiza ahora, la naturaleza del estado de crisis política en Honduras, o sea si ese es un golpe o no?

En las calles y los campos de Honduras se está matando, apresando y torturando al pueblo que se manifiesta contra el golpe antidemocrático; se está intimidando, golpeando y asesinando a los líderes y miembros de los movimientos sociales y políticos; se está maniatando a la prensa nacional y extranjera -salvo las emisoras de las grandes transnacionales, como la CNN en español-; se está imponiendo un régimen de terror, se está reclutando a jóvenes para que ingresen a la fuerza en el aparato represivo; se están nombrando ministros de facto, algunos de ellos conocidos torturadores; se están activando a las tenebrosas bandas paramilitares, etc.

¿Qué se espera con darle más tiempo al régimen ilegal? Solo este articulista tiene una respuesta: que se desgaste el movimiento popular, que se disperse y cesen las protestas y el desgobierno criminal y fascista de ese país se haga más fuerte en el plano interno.

El presidente Zelaya tiene que estar ya en su país. No hay tiempo que perder, porque se ha perdido mucha sangre y puede derramarse mucha más. Aunque los pueblos nunca se cansan de luchar, no se puede perder un minuto más. Ahora y no después es el momento de derrotar a los gorilas golpistas.

Julio 2 de 2009.


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