Dr. Eugenio R. Balari
Contra la impunidad, el crimen, la corrupción y el narcotráfico
Ninguna sociedad digna y que se respete, (no puede existir duda que la mexicana lo es), puede tolerar de forma pasiva que factores delictivos y de descomposición social la erosionen éticamente, la desmoralicen, la hagan inconmensurablemente insegura y la logren desestabilizar.
Algo de esto, lamentablemente, está ocurriendo en México.
La impunidad, el crimen, la corrupción y el narcotráfico son lacras que la ciudadanía no puede asimilar, menos permitir y las debe rechazar y combatir con la mayor energía posible pero organizadamente.
Se requiere, como se señala en el editorial de POR ESTO!, “una transformación integral del sistema social”.
Me resulta un tanto demagógico que “las autoridades principales” descubran a estas alturas que la seguridad sólo se logrará con la participación ciudadana.
No creo que el momento es para hacer discursos y canalizar a favor de la vulnerabilidad, la indignación de la crítica ciudadana.
La ciudadanía tuvo que salir a la calle masivamente para que se comprenda la extrema gravedad de lo que viene ocurriendo en México; mientras más se expanda o extreme la inseguridad y la delincuencia actúe con mayor impunidad e irrespeto hacia las leyes y la ciudadanía, de esa misma manera el pueblo organizado tendrá que brindar su respuesta viril y contundente para poner fin, definitivamente, a tanta desfachatez e irrespeto hacia la sociedad.
Con independencia de las causas que han originado estos fenómenos (que se conocen y existe consciencia sobre ellas), los problemas que actualmente aquejan dramáticamente a la sociedad mexicana es evidente que se han ido fuera de control de las autoridades gubernamentales.
De hecho ya lo reconocen.
Sin embargo se ha desarrollado una especie de guerra fratricida bastante confusa, en que no siempre queda claro para el ciudadano común quiénes son los contendientes y porqué, ni se puede precisar de manera diáfana a los malos de los buenos.
Los muertos de México, que son varios miles, sobrepasan ya la cifra de los soldados de EEUU caídos en Irak, que como se sabe, tiene consternada a la nación americana.
Precisamente es por ello que el peligro se acrecienta cuando la delincuencia y el crimen organizado se mezclan con ciertas autoridades y los promueve, compra, soborna o compromete.
Muchos de los hechos de sangre que han ocurrido en diferentes estados del país lo ponen de manifiesto, surgen las contradicciones de intereses y aparecen entonces los ajustes de cuenta.
Con frecuencia llegan las noticias de asesinatos de oficiales y agentes policiacos, en unos casos puede ser por el enfrentamiento enérgico y honesto de éstos en el cumplimiento del deber y en otros posiblemente no.
Nuestro mayor respeto y admiración, para los que cayeron combatiendo a la delincuencia y al crimen organizado, cumpliendo debidamente sus obligaciones como autoridades honestas.
Es muy lastimoso para la sociedad mexicana apreciar desde adentro todo lo que se encuentra ocurriendo y, además, que se proyecte hacia el exterior tal situación.
Hay inseguridad y se manifiesta esa imagen ante el mundo; no se detiene ni aminora, por el contrario, se incrementa el espectáculo de corrupción, impunidad y criminalidad; ello le está ocasionando, además de inseguridad interna, un significativo daño a la nación desde otros diversos ángulos.
Con bastante frecuencia y amplitud los medios masivos de comunicación de todos los rincones de planeta se hacen eco de los hechos de sangre que aquí acontecen.
Por tanto, para cualquier ciudadano del mundo, México es un país inseguro, de mucha delincuencia, de elevada criminalidad, de secuestros constantes, de corrupción bastante extendida, de pandillerismo violento y de un narcotráfico en constante ascenso, donde sus autoridades hasta el presente han sido vulnerables y no han demostrado su eficacia poniendo coto a tales lamentables situaciones.
Se comprende que lo que acontece en México no es atípico y en muchos países ocurren estos fenómenos, sólo que en nuestro caso se encuentra exacerbado, ha hecho metástasis y está abarcando ciertos sectores muy sensibles del tejido social de la nación.
Creo que las movilizaciones ciudadanas son fundamentales, generan conciencia y preparan a la ciudadanía para enfrentar dicha lucha. Sin un consenso ciudadano no hay nada que hacer y todo estará perdido.
Sin embargo, ante la manifiesta ineficacia de las actuales estructuras de orden y poder, que no pueden por sí solas frente a la extensión y complejidad del asunto, se requiere más de ésta.
Esta es una batalla simultánea (unida y a su vez independiente) que todo el pueblo tiene que librar obligadamente junto a las autoridades honestas.
Por ello me inclino a pensar que se deben involucrar todas las organizaciones e instituciones de la sociedad civil, a través de la cual se encuentra organizada la ciudadanía.
A mi juicio se debe crear un Frente Unico Ciudadano, autónomo, con sus comités de coordinación en los diferentes niveles, para que la ciudadanía se exprese, organice y actúe con energía contra la impunidad y el crimen.
En esa dirección se deben de coordinar y promover acciones de todos los sectores: empresariales, sindicales, colegios de profesionales, organizaciones estudiantiles y juveniles, de maestros, las instituciones religiosas y toda organización civil que represente a la ciudadanía.
Hay a su vez que reforzar los valores, principios y la ética del apego al orden y las leyes.
No se trata de ideologías ni de política y partidos, a los que no se debe excluir por supuesto, pero tampoco que pretendan capitalizar estos esfuerzos para sus intereses específicos, sino de organizar un Frente Unico Ciudadano, autónomo y plural para enfrentar la lucha contra todas las lacras que con impunidad vienen accionando en el seno de nuestra sociedad y contribuir a rescatar y fortalecer los mejores valores y principios.
Cuando el pueblo se organiza y dice basta, la corrupción, el crimen y la impunidad tiemblan y por tanto, NO PASARAN.
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