Julio Hernández López
Derrotado política, económica y socialmente, Felipe Calderón ha decidido llevar su personalísima guerra contra el narcotráfico a niveles superiores en Michoacán, luego del grave reto de sangre lanzado por La Familia y del peculiar ofrecimiento de un pacto nacional que hizo este miércoles uno de sus líderes, La Tuta. Ayer, el secretario de Gobernación anunció que 5 mil 500 personas armadas, provenientes del Ejército, la Marina y la Policía Federal, avanzarán sobre la entidad donde tres años atrás inició el programa bélico felipense. Sin mencionar a los hermanos Godoy ni al cardenismo gobernante de aquella entidad, el litigante de Bucareli mencionó, entre los objetivos de esta acometida, el seguir golpeando a las mafias sin fuero en rubros como las redes de protección institucional que han desarrollado.
Todo esto sucede justamente cuando en el país crece la percepción de que al licenciado F.C. cada vez le es más difícil aparentar que gobierna, cuando sus propios aliados originales se retiran de él y buscan opciones en el priísmo, que ofrece apaciguamientos y negociaciones pragmáticas para devolver paz social y cierto desarrollo económico. Calderón se lanza con gran fuerza militar y marina a una faena aparatosa que corre el riesgo de multiplicar las violaciones a los derechos humanos y convertir en objetivo de esa institucionalidad marchita la cruenta venganza ejemplar y no el sometimiento a la justicia, sin excesos, de los infractores de la ley. También parece estar en la agenda calderónica el aplastamiento del cártel insumiso para beneficio de sus competidores económicos, tan campantes en sus terruños protegidos, y el repunte mediático de un náufrago, que a cambio de concesiones entreguistas a los vecinos pragmáticos es declarado héroe de la DEA en un país, México, donde ese tipo de medallas extranjeras suelen significiar exactamente lo contrario.
Astillas
Mal tiempo ha escogido el ex coordinador de una fallida comisión foxista de conmemoraciones patrias para saltar al foro perredista con planteamientos presuntamente éticos y justicieros. Sus consideraciones parecen guiadas por el interés de salvar a algún lazarillo ahumado, cuyas andanzas equívocas en materia de narcotráfico están en el trasfondo de la tragedia michoacana actual. Si la mejor defensa es el ataque, hace bien el guerrero a conveniencia en montar en un caballo discursivo lento y viejo, pero suficientemente apto para el cambalache de favores en las alturas. Sin embargo, no es posible ignorar que ese personaje, hoy tan activamente preocupado y ofendido, es el mismo que en 2006 negó su apoyo vigoroso a un candidato presidencial al que le robaron el triunfo alegando que le habían faltado unas décimas de punto (¿las que el propio Cuauhtémoc podría haber aportado, suponiendo que de verdad los votos y las sumas hubiesen valido?), y el mismo que nunca tuvo las lentes graduadas que le permitieran ver el fraude hecho contra su compañero de partido. El uso mercantil de la fraseología de izquierda está en el origen de las historias de chuchos y otras variantes de traición y oportunismo. Lo de menos es que renuncien Ortega y su comité insustancial, o que se den por terminados los derechos partidarios de AMLO y seis centenas más de perredistas que trabajaron por la vía de otros partidos. Al ingeniero lo que le interesa es recuperar su instrumento de acción política, el PRD, y evitar que la chamusquina tarasca alcance al cachorro siempre en problemas... En la catástrofe, Calderón se crece (es decir, crecen sus errores): si Germancito fue un fiasco histórico que hoy debe andar escondido mientras le gestionan alguna embajada, ahora pretende instalar en la presidencia del fideicomiso de liquidación del PAN a Cesarín Nada (nada: carencia absoluta de habilidades para ese cargo, sólo el dedo meñique de Los Pinos). La imposición del diputado electo de apellido Nada trata de conservar algún espacio de poder para el derrotado de la batalla del 5 de julio (de ser colocado en la presidencia del PAN, Cesarin no pedirá licencia a su cargo legislativo y, como también pretende Betty la priísta, será líder partidista y un diputado raso más)... Y, ya que se habla de embajadas, ha de recordarse que el calderonismo ha convertido una parte del servicio exterior mexicano en depósito de políticos desfondados, sospechosos o mediocres (y, con frecuencia, dotados de las tres consideraciones anteriores). A Canadá, a disfrutar de la buena vida, el deudor electoral de Fox, el licenciado F.C., envió primero a quien había sido secretario particular del Grandote del Bajío (aunque, en realidad, Chente nació en el DF), el sinaloense Emilio Goicoechea, que además de jefe nacional scout era compañero de fotografías de algunos capos paisanos. Luego mandó al relevo a Pancho Barrio Terrazas, ex gobernador de la entidad sede del cártel de Juárez, que además había cumplido con excelencia su promesa de hacerse pato como contralor federal, fallido pescador de peces gordos de la alta corrupción... Llegan a esta columna reportes, menores pero significativos, de incidentes en carreteras que parecen provenir de un desbordamiento de la delincuencia o de intenciones de amedrentamiento social... Y, mientras Calderón les aprieta a los canadienses donde les duele (no en la ridiculez de pedir visas a los diplomáticos de ese país, pero no a los turistas que dejan divisas), por ejemplo, en los negocios de agresión al medio ambiente que en minas de todo México realizan firmas de volátil capital de aquel país (por citar un caso, el de la Minera San Xavier, en San Luis Potosí), ¡feliz fin de semana, mientras se prepara la próxima visita de Obama, en agosto, y la exigencia de que suspenda los fondos del intervencionista plan Mérida por las violaciones militares a los derechos humanos!
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