jueves, julio 02, 2009

Que el fraude electoral jamás se olvide

Gerardo Fernández Casanova
En defensa de la humanidad
El Caso Honduras

Pareciera increíble pero el mundo está cambiando. Lo que hoy sucede en el caso de Honduras sería una novela de ficción para un analista de dos o tres años atrás. Un presidente de derecha que, en el proceso de intentar gobernar, se convierte en una suerte de paladín de la izquierda; un golpe de estado propinado desde la más ortodoxa oligarquía es repudiado, de forma unánime y sin cortapisas, por la comunidad internacional, particularmente por la otrora inefable OEA; un chavista converso que, el mismo día de su derrocamiento y destierro, se reúne con los presidentes de los países miembros de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), al día siguiente con los del Grupo de Río y luego es recibido en la asamblea general de Naciones Unidas, es algo verdaderamente insólito. Bueno, ¡hasta Calderón, se sumó al repudio al golpe! Qué hubiese dado Hugo Chávez por contar con una mínima parte del respaldo otorgado a Manuel Zelaya, cuando recibió el golpe de estado del 2002, en que sólo contó con la simpatía de Cuba, mientras el resto se hacía de la vista gorda o, como los casos de México, España y Estados Unidos, que se anticiparon a reconocer a los golpistas. Habrá que ver cómo se desenvuelven los acontecimientos en los próximos días; no será sencillo hacer dar marcha atrás a esa oligarquía bananera, anclada en los esquemas de la guerra fría y claramente dispuesta a reprimir sin miramiento alguno. Se requerirá de un heroísmo superlativo en el pueblo hondureño para conjurar el golpe y para aprovechar la coyuntura emancipadora, cuentan con la solidaridad de pueblos y gobiernos latinoamericanos. Si no fuera por mi mermada juventud, ya estaría embarcándome junto con otros muchos para apoyar a los hermanos hondureños.
Vale la pena analizar y tratar de entender cómo es que se llegó a establecer esta sorprendente condición solidaria. Alguien comentó que son los signos de la era Obama y, en alguna medida, les asiste la razón; en la era Bush ya estaría desplegada la IV Flota para apuntalar al gobierno de los salvadores de la democracia made in USA y el tal Zelaya estaría debidamente demonizado. Pero es preciso anotar que este proceso se inició desde antes y que, incluso, el propio fenómeno Obama es producto de él. En realidad esto es producto de los movimientos populares de rechazo al mundo de la economía globalizada y neoliberal. Un referente claro es la explosión popular de rechazo a las medidas de choque impuestas por Carlos Andrés Pérez en Venezuela al final de los años ochenta, que se le conoce como el Caracazo por la cruenta represión que provocó, y que constituyó el preludio de la llegada de Chávez al poder por la vía electoral y, con él, de la Revolución Bolivariana que desató procesos similares en casi toda la América Latina, profundos en los casos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y El Salvador, pero importantes en el resto de los países, incluidos los que aún gobierna la derecha en México, Perú y Colombia. El arribo de Lula a la presidencia de Brasil significó otro gran triunfo de los movimientos populares, muy ligado al altermundismo.
Un elemento común en la mayoría de los países ha sido el afán emancipador, fortalecido como respuesta a los excesos del imperialismo bushiano, lo que facilitó el camino para avanzar en el viejo anhelo de la integración latinoamericana. El primer encuentro afirmativo se dio en la OEA, en ocasión de la elección de su secretario general, que rechazó al candidato de los gringos (aquel gris canciller mexicano, de apellido Derbez) e impuso al chileno Insulza en el cargo. Siguió con el entierro del proyecto yanqui del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) en la histórica reunión continental de Mar del Plata. Otro punto nodal del proceso fue el respaldo brindado al gobierno constitucional de Evo Morales en Bolivia, amenazado por la insurrección separatista de la oligarquía respaldada explícitamente por la embajada de los Estados Unidos. La incorporación de Cuba, pionero y permanente promotor de la emancipación, al Grupo de Río, junto con el trato igualitario ofrecido a Obama en la reunión de Trinidad y Tobago, son muestra del avance y significación del proceso integrador. En paralelo se consolidan esfuerzos asociativos en materia energética y financiera, como son Petrocaribe y el Banco del Sur; la Unión de Naciones del Sur y la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Todo ello en un ánimo de reencuentro entre naciones antes divididas por la perfidia imperial y en defensa de la humanidad.
Anoto aquí, por enésima vez, mi crítica al localismo del movimiento popular mexicano encabezado por AMLO. Otro hubiera sido el destino del fraude electoral si hubiese contado con la solidaridad latinoamericana, para entonces ya floreciente. La derecha atacó aplicando la figura del demonizado Hugo Chávez y, vergonzosamente, se optó por la negación y el aislamiento. Es hora de que Andrés Manuel vaya al Sur a enmendar el error y sumarse al movimiento latinoamericano. Para luego, es tarde.

Pocas veces alguien reproduce con tanto acierto lo que también piensa una servidora.

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