En 6 años, los barones movieron 21 mil mdd hacia América Latina y Estados Unidos.
En México, discursos, pactos y "compromisos".
Mientras unos inyectan recursos a la economía mexicana, otros simplemente invierten o depositan en terceros países lo que aquí obtienen, a pesar de su desgastado discurso sobre "nuestro compromiso con México y su futuro".
Creciente fue la salida de divisas en los últimos seis años para que un selecto grupo de empresarios ampliara su horizonte de negocios, especialmente en América Latina. En sentido inverso, la cada vez mayor comunidad de mexicanos en el extranjero (la mayoría de ella en Estados Unidos) incrementó su envío de dólares en 270 por ciento en igual lapso.
Cerca de 92 mil millones de dólares en remesas fueron inyectados a la economía mexicana durante el "cambio", a lo largo de cual alrededor de 3 millones de paisanos emigraron al norte, algo así como 7 por ciento de la población económicamente activa. En contraparte, un grupo de barones (Carlos Slim, la siempre pía familia Servitje, Lorenzo Zambrano y Eugenio Garza Lagüera y sus discípulos, entre otros) movieron, en igual periodo, más de 21 mil millones de dólares de sus gruesas fortunas para expandirse a lo largo y ancho de Latinoamérica y en algunas zonas de Estados Unidos.
La tendencia alcista que observó el país en materia de inversión extranjera directa parece haber llegado a su fin, y para 2007 se espera un monto, si bien no despreciable, de 15 a 20 por ciento menor que en 2006, de tal suerte que las remesas de la paisanada se mantienen como pilar fundamental de la balanza mexicana de pagos.
Días atrás, la Cepal informó que en el marco de un proceso de estancamiento de la inversión extranjera directa (IED) hacia México, empresas mexicanas canalizan crecientes recursos a adquirir compañías fuera del territorio nacional, una tendencia que se acentuará en los siguientes meses, y subrayó que los más de 21 mil millones de dólares "retirados" de la economía nacional crecerán holgadamente en 2007, una vez que se concrete una compra anunciada por Cemex por 14 mil 700 millones de dólares, de una firma cementera en Australia (La Jornada, Roberto González Amador).
En México, la historia empresarial reciente es plena en discursos, pactos y "compromisos" con la economía nacional, y la "inversión para el crecimiento, el desarrollo y el futuro del país", pero en los hechos los grandes capitales mexicanos buscan mayores ganancias y "facilidades" en terceras naciones, toda vez que aquí su dominio y garantía son absolutos.
En 2004 la salida de capitales por el concepto referido sumó 3 mil 490 millones de dólares, cuando en 2003 ascendió a mil 972.5 millones, y un año antes a sólo 122.5 millones. En 2005-2006 se acercó a 10 mil millones. La tendencia de invertir fuera de nuestra fronteras va al alza, y el propio Banco de México ha reconocido que el saldo de los activos en el exterior, propiedad de residentes de México, aumenta como resultado de la creciente adquisición de activos en el exterior, propiedad del sector privado (bancario y no bancario), así como de salidas asociadas a inversión directa en el exterior por parte de residentes mexicanos.
En sentido contrario, el monto de remesas pasó de 6 mil 280 millones de dólares al cierre de 2000, a 23 mil 53 millones al concluir 2006, un crecimiento cercano a 270 por ciento, lo que ha llevado a México a ocupar la segunda posición mundial en este renglón, sólo superado, marginalmente, por India, que en 2006 captó 23 mil 548 millones de dólares. En el primer trimestre de 2007, la paisanada envió 5 mil 360 millones en remesas.
Mientras unos sacan y otros inyectan, el Banco de México informó que en 2006 la cuenta corriente de la balanza de pagos del país mostró un saldo deficitario moderado, tanto medido en dólares como con relación al producto interno bruto: mil 771 millones de dólares, equivalente a 0.2 por ciento del PIB, mientras que en 2005 había alcanzado 4 mil 897 millones (0.6 por ciento del PIB). Este resultado fue influido a la baja por los incrementos que experimentaron el superávit de la balanza comercial petrolera y el ingreso de recursos al país por concepto de remesas familiares.
El déficit de la cuenta corriente en 2006 se originó de la combinación de déficit en las balanzas comercial, de servicios no factoriales y de servicios factoriales y de un superávit en la cuenta de transferencias. La cuenta de transferencias presentó un superávit de 23 mil 452 millones de dólares. El principal componente de esta cuenta es el de las remesas que los residentes en el exterior de origen mexicano envían a sus familiares en México.
El ritmo de crecimiento de las remesas se desaceleró de manera significativa a lo largo de 2006, al pasar de 27.5 y 19.7 por ciento en el primero y segundo trimestres, a 10.6 y 5.5 por ciento en el tercero y cuarto. Esta evolución se explica por diversos factores, entre los que destacan: la mejoría en la cobertura de las operaciones de remesas influyó al alza en tal estadística en los años previos, pero su efecto se ha ido atenuando gradualmente; los mayores problemas que han enfrentado los trabajadores mexicanos para emigrar hacia Estados Unidos, como resultado de una creciente vigilancia fronteriza en ese país, y las dificultades adicionales que han enfrentado en Estados Unidos los inmigrantes mexicanos indocumentados para encontrar trabajo, ante controles oficiales más estrictos en un contexto de desaceleración de la economía estadunidense.
El monto de remesas en 2006 superó tanto al saldo superavitario de la balanza comercial de productos petroleros como al flujo de inversión extranjera directa. Fue equivalente a 2.7 puntos porcentuales del PIB. En ese año se efectuaron 65.8 millones de envíos de remesas, con un valor promedio de 350 dólares por envío. Los principales receptores de tales recursos fueron Michoacán, Guanajuato, Jalisco, estado de México y Distrito Federal. Esas cinco entidades captaron el 43 por ciento del total de remesas captadas por el país.
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