Carlos Fernández-Vega
El secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, gastó casi un millón de pesos en un viaje a Brasil, en abril pasado Foto: Víctor Camacho
Grotesco además de inmoral que este señor gaste esa cantidad mientras en nuestra patria los indígenas se mueren de hambre y se haya confabulado con sus subordinados militares y con el pelele para ocultar el crimen de Zongolica. ¡Traidor!
Con el boato que ameritaba la ocasión, el inquilino de Los Pinos inició su estancia en la residencia oficial con la firma de un fatuo decreto de "austeridad" que reduciría 10 por ciento su salario, el de su gabinete y funcionarios que lo acompañan, y recortaría gastos de operación, representación, servicios personales, telefonía móvil, seguros de gastos médicos y muchos más.
Lo anterior, según el decreto (también firmado por el gabinete en pleno), para "ahorrar" 25 mil 500 millones de pesos, monto que "permitirá mantener, perfeccionar e intensificar los programas sociales que han sido eficaces en combatir la pobreza extrema, toda vez que el gasto social es el instrumento que permite a los mexicanos el acceso universal a los servicios de salud, a una educación pública de calidad y a una vida acorde con su dignidad".
Eso fue el pasado 3 de diciembre. Al día siguiente el decreto apareció publicado en el Diario Oficial de la Federación. Y hasta ahora más fanfarrias que resultados ha dado el mentado decreto, porque buena parte de la "continuidad", en particular, y la clase política, en general, se lo ha pasado por el arco del triunfo.
El artículo décimo sexto del multicitado documento establece: "los pasajes aéreos, marítimos y terrestres, así como los servicios de hospedaje, deberán adquirirse con agencias especializadas o prestadoras de servicios turísticos que garanticen los esquemas más económicos de contratación".
Exactamente en sentido contrario procedió, por ejemplo, el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván (abajo firmante del decreto de "austeridad"), quien en mayo agarró el mejor avión de la dependencia a su cargo y se fue a Brasil, junto con dos altos mandos militares, parta asistir a la "sexta Feria Internacional de Tecnología, Equipos y Servicios Relacionados con el Sector de la Defensa" (versión oficial). Resultado: viaje cómodo y placentero a un hermoso país, con un costo cercano a un millón de pesos (riguroso cargo al erario) sólo por concepto de transportación (combustible y servicios aeroportuarios, supuestamente, lo demás lo pagó el ministro brasilero de Defensa).
Pues bien, sólo en este viaje el secretario gastó el equivalente (tabulador oficial) a siete meses y unas horas de su sueldo neto (142 mil 628.83 pesos cada 30 días), aunque éste se mantendrá incólume, porque el tour brasiliero lo pagó el erario.
Allá por los días del decreto comentamos que mucho se ha debatido en torno al salario presidencial y el de sus funcionarios de primer nivel, los poderes Legislativo y Judicial, y los gobiernos estatales y municipales. Es una sangría real, una ofensa para la mayoría de los mexicanos, aunque algunos aseguren que "son ingresos justos". Si se revisa el presupuesto y simplemente se mide en dinero, lo más barato es el sueldo del inquilino de Los Pinos y sus funcionarios. En el caso del primero, representa menos de 0.01 por ciento del presupuesto de la Presidencia. El problema comienza cuando a ese salario se suma todo lo demás: séquito, propaganda, "imagen", comunicación social, (creciente) aparato de seguridad, transportación, "remodelaciones", "cabañitas", giras nacionales e internacionales, besos papales, vestimenta, familia, parientes, etcétera, etcétera, que elevan a grado sumo el costo que los contribuyentes deben pagar para que quien esté sentado en la primera silla de la nación se sienta a gusto.
Entonces, si sólo en sueldos el Presidente de la República y sus funcionarios se comen más de 250 mil millones de pesos anuales, ¿cuánto le representa a la nación todo lo demás? Y con 10 por ciento de descuento el problema, desde luego, no se soluciona.
En efecto, nada soluciona. Por estos días, una vez más y de forma por demás ostentosa, los ciudadanos asisten como convidados de piedra al vergonzoso espectáculo de la danza de los millones que protagoniza la clase política. Cierto es que no es ninguna novedad y que es el pan de cada día (decretos de "austeridad" han sido firmados por prácticamente todos los inquilinos de Los Pinos, con iguales resultados).
Valga un apretado resumen: aviadores (mil 400 en la Cámara de Diputados), millonarias remodelaciones (jacuzzi incluido) en los congresos federal y estatales, vehículos nuevos, comilonas por aquí y allá, "prima de riesgo" (Agustín Carstens), millonarios seguros médicos para los funcionarios, generosas "invitaciones" de la Secretaría de Hacienda para que 22 legisladores conocieran el bello París y de pasadita la intentona fiscal de la "continuidad", viaje de la familia presidencial para besar el anillo papal, aumento de 18 mil pesos mensuales a los diputados (108 millones adicionales por año), 67 millones de pesos que el gobernador panista de Jalisco, Emilio González Márquez, le "regaló" a Televisa, más lo que se quede en el tintero y lo que se acumule esta semana y el resto del sexenio, lo que se sumará al negro historial de nuestra rapaz cuan transparente clase gobernante, siempre blindada con decretos de "austeridad". Y faltan las corruptelas del sector privado.
Tal vez por lo anterior la Cámara de Diputados concluyó, con lujo de cinismo, que 2005 fue "el mejor año de Fox", tras documentar la existencia de un quebranto de fondos públicos por (sólo) 26 mil 342 millones de pesos en el penúltimo año del gobierno del "cambio", cuyo titular gustaba decir que "en este país no se puede repartir el dinero que no se tiene".
Las rebanadas del pastel
De allí la "necesidad" de privatizar Petróleos Mexicanos, porque el gobierno "carece de recursos"...
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