jueves, abril 02, 2009
A la mexicana
La comparación no es mala. “Calderón es el Elliot Ness mexicano”, dijo Obama. Pero que nadie se engañe. El presidente del norteño país vecino no dijo que Calderón sea un Elliot Ness. Llamó a Calderón “el Elliot Ness mexicano”, con todo lo que esa diferencia implica. Efectivamente, Calderón no sólo no es Elliot Ness y México tampoco es Estados Unidos. Allá, cuando la violencia de la prohibición alcanzó niveles alarmantes de ingobernabilidad, —que aun así no tienen nada que ver con la siniestra violencia que hemos alcanzado superando cualquier imaginario de terror en los últimos dos años en México— la sensatez entró al debate y la prohibición fue anulada terminando así con la violencia del crimen que azotó a una buena parte de la sociedad gringa que no es, al parecer, menos olvidadiza que la nuestra, pero a la que su conservadurismo igual no le ciega la posibilidad de debatir la inutilidad de la prohibición, lo que ya está en el debate público de los Estados Unidos y algunos estados comienzan a aprobar o discutir leyes que no criminalicen la adicción, lo que sin duda reduce los grados de violencia social, termina con la extorsión y el abuso judicial y permite la atención sin tabúes a los adictos, al tiempo que las campañas preventivas son más eficientes pues no parten ni de la mentira desinformativa ni permiten la condena social del sujeto consumidor, sino más bien del sistema porque a fin de cuentas es el que impulsa una forma de vida que oferta la necesidad del consumo imbécil.“Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, afirmó algún secretario de estado del vecino país del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, cuando se denunció y documentó gráficamente que se tiraba vivos al cráter, de volcanes en actividad, a los presos políticos del régimen somocista, sostenido militar y económicamente por la Casa Blanca. “Calderón es el Elliot Ness mexicano”, es una afirmación “peligrosa” de quienes saben que Fecal no es más que un lacayo usurpador, con sueños de nobleza, al servicio de los intereses de Washington. Elliot Ness no fue un estadista. Elliot Ness no fue más que un policía al servicio del gobierno de su país, que supo combatir la corrupción desde adentro para poder frenar la IMPUNIDAD de afuera; y eso es justamente lo que “el Elliot Ness mexicano”, usurpador sin legitimidad, no pudo, ni quiso, ni quiere hacer…
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