Javier Flores
El Instituto Federal Electoral (IFE), que "tanto ha costado a los mexicanos", está muerto. El propósito de su creación fue garantizar elecciones limpias, es decir, el avance democrático del país. Esto no ha ocurrido. Por el contrario, ha sido el artífice del fraude que llevó al poder a un grupo que pretende acabar con México. Se trata de un organismo en descomposición. Putrefacto. Los consejeros no engañan a nadie. Son como los zombis: cadáveres que pretenden estar vivos. Como en las películas, avanzan torpemente con los brazos extendidos y gruñendo, amenazantes, interponiendo controversias constitucionales, mientras los niños pueden correr alrededor de ellos riendo y dándoles patadas en el trasero.
Pero México es el país de la simulación. El "debate" actual en torno del IFE muestra cómo nos engañamos. Nos cuesta mucho trabajo hablar con la verdad. Si este instituto todavía tiene "vida" artificial es porque se encuentra estrechamente ligado a la legitimidad de Felipe Calderón, de eso depende su actual y lamentable existencia. Algunos partidos políticos, como el PAN, se oponen a que se le toque. ¿Por qué? Porque aceptar las críticas a ese ente equivaldría a reconocer su papel en un proceso electoral fraudulento. De eso se han aprovechado los consejeros. Se trata de una lógica muy simple: el IFE es genial porque su producto en las elecciones del 2 de julio de 2006 también lo es. Eso es todo. Pero hay una pregunta: ¿y la democracia qué?
En el Congreso, la defensa del IFE encontró el eco de otro partido, el PRI, también en descomposición. Como todos sabemos, se concretó una alianza entre el PAN y el PRI para reconocer la legitimidad de las elecciones del 2 de julio. Durante las sesiones en las que se aprobó el presupuesto para 2007, que afectó gravemente a la educación, la ciencia y la cultura, las propuestas para reducir a fondo el presupuesto del IFE, no progresaron (aunque ahora los consejeros se quejen), pues esos dos partidos lo impidieron. ¿Por qué? Porque afectar a ese instituto equivaldría a poner en duda los resultados de su trabajo en las elecciones presidenciales. Esta es la realidad. No nos hagamos tontos.
Me sorprende que algunos de nuestros intelectuales sigan jugando a la defensa del IFE, como si hablaran ante un país de retrasados.
Ahora el PRI pide la renuncia de los consejeros del IFE. ¿Por qué? No para el avance de la democracia, sino muy probablemente para negociar los puestos vacantes y colocar a consejeros afines para que les ayuden a realizar las trampas, pero ahora a su favor. El Partido de la Revolución Democrática, ahí va, en la misma dirección, soñando que le tocarán algunos puestos. Consejeros que los traicionarán para volver a ser víctimas del fraude. ¿De verdad creen que el cambio de los consejeros favorecerá el avance democrático del país?... Qué ingenuidad.
Ha quedado demostrado que el IFE no es un órgano independiente. Lo que harán los partidos es una simulación de reforma que consiste en pelear por tener el mayor número de consejeros afines... para hacer trampa.
¿Qué nos impide pensar en que el IFE no sirve? ¿Qué puede pasar si ese instituto desapareciera? ¿Qué le pasaría a la democracia? Yo afirmo que nada, pues ni a democracia llegamos. Peor no podemos estar. ¿Sin el IFE nos vamos a ir a las dictaduras? Más bien, al parecer, con él vamos a llegar más pronto a ellas. En mi opinión este instituto ya no sirve para nada... Habría que pensar en otra cosa.
Pero por lo pronto, los consejeros del IFE dan conferencias, realizan encuestas sobre la educación, interponen controversias ante la Suprema Corte de Justicia y cobran mucho dinero, es decir, fingen estar vivos. Su fuerza, si se le puede llamar así, es que se sienten intocables, pues cualquier cosa que los afecte podría poner en duda la legitimidad de Felipe Calderón... Es muy simple.
Sin embargo, hay que reconocer que los consejeros del IFE han sido obligados a seguir trabajando. ¿En qué? Negando a la sociedad el derecho a tener acceso a las boletas electorales. La solicitud realizada por Proceso y otros medios de comunicación para acceder a los sufragios ha sido sistemáticamente negada.
Pero, por otro lado, hay intelectuales que hoy sostienen que Felipe Calderón estaba originalmente en favor del recuento de los votos, pero algo poco claro lo convenció de que no era conveniente. Curiosamente, estamos ante un resurgimiento de los intentos para validar el triunfo electoral del panista. No existe información sobre si los paquetes electorales han sido destruidos; al parecer esto no ha ocurrido. Pero lo que es obvio es que se ha ganado tiempo.
Surgen algunas preguntas: ¿dónde están los paquetes electorales? ¿Quién los custodia? ¿Quiénes han tenido o tienen acceso a ellos?
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