Eduardo Paz Rada
Bolpress
A pesar de las fuertes e importantes acciones adoptadas y los duros discursos emitidos por las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, los países de la región en bloque o individualmente frente al Golpe de Estado en Honduras, la estrategia de Estados Unidos en América Latina está demostrando una alta efectividad, después de varios años en que parecía haber perdido capacidad de maniobra en decisiones políticas en el continente.
No solamente porque el propio Presidente hondureño, Manuel Zelaya, ha puesto en manos del gobierno de Barack Obama las determinaciones decisivas para la superación de la crisis, sino porque las acciones adoptadas regionalmente no han podido, hasta ahora, doblegar a la oligarquía hondureña y a los sectores "duros" de las Fuerzas Armadas. Se trata de una clara señal de que las luchas de liberación nacional de los pueblos no son, ni serán llanas y fáciles debido a que las estructuras de poder económico y político, nacional e internacionalmente, se están recomponiendo.
Llama poderosamente la atención la tibia posición adoptada por el gobierno del Brasil, que tiene como presidente a Lula Da Silva un ex - obrero del sector metalúrgico, que no ha asumido una definición clara siendo que representa a la potencia más importante de Sudamérica y con capacidad de determinar los procesos políticos y económicos regionales.
De esta manera parece demostrar que desarrolla una estrategia propia y diferente en relación a la Alternativa Bolivariana de las América (ALBA), que tiene en el presidente Hugo Chavez de Venezuela a su principal conductor, y busca generar sus propias fuentes de influencia y equilibrio con Estados Unidos. No parece tan casual, por lo tanto, que el presidente de Estados Unidos lo haya calificado "como su hombre" en la Cumbre de las Américas, realizada de Trinidad y Tobago.
En ese contexto, nuevamente es la potencia norteamericana la que se presenta con toda su energía y peso en el continente. La base militar que tiene en Honduras, convertida en su plataforma estratégica durante los años de la guerra civil centroamericana en los setenta y ochenta, no puede ser debilitada y, más aún, la ampliación de bases militares en Colombia, anunciada recientemente, apunta claramente a las intenciones de retomar la iniciativa política, militar y diplomática regional y mundialmente. La importancia de los recursos naturales estratégicos de la región, del Amazonas, del acuífero guaraní son parte de la geopolítica mundial del imperio.
En la actual coyuntura, sus aliados más fuertes son los gobiernos de México, Colombia y Perú y en menor medida los de Chile y Costa Rica.
Sus objetivos no son otros que los de desarticular los esfuerzos de integración que han comenzado a tejerse a través de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y sus mecanismos de coordinación económica, militar, política y diplomática, del MERCOSUR y del ALBA, la posición mas radical y antiimperialista compartida por los gobiernos de Caracas, La Paz, Quito y La Habana, principalmente.
Las elecciones parlamentarias de Argentina que han debilitado al gobierno de Cristina Fernandez de Kischner, la política de autonomías departamentales e indígenas del gobierno de Evo Morales y las próximas elecciones en Brasil y Chile van a ser el termómetro más claro de las tendencias que se abran y de los conflictos que se potencien en la próxima década. La "democracia" liberal y sus vaivenes estarán a prueba para advertir el rumbo político de Nuestra América.
Mientras el frente de la integración y la unidad latinoamericanas no acaba de consolidarse, la estrategia del imperialismo estadounidense ha comenzado a operar, con todos sus recursos e instrumentos, intentando marcar un nuevo siglo de dominación en América Latina. "Unidos o dominados" mantiene su vigencia. Apostamos por la liberación nacional, por la unidad y el socialismo latinoamericanos y por la Patria Grande.
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