Adán Espinosa, uno de los dirigentes visibles del movimiento atenquense
"Si en 2006 hubieran hallado una sola arma, la habrían exhibido como una bomba atómica"
BLANCHE PETRICH
Adán Espinosa, al oír la cantidad de años de pena de cárcel que recayeron sobre Ignacio del Valle, su amigo de la infancia, compañero de lucha de toda la vida y coacusado en la misma causa penal, queda inmóvil unos segundos. Luego, una mueca amarga. Repite despacio: "Sesenta y siete años. ¡Caray!, qué impotencia, qué desesperación, qué coraje".
Espinosa era, junto con Nacho del Valle, uno de los líderes más visibles en el movimiento de San Salvador Atenco, estado de México. El 3 de mayo del año pasado, cuando empezaba la gran represión, estuvo en medio de la refriega. "Caí dos veces, tratando de calmar a la gente. A la segunda, un chamaco pasó con su bicicleta. Me dijo: 'Don, ¿ya no puede caminar? Súbale, lo llevo'. Y me ayudó a escapar cruzando las parcelas."
En los días posteriores, mientras se conocían las consecuencias del operativo de las policías Federal Preventiva y Judicial del estado de México, con el rastro de una masiva violación a los derechos humanos, Espinosa, convaleciente en un hospital, supo que había órdenes de aprehensión en su contra. Y desde entonces vive oculto.
Pero este fin de semana ofreció a La Jornada una entrevista. "De todo lo que nos acusan, es mentira. Retener funcionarios para que cumplan su palabra no es un secuestro, no se le puede equiparar así. Es parte de nuestra lucha".
Un año a salto de mata ha hecho estragos en este hombre de 58 años que fue, en su juventud, maratonista, obrero especializado en electrónica, mayordomo del carnaval atenquense durante 30 años, ejidatario dueño de una nopalera de 10 mil plantas que, cuando arreció la lucha, estaban a punto para ser cosechadas.
"En mi mente y en la de Nacho, nuestra rebeldía siempre ha estado dentro del marco pacífico. Si el año pasado, que entraron a tantas casas en nuestro pueblo, hubieran encontrado una sola arma, la habrían exhibido como una bomba atómica. No hubo nada. Esa es la prueba más fehaciente de que hablamos con la razón y la verdad."
Expone su versión de los dos episodios que los jueces del estado de México han calificado de "secuestro equiparado" y que generaron la aplastante sentencia de 67 años y medio.
Un hecho ocurrió el 8 de febrero de 2006:
"Teníamos el compromiso de reunirnos con el secretario de Educación del estado. Era la tercera ocasión que el señor faltaba a la cita. Pero frente a la casa ejidal pasó, burlándose de nosotros, provocador, el secretario de Gobierno, Rosendo Rebolledo. Los manifestantes lo obligaron a subir a fuerza a las gradas del auditorio para que informara sobre la ausencia del otro. Entre tanto, la Procuraduría General de la República de Nezahualcóyotl se llevó preso a un compañero del ejido. El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra empezó a negociar su liberación mientras mantenía retenido a Rebolledo. Cuando lo liberaron, quisimos entregar al señor Rebolledo, pero las autoridades no fueron por él. Decidimos que por su seguridad pasara la noche con nosotros. Al día siguiente lo fuimos a dejar en las oficinas de Texcoco. ¿A eso llaman secuestro?"
El siguiente episodio de la causa penal fue del 6 de abril de 2006.
"Nos volvieron a dar fecha para la reunión con el secretario de Educación. Llegaron los compañeros a las oficinas de Texcoco y el funcionario otra vez no se presentó. Los compañeros que estaban adentro se molestaron. Yo, que estaba afuera, convoqué a una marcha. Pero la policía nos rodeó. Los secuestrados éramos nosotros. Los que estaban adentro dijeron: 'si no salimos nosotros tampoco ustedes'. Y volvieron a retener, por unas horas, a otros funcionarios. A eso le llaman el otro secuestro. Al final nos dispersamos. Pero ya desde ahí supimos que nos iban a tender una trampa."
Menos de un mes después vendría el golpe final.
-Por estos incidentes hay una sentencia de 67 años, que puede llegar a 120 años, como lo reclama la procuraduría de justicia mexiquense. ¿Usted qué piensa?
-Es sencillito: que es una mentira que se imparta justicia. Que no somos delincuentes. Por los medios masivos de comunicación le han hecho creer al pueblo que somos lo peor. Es el gobierno el que genera la violencia. Si no hubieran querido despojarnos de nuestras tierras, ni siquiera nos conocieran. Siempre hemos sido autosuficientes porque siempre fuimos olvidados. A lo largo de la historia, lo único que los poderosos han querido de nosotros es nuestra tierra.
Adán Espinosa siempre ha estado, según cuenta, "del lado perdedor". Siempre ligado a la defensa de la tierra, por generaciones. El y su gran amigo, Ignacio del Valle, de 52 años. "Somos primos ¿sabe? Su bisabuelo y su bisabuela eran hermanos. A mi abuelo le expropiaron parte de sus tierras cuando se hizo la carretera Los Reyes-Lechería. Se murió esperando su indemnización. El pago llegó 27 años después. Le pagaron a peso el metro cuadrado".
Cuando Adán fue comisariado ejidal, encontró en los documentos de la primera repartición de tierras en Atenco las firmas de su abuelo, Francisco Espinosa del Valle, y de Odilón del Valle, tío abuelo de Nacho.
Llega a la entrevista tenso, dispuesto a contar lo que lleva adentro. Desde la raíz.
"Nació mi abuelo en 1886, esclavo de la Hacienda Grande. El apellido Espinosa mi tatarabuelo lo compró a los españoles. Eramos muy jovencitos, Nacho y yo, cuando formamos un grupo que se llamaba Atenco Unido de San Salvador Atenco (AUSA). Organizábamos marchas para ayudar a la gente cuando tenía problemas con el gobierno. Nunca nos fuimos con ningún partido, aunque ellos siempre se aprovecharon de nosotros.
"En 1979 se hizo otro reparto, pero el gobierno no expidió títulos. En 1995 fui presidente del comisariado ejidal, y me di cuenta de que había muchos sin certificado. Gente del gobierno me decía que no tramitara la certificación, que les dejara las parcelas pero sin título. Yo no acepté. Soy una persona pacífica, pero no me gustan las injusticias. En asamblea solicité permiso para reconocer a los posesionarios como ejidatarios. Se acuerdó. En 1997 repartí 723 parcelas en una asamblea. Ahí es cuando empezó mi calvario. Y me mandaron matar. Pero por esa certificación, cuando vino el decreto de expropiación para el aeropuerto la gente se pudo defender.
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