Ángel Guerra Cabrera
La tercera cumbre de la Comunidad de Estados del Caribe (Caricom) y Cuba, celebrada en Santiago de Cuba, adoptó importantes acuerdos y principios relacionados en la Declaración de Santiago de Cuba. Antes de comentarla referiré brevemente sus antecedentes, que pueden ser útiles al lector dada su omisión en los espacios mediáticos e historiográficos dominantes.
A los estados de la Caricom, situados en la cuenca del mar Caribe, los identifica un pasado de plantación colonial con mano de obra esclava y el subsiguiente saqueo e injerencia imperialista. Hoy sufren los primeros síntomas de la inédita crisis económica que achacan a las potencias desarrolladas, de las que demandan abordarla con la participación en las decisiones de todos los países, de forma transparente y bajo la égida de la ONU. En su mayoría pequeñas islas, algunos se encuentran en la parte continental de América central y del sur. Colonizados principalmente por Inglaterra, Francia y Holanda, su población es predominantemente afrodescendiente, pero también de origen amerindio o de procedencia asiática, principalmente de India. Salvo Haití, primer Estado latinoamericano en romper el yugo colonial con su gran revolución antiesclavista, el resto obtuvo la independencia a partir de los años 60 del siglo XX, prologada por importantes rebeliones populares; poseen pensadores y artistas apenas conocidos, pero muy creativos.
Los primeros en independizarse –Barbados, Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago–, cuyos líderes del momento dejaron profunda huella en la historia caribeña, establecieron simultáneamente relaciones diplomáticas con Cuba revolucionaria en 1972 en plena guerra fría, cuando aquella aún no era reconocida por muchos países de América Latina. Desde entonces se han soldado vínculos de amistad y cooperación cada vez más estrechos entre los 15 países miembros de la agrupación y la mayor de las Antillas, que llevó a que en 2002 se instrumentara el mecanismo de las cumbres Caricom-Cuba.
Pese a su escasa población de unos 15 millones de habitantes, no escapa a ningún observador informado su enorme importancia geopolítica y su influencia en los foros internacionales por la forma colectiva en que sus miembros diseñan y defienden su política exterior y de cooperación regional, un ejemplo para América Latina, balcanizada desde los albores de la independencia por el imperialismo y las oligarquías.
Cuba y la Caricom han forjado un esquema de relaciones económicas y políticas sustentado en la solidaridad, la cooperación y la complementación, que, al igual que el Alba y Petrocaribe, sienta una forma de convivencia internacional que es un referente para empeños integracionistas mayores de América Latina y el Caribe. El que es fuerte en algún campo, como Cuba en educación y salud, aporta a los demás su acervo y capital humano sin que medie el interés del lucro. Sólo desde la anterior cumbre Caricom-Cuba (2005) en los centros educativos de este país se han graduado mil 305 jóvenes caribeños de nivel superior y técnico, y estudian actualmente 2 mil 972, mil 478 de ellos medicina, mientras mil 115 médicos y trabajadores de la salud cubanos laboran en naciones de la comunidad y mediante la Operación Milagro más de 56 mil de sus habitantes han recibido cirugía y recuperado la visión.
Ese otro mundo y esa otra América Latina posible reclamados por millones comenzarían a hacerse realidad si se observaran los conceptos sobre medio ambiente, relaciones, comercio y finanzas internacionales y cooperación plasmados por la reunión caribeña en la Declaración de Santiago de Cuba. Ésta expresó la esperanza de que la Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, a efectuarse la semana próxima en Brasil, contribuya a la integración regional “sobre la base… de la solidaridad y la cooperación y el trato especial y diferenciado para las economías más vulnerables”. Como para subrayarlo, los jefes de gobierno se pronunciaron por el levantamiento inmediato del bloqueo a Cuba y otorgaron a Fidel Castro, primera personalidad no perteneciente a la agrupación en recibirla, la Orden Honoraria de la Comunidad del Caribe, “homenaje al fervor y sacrificio que han acompañado a Fidel durante toda la vida de servicio dedicada a su país, a su región y al resto del mundo en desarrollo”.
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