Jenaro Villamil
México, D.F., 29 de enero (apro).- A finales de la semana pasada, a pregunta expresa de los periodistas que acudieron a su conferencia de prensa, el senador panista Santiago Creel dijo que estaría dispuesto a debatir con Andrés Manuel López Obrador sobre la política energética y el futuro de Petróleos Mexicanos (Pemex).
El exsecretario de Gobernación de Vicente Fox y exprecandidato presidencial del PAN, se convirtió así en el único coordinador legislativo que respondía directamente al desafío lanzado por López Obrador para debatir los intentos de abrir Pemex a la inversión privada.
La osadía de Creel generó una ola de rumores y malas reacciones en el entorno calderonista.
Paradójicamente, el debate planteado por el político tabasqueño se convirtió en el primer “puente de plata” que el “presidente legítimo” le tendía al mandatario “ilegítimo” para reconocerlo de facto como un interlocutor.
No sólo eso, debatir con el presidente del Senado reventaba la posibilidad de una “huelga legislativa” de los diputados perredistas, eventualidad que por cierto se ventiló como un rumor y no como una propuesta firme.
Sin embargo, finalmente pesaron más las paranoias y los temores ocultos del equipo calderonista que ahora, desde Los Pinos, pretende controlar su partido y las Cámaras a la más vieja usanza priista. ¡Horror! ¿Cómo debatir con el “peligro para México”, con quien cotidianamente es promovido como la “bestia negra” de la política mexicana?
Una vez más cayeron en la verdadera trampa que hábilmente López Obrador tejió: al ‘sobrerreaccionar’ y cerrar cualquier posibilidad de diálogo, lo colocan como un interlocutor válido y confirman la suspicacia sobre los intentos reales de privatizar Pemex.
Creel fue presionado no sólo desde Los Pinos sino en su propio entorno. Un buen número de senadores, coordinados por él, afirmaron en corto que su coordinador había caído en “la trampa” de López Obrador.
El lunes pasado Creel reculó definitivamente con un argumento más que pueril. Descartó debatir con López Obrador porque no pretendía “abrir una puerta mediática”.
“No le abriré espacios mediáticos a nadie que pudiera interferir con procesos internos de otros partidos”, alegó el exsecretario de Gobernación, viejo conocido de López Obrador, con quien contendió por la jefatura de gobierno capitalina en el 2000 y la que casi le gana como resultado del “efecto Fox”.
Creel se enredó en su propio argumento para rechazar el debate. ¿Acaso él o cualquier otro político son guardianes de los “espacios mediáticos” para negarle a cualquiera, del signo que fuera, la posibilidad de debatir?
Pronto se dio cuenta de su error Santiago Creel, y el martes 29 dio una nueva explicación. Negó que le hubiera escurrido al bulto y volvió a abrir la posibilidad de debatir con López Obrador, siempre y cuando éste se espere y se atenga a “las formas del Congreso”.
“Ahí estaré yo esperándolo a debatir, pero con el objetivo de que salga una reforma que permita fortalecer Petróleos Mexicanos y el patrimonio nacional”, afirmó Creel.
En el enredo declarativo está la clave de la reforma energética. Se sabe que un sector muy amplio de la población se movilizará para defender a Pemex –no a sus líderes sindicales corruptos ni a sus directivos que la han convertido en banco de inversión electoral— y a ello se suma el hecho de que esta reforma no se puede concretar sin una deliberación nacional.
Esa es la deliberación nacional que no se puede negar ni cancelar. Al principio lo entendió muy bien Santiago Creel. Ahora, el calderonismo se enreda en su propia paranoia.
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