martes, febrero 26, 2008

La inseguridad como construcción mediática
En la Inglaterra de 1888, funcionarios políticos, judiciales y de policía junto con periodistas no atribuían trascendencia alguna a la actividad profesional que podía aportar la ciencia forense para el esclarecimiento de hechos delictivos.
Fue así que los crímenes del conocido “Jack” causaron desconcierto en los investigadores y, por supuesto, en la población. El Times de Londres afirmaba en aquel momento que una huella dactilar era una pista inútil.
Las fuerzas del orden buscaban atrapar "in fraganti" a quienes violaban la ley. Cuando no lo podían hacer se guiaban por rumores, chismes y señalaban entonces a extranjeros, pobres, homosexuales y discapacitados. Literalmente el método que usaban era el siguiente: “miraban la cara del sospechoso para inferir la que más se aproximaba a lo que consideraban como el estereotipo de un delincuente”.
En los últimos tiempos, la seguridad se ha tornado un problema que ocupa la agenda de los gobiernos y el sector privado en todo el mundo. Sin embargo, esa situación no impidió que grandes corporaciones empresariales apoyen guerras y proyecten inversiones para explotar recursos naturales en países del África o de oriente medio donde la situación de conflictividad podría hacer peligrar sus ganancias.
Los sectores aduladores del mercado globalizado, ¿utilizan el concepto de “inseguridad” para imponer sus esquemas a través del miedo?.
A partir de 1990, la Argentina soporta una fuerte irrupción de esa temática. Discursos políticos, dirigentes sociales, científicos, académicos, y medios de comunicación enfrentan opiniones al respecto.
Sucedió que en esa década el delito creció en datos concretos. La Dirección Nacional de Estadística y Reincidencia Criminal indicó a modo de ejemplo que en el año 1991 se produjeron 489.290 hechos y en 1997 ocurrieron 816.340 en todo el país.
Reforma del Estado, achicamiento del gasto público, privatizaciones y despidos laborales fueron los comunes denominadores de las políticas oficiales. Al mismo tiempo, los medios periodísticos iniciaron una serie de relatos policiales poniendo de moda el “sensacionalismo” como ética de trabajo. El canal televisivo por cable con más rating se convirtió en un vocero de acontecimientos que generaban algunas comisarías porteñas y bonaerenses.
Junto con la desprotección social creció el concepto de “sensación de inseguridad” que generó desconfianza en el vecino, temor en la calle y lugares comunes vacíos. La investigadora Alcira Daroqui afirmó que esa coyuntura “se instaló como cuestión social, es decir, como problema acerca del cual hay consenso que se debe hacer algo. La seguridad que se instaló en agenda es la “seguridad ciudadana” recortada a la prevención y represión del delito; es decir que del amplio espectro de las demandas de aquello que pedía la gente, se eligió escuchar las demandas de seguridad ante la violencia y el delito”.
Lo que generan los medios
El sociólogo Juan Pegoraro encabeza la cátedra “Delito y Sociedad” en la Universidad de Buenos Aires. Desde hace un tiempo realiza una interesante encuesta con los alumnos para sondear acerca del “imaginario delictivo” que tienen los estudiantes de su curso. El material es publicada en la página de internet:
http://www.catedras.fsoc.uba.ar/pegoraro/. El trabajo más actualizado que allí consta data de 2004 pero tenemos información de que se lleva a cabo todos los años y que las conclusiones que dejó el elaborado en 2007 es similar a la de períodos anteriores.
Cuando hace tres años atrás Pegoraro y sus colaboradores preguntaban a los estudiantes universitarios qué delitos consideran necesario castigar con pena de prisión, ellos contestaban en este orden: robo de automóviles, trafico de drogas, sustracción de obras de arte, aborto, robo con violencia en la calle, enriquecimiento ilícito, adulteración de sustancias alimenticias.
La investigación es profunda y sólo tomamos en esta ocasión una pregunta. Los sociólogos llegan a la conclusión que “podríamos decir que los elementos que construyen el imaginario delictivo de este curso –y en general en los cursos anteriores- guardan relación con el sentido común hegemónico acerca del delito. Y más aún, con las imágenes del delito, víctima y victimario que aparecen en los medios de comunicación”.
Los académicos de la cátedra Delitos y Sociedad argumentan que las respuestas siempre se posicionan en la comprensión de la víctima como un par con quien se identifican excluyendo de esa manera al distinto que coincide con las siguientes formas: joven, de clase popular, desempleado o empleo precario y de bajo nivel educativo.

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