jueves, abril 02, 2009

Round amistoso Fuentes-González Iñárritu


Creación y tradición, individualismo y universalidad, literatura y cine, son algunos de los temas que tocaron el escritor y el realizador en un ciclo en la Cinemateca Francesa de París, durante hora y media, con un árbitro de por medio: Ignacio Durán Loera. Entre sonrisas, asomaron algunas diferencias, dos concepciones generacionales distintas para entender lo mexicano, como lo recogió en esta reseña nuestra corresponsal.

PARÍS.- Fue un diálogo a la vez sustancioso e insólito. El tono siempre fue cortés. No faltaron elogios y homenajes recíprocos. Hubo sonrisas y bromas. Pero el tono amistoso no logró borrar divergencias entre dos personalidades fuertes, dos sensibilidades, dos visiones del mundo y, sobre todo, entre dos épocas: la segunda mitad del siglo XX y la primera década del XXI.Faltaban aún nueve años para que naciera Alejandro González Iñárritu cuando, en 1954, Carlos Fuentes publicó su primera novela Los días enmascarados. Y en 2000, cuando se estrenó Amores perros, primer largometraje de González Iñárritu, Fuentes festejó sus 72 años.El miércoles 18 ambos creadores mexicanos dialogaron durante hora y media en la sala Henri Langlois, literalmente atascada, de la Cinémathèque Française. En la tercera fila del salón estaban sentados juntos el realizador Costa Gavras, presidente de la prestigiosa institución, y Carlos de Icaza, embajador de México en Francia.El motivo de esa noche de gala fue la presentación de un ciclo de cine ideado por Fuentes y dedicado a la adaptación de novelas francesas por realizadores mexicanos en los años cuarenta.Después de la proyección de Babel, película que tuvo muchísimo éxito cuando se exhibió en Francia en 2006, Ignacio Durán Loera, curador del ciclo, se subió al escenario para acoger a Carlos Fuentes y a Alejandro González Iñárritu en medio de densos aplausos.El exdirector de Imcine presentó a los invitados especiales, habló del arte cinematográfico mexicano gastándose unas cuantas bromas. Fuentes sonrió sin convicción. Gonzalez Iñárritu miró para otra parte. Luego Durán Loera lanzó un interrogante que los dejó perplejos a los dos. Preguntó: “¿Debe considerarse el cine como literatura o como arte?”. Acabó su alocución cantando las loas del “nuevo cine mexicano que triunfa internacionalmente”.Tomó la palabra Carlos Fuentes. Comentó las siete películas del ciclo en su francés elegante. Esbozó una breve historia del cine mexicano. Contó anécdotas sabrosas sobre Luis Buñuel, Lupe Vélez y María Félix, provocando carcajadas del público.También celebró la resurección del cine mexicano que, por fin, “se había liberado de la tiranía del sindicato de realizadores” y que “estaba saliendo de la maldición de los churros gracias a directores tan talentosos como Alejandro González Iñárritu, Carlos Reygadas o Alfonso Cuarón”.Serio y denso, González Iñárritu se expresó en español y advirtió:“Sólo voy a decir un par de cosas. No vine preparado. Acabo de llegar a París. Estoy filmando mi cuarta película en Barcelona. Se llama Biutiful. Terminamos ayer 88 días de filmación.”Luego, sin dejar tiempo a su intérprete para que tradujera sus primeras palabras, empezó a hablar a toda velocidad, en un tono de voz casi hosco que contrastaba con el tono ameno de Durán Loera y Fuentes.“Hablando de lo que sucede en el cine mexicano hoy, yo diría que México estaba atrapado en dos tipos de cine. El primero era el cine de putas, de ficheras que dominaba la taquilla. Era un cine fácil. Comercialmente tenía gran éxito. Las películas se rodaban en un mes. Se producían como se producen salchichones. Por otro lado estaba el cine que pecaba de extasiarse en la contemplación de su propio intelecto. Eso lo llevaba a ser un cine sin salida. Estos dos tipos de cine invadieron las pocas pantallas que estaban dispuestas a presentar películas mexicanas. Esas salas ademas eran incómodas, se oía mal, se veía mal y los espectadores tenían que llegar con un palo para matar a las ratas. ¡Que Carlos diga sí o no..!”Sonrisa prudente de Carlos Fuentes. Seriedad estoica del embajador Icaza. Risas del público.Imperturbable, González Iñárritu prosiguió:“Terrible era el viacrucis de un cineasta joven que buscaba fondos del gobierno para financiar su película. Le tocaba recorrer un camino tortuoso y casi siempre le era imposible lograr su cometido. Eso sucedió hasta hace 10 o 12 años. Increíblemente empezaron a surgir compañías nuevas en México, hubo algunos cambios en las instituciones del gobierno, aparecieron gentes con una visión más renovada. Instituciones privadas empezaron a financiar películas que comenzaron a encontrar su mercado.“Afortunadamente a mí no me tocó hacer cola. Aproveché una coyuntura específica muy afortunada. Pero no pasó lo mismo con otros cineastas. Mi película Amores perros fue un grito desesperado, un grito de rabia de toda mi generación a la que se le negó el acceso a la industria cinematográfica.”Asombro del público galo, que estaba descubriendo una nueva faceta de esa película que tanto éxito tuvo en Francia en 2000. Se endureció más aún la voz de González Iñárritu:“Amores perros salió en México fuera del protocolo usual. Salió, digamos, por el lado izquierdo y fue objeto de muchísimos ataques por parte del gremio, de esas familias que controlaban el cine en ese momento. Nunca vieron venir mi película. Les salió por el lado izquierdo. Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro fueron víctimas de ese sistema durante mucho tiempo. Eso los obligó a salir del país antes de que lo hiciera yo. Lo mismo pasó con Luis Mandoki. Todos se fueron de México para buscar oportunidades de hacer cine.”Nuevo asombro del público que se imaginaba al “nuevo cine mexicano” como la nouvelle vague (la nueva ola) que sacudió al cine francés en los años sesenta con figuras tan emblemáticas como Jean Luc Godard y François Truffaut. Su sorpresa creció aún más cuando González Iñárritu aclaró:“Tomando en cuenta mi experiencia y mi trayectoria, considero que tengo una gran fortuna. Me siento muy orgulloso de pertenecer a una comunidad global de cineastas. Tengo una curiosidad casi enfermiza por lo que no entiendo. Para mí la inteligencia radica en el eterno sacudir lo que uno ya sabe. Me excita enfrentarme a nuevos retos, nuevas culturas, cosas que no entiendo (…)“Fue por eso que decidí enfrentarme con la cultura norteamericana en mi segunda película, 21 Gramos. Encontré allí una forma de expresar un problema humano. En Babel me lancé un reto un poco más extremo. Ahora por primera vez estoy explorando a Europa con mi cuarta película.“Somos cineastas jóvenes y menos jóvenes que hemos tenido la oportunidad de explorar al mundo. Nos hemos dejado de esa mentalidad de ranchito. No nos enredamos en la bandera nacional. Queremos hacer un cine universal y no andamos con localismos.”Aplausos del público hispanohablante. Silencio del público galo, pendiente de la traducción.Puntualizó González Iñárritu:“Me siento muy orgulloso de ser mexicano, pero me tiene sin cuidado el cine mexicano. Cuando se habla de ‘cine mexicano’, pienso en un producto de venta nacionalista. En realidad no entiendo bien lo que significa ‘cine mexicano’. Creo que el ‘cine mexicano’ está ahora conformado por un grupo de cineastas que han hecho esfuerzos individuales muy distintos. Entre ellos sobresalen evidentemente Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón, Carlos Reygadas y Fernando Eimbcke, que tienen ya un reconocimiento internacional.”Rostros impasibles de Carlos Fuentes y Alejandro Durán Loera.“Esos cineastas hablan de cosas íntimas que pueden ser locales o universales. Todos nosotros hemos aprendido mucho de Carlos Fuentes, que siempre supo tener los pies bien plantados en un origen y grandes alas para volar donde se le pegara la gana. Fuentes nos enseñó a hablar un lenguaje universal.”Sonrisa del aludido.“A mí me interesa el cine como expresión humana universal. Por eso considero que a veces resulta peligroso hablar de cine mexicano. (…) Quisiera insistir sobre la compejiidad de las películas de esos realizadores que acabo de mencionar. En Luz silenciosa, de Carlos Reygadas, no se oye una sola palabra de español. Los personajes y protagonistas que viven en esa comunidad de menonitas del estado de Chihuahua sólo se expresan en su propio idioma. Dos películas de Guillermo del Toro tratan de la guerra civil española, en Babel se da la vuelta al mundo. Todas estas películas podrían ‘representar’ al cine mexicano, pero son tan eclécticas que resulta difícil definirlas. Para mí en realidad no son el ‘cine mexicano’.”Sin mirar a Fuentes ni a Durán Loera, el realizador insistió:“La pregunta sería: ¿Qué es lo que hace que una película sea o no mexicana? Quizás esa pregunta genere una gran discusión. Pero más bien me pregunto: ¿Importa realmente saber eso? Estos debates empiezan de hecho cuando los gobiernos quieren apropiarse del cine. Todo entonces se vuelve muy pasional.“Para mí, semejante discusión no tiene mayor relevancia. ¿Qué puede definir la nacionalidad de una película en el mundo de hoy? ¿El idioma en el que se filma? ¿El origen del director, del guionista, de los actores, de quienes la financian? Hoy por hoy el cine es una orgía brutal, una orquestación financiera y de participantes internacionales increíble. La comunidad que se junta para hacer una película es tan global que es imposible determinar la nacionalidad de una película. Y esa es una cosa que a mí me encanta.”Aplausos del público. Sonrisas amables de Carlos Fuentes e Ignacio Durán Loera. Sigue hablando González Iñárritu:“Me parece muy interesante el tema de las relaciones entre la literatura y el cine. Me han ofrecido un par de novelas para llevarlas al cine. No acepté. Debo confesar que cuando hay una gran novela, nunca quisiera que se tradujera al cine… Lo veo como una tragedia. A mi juicio, cine y literatura son medios de expresión totalmente distintos. Resulta casi siempre imposible traducir en imágenes lo que puede hacer un novelista con los recursos de las palabras (…) “Y justamente quisiera preguntar a Carlos Fuentes qué sintió cuando su novela Gringo viejo se tradujo al cine, cuáles fueron sus sensaciones al ver su obra traducida en imágenes. ¿Qué pasó cuando el novelista Fuentes escribió guiones para cine?”Se enderezó Carlos Fuentes. No hizo comentario alguno sobre Gringo viejo, pero narró con mucho humor una experiencia de guionista que compartió con Gabriel García Máquez.“En los años sesenta nos encargaron, a Gabo y a mí, escribir el guión de El gallo viejo, una película basada en un cuento de Juan Rulfo que iba a dirigir Roberto Gavaldón. Nos sentábamos frente a frente y escribíamos ese guión. De repente Gabriel me decía: ‘Oye, Carlos, ese adjetivo nuestro aquí está muy mal’. Entonces discutíamos una mañana entera sobre lo que debía ser el buen adjetivo. Luego yo le decía: ‘Fíjate, Gabo, esa coma no va allí…’. Y pasamos un dia discutiendo de la coma. Hasta que un dia Gabriel me preguntó: ‘¿Qué estamos haciendo? ¿Escribimos un guión o una novela?’. Fue así como dejamos el cine.”Aplausos y risas del público.“Eramos amantes y espectadores de cine, mas no realizadores. (…) Buñuel, en cambio, es un buen ejemplo de la relación entre la literatura y el cine, porque adaptó muchas buenas novelas, sobre todo unas de Pérez Galdós e hizo muy buenas películas a partir de ellas. Pienso en Tristana y Nazarín. Pero la prueba de que Luis Buñuel era un genio, es que podía tomar una pésima novela y convertirla en una gran película.“Existe una novela muy mala de 30 o 40 páginas escrita por Mercedes Pinto. Se llama Él. Con ese libro, Buñuel hizo un filme maravilloso que también se llama Él (…) Recuerdo su estreno en el cine Mariscala. Salvador Elizondo y yo éramos los dos únicos espectadores. Lo cual quiere decir que sobre el futuro de las obras de arte, no hay nada escrito. “Y eso me lleva a preguntarle a Alejandro sobre la relación entre creación y tradición. Creo que no hay creación sin tradición y que no hay tradición que se mantenga si no existe una nueva creación. ¿Se siente, Alejandro, heredero de alguna tradición, de algunos directores?”Contestó González Iñárritu explicando hasta qué punto lo había impactado el neorrealismo italiano cuando era muy joven:“Pronto empecé a tocar algo mucho más real de lo que para mí siempre había sido el cine. Estaba acostumbrado al cine norteamericano. Me impresionó el nivel de realismo que alcanzaban las películas de Vittorio de Sica, Roberto Rosselini y Gillo Pontecorvo. Pero al mismo tiempo me llamaba la atención el hecho de que no estuvieran imitando a la realidad. Sus ficciones se inspiraban de la realidad, pero no necesariamente hablaban de una cosa verosímil. Detrás de esas ficciones se podía percibir una verdad.”El cineasta subrayó, sin embargo, que no le interesaba “inscribirse en una tradición”. De repente pareció olvidarse de las preguntas de Carlos Fuentes y empezó a hablar de momentos misteriosos de su creación:“Hoy por hoy me interesa cada vez menos lo verosímil. En realidad los momentos que más me conmueven en mis propias películas son los que surgen de forma inesperada durante el rodaje.“Voy a dar un solo ejemplo. Estábamos filmando Babel. Nos encontrábamos en el desierto y de pronto entró un viento muy fuerte, incontrolable. Estábamos en las montañas, al borde de precipicios. Pedí a los niños que actuaban en la película que se bajaran del coche. Agarramos la cámara y empezamos a hacer que jugaran a que volaban. No sabía por qué estaba haciendo eso. Pero estaba sintiendo algo y me puse a jugar con ellos. Esa escena que aparece en la parte final de la película es la que más me estremece. Sintetiza un sentimiento con mucho más fuerza que cualquier escena ficticia que hubiese podido escribir.“El caso de Babel fue extremo. Recorrí el mundo durante un año para filmar. Tenía una guía de trabajo, pero también iba capturando momentos imprevistos. En realidad la verdadera alquimia de una película se da en el cuarto oscuro de edición cuando uno está solo. Durante la filmación uno está rodeado por cientos de colaboradores. Es verdad lo que decía Stanley Kubrick: ‘Hacer cine es como querer escribir La guerra y la paz en un carrito de feria de la montaña rusa’.”Se acomodó mejor González Iñárritu en su silla. Miró al público como si estuviera hablando con un solo interlocutor y confió:“Durante el rodaje se van imponiendo decisiones subconscientes como la de filmar esos niños en el viento. Tú no sabes por qué lo estás haciendo. Esas decisiones obedecen a algo que te está guiando para innovar. Es algo que nada tiene que ver con tradición alguna, que sólo habla de tus necesidades personales. Finalmente esas imágenes repentinas filmadas impulsivamente las vas integrando en el mosaico de la película durante el rompecabezas de la edición. Y es en ese momento solitario del montaje que todo va tomando sentido o que corres el riesgo de aniquilar cualquier imagen bella.”Calló González Iñárritu. Tronaron aplausos. Se levantaron los invitados especiales de la Cinémathèque Française que muy pronto fueron rodeados por sus admiradores. Se acabó el diálogo parisino de Carlos Fuentes y Alejandro González Iñárritu.

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