Por Ricardo Andrade Jardí
Finalmente y gracias a la dignidad de cientos de voces críticas y comprometidas con la lucha social de muchos, muchos años, la híbrida dirigencia del PRD tuvo que asumir, en su Consejo Nacional, el mayoritario rechazo a la candidatura de Ana Rosa Payán. Pero este aviso de caída debería servir para abrir en el PRD nuevas rutas de trabajo que dejen en segundo plano el interés puramente curulero y retomen lo que alguna vez fuera el signo más importante del compromiso ideológico de la izquierda organizada: el trabajo social de base. Toda vez que ese organismo político quiere seguir jugando bajo las reglas de la "Democracia Corporation S.A." y participar de los procesos electorales previamente pactados por las oligarquías que controlan el destino del país y hacen como que hacen, en "eso que es la democracia", para realmente imponer bajo el supuesto de la elección popular a los caciques a modo sería importante para el PRD asumirse ya no como híbrido sino como "izquierda", (lo que está lejos de su realidad) o como partido de "centro izquierda" para organizar a la sociedad desde el contacto con la gente, con sus realidades y las opciones para que esas realidades cambien para bien, es decir, el PRD, después del tropezón de pretender apoyar la candidatura de la conservadora ex alcaldesa panista de Mérida, debe replantearse no seguir siendo el basurero de colocaciones de todos los impresentables sujetos que salen de otros partidos políticos en los que no logran satisfacer sus ambiciones y obsesiones por unos "instantes de poder".
El trabajo real que el PRD debería retomar es el de la construcción hacia la nueva República, el trabajo de calle que impulse los necesarios imaginarios de dignidad y lucha, que están lejos, muy lejos de la simulación electoral de la representatividad y muy cerca de la participación ciudadana que es la más autentica de las formas de la democracia moderna. Impulsar subjetividades de lucha, a partir de la organización de cientos de micropolíticas de resistencia, que detengan el avance represivo del fascismo prianista e impulsen nuevas y mejores estrategias de organización contra la represión y la opresión del actual régimen de simulaciones.
Esta es una oportunidad bienvenida, tal vez la última que el PRD tenga en el camino de la lucha pacífica por la refundación de una nueva República, donde por otro lado deberían estar puestas todas sus energías vitales y no en el absurdo desgaste de estar o seguir apoyando candidaturas que no sólo resultan ofensivas para la militancia de ese partido, sino indignas a los ojos de la sociedad en general.
Más vale ser la cuarta o la sexta fuerza electoral de México, lo que no significa absolutamente nada en un país donde los que mandan y deciden no son los electores sino los capitales privados, pero ser, sí, la primera en trabajo social, en principios y respeto ideológico, que tener diez, veinte, treinta, curules.
La dignidad política no debe ser cambiada por diputaciones y senadurías dentro de un régimen disfrazado de República, en el que lo que menos importa es la voluntad popular que supone la democracia como principio esencial.
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