viernes, agosto 21, 2009

La herencia democrática de León Trotsky

Neoliberalismo y revuelta

19 de noviembre de 2005

Según uno de los dirigentes del SWP británico, Alex Callinicos, la política dominante (anterior al neoliberalismo económico) incorporaba alguna versión de la tesis de Maynard Keynes según la cual la estabilidad del capitalismo dependía de la intervención del estado para asegurar el pleno empleo.
Al parecer se tenía la idea de que el desempleo desembocaría en una situación inestable para los estados y para el capitalismo en general. En realidad a los grandes capitalistas les conviene la existencia de una cierta tasa de desempleo, lo que Marx llamaba el ejercito industrial de reserva y que sirve para presionar a los empleados y deprimir sus salarios. Sin embargo es cierto que grandes capas de parados, subempleados y precarios son un factor importante en revueltas urbanas que efectivamente hoy desestabilizan al capitalismo, aunque no lo destruyen, éste a sido el caso por ejemplo del argentinazo y en otra medida las revueltas de jóvenes marginados que hoy vemos surgir en Francia, Alemania y Bélgica las que todavía podrían crecer.
El neoliberalismo es la nueva política dominante que ha venido a reemplazar a la anterior que ponía al estado como garante de la estabilidad y esta labor tenía que cumplirse a través de políticas públicas que aseguraran el empleo, la salud, la educación, la seguridad, la cultura y el esparcimiento. Actualmente no se ha renunciado a la idea de la garantía de estabilidad por parte del estado, pero esta estabilidad ya no se asegura a través de la aplicación de correctas y sanas políticas públicas, sino a través de la violencia directa y la exclusión forzada con fines geopolíticos. Esto, desde luego, no es algo nuevo; en realidad hemos retrocedido, aceptando la guerra por la subsistencia como una realidad cotidiana y permanente.
Los espacios concretos de convivencia se ven grandemente afectados por esta nueva forma de ver las cosas; la ausencia del estado en responsabilidades sociales y culturales se complementa con la militarización de la vida. Las barriadas, las zonas industriales, los pueblos, los caminos, se llenan de súper vigilancia militarizada que sin ningún pudor y justificación se le pregona como guerra contra el crimen; se acordonan zona y se cortan pasos. El estado juega a favor de que las zonas ricas y las zonas pobres se vayan excluyendo mutuamente.
Por eso los gobernantes actuales de todos colores -con muy pocas excepciones- profetizan y prometen siempre que acabarán con la inseguridad mientras van construyendo grandes aparatos represivos. Porque efectivamente en el horizonte las revueltas están a la orden del día en cualquier parte. Pero como dice Joaquín Sabina que "en tiempos tan oscuros nacen falsos profetas", el neoliberalismo-neoconservadurismo predica la exclusión, la persecución y el prejuicio en un clima de guerra contra la inseguridad en voz de sus mejores caballeros. La justicia se vuelve muy genérica por ejemplo a la hora de aplicar razias, de cuidar carreteras, de limpiar la ciudad y muy selectiva a la hora de hacer chivos expiatorios para proteger los intereses de socios de dinero del crimen organizado o para limpiar colonias estorbosas de los planes de urbanización.
Así pues, cuanto más liberal en los negocios es el neoliberalismo, más conservador tiene que ser en el plano social, tal como corresponde a un sistema altamente represivo y excluyente que como nunca antes ha abierto una grieta tan grande entre adinerados y desposeídos que están en permanente refriega por el espacio, en una verdadera guerra de clases de baja intensidad.
Cualquiera de aquellos que en la década de los ochentas pronosticaron para el futuro una historia sin sobresaltos donde un capitalismo omnipotente impondría una rutina avasalladora, hoy se habrán de sorprender. El capitalismo puede ser todo, si ustedes quieren, menos un sistema estable. Tampoco se puede decir que este sistema del poder, el dinero y la guerra esté por terminar mañana pero la cosa no es si el capitalismo se está cayendo o no, la cosa es que el sistema es decadente y por eso hay que luchar para pasar de la época de las revueltas a la revolución del mundo.

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