11 agosto 2009
"Se reúnen los tres compadres de la América del Norte. ¿Motivo? Reírse de uno de ellos por ser el más breve".
Alejandro Salinas Pérez.
I
Como sabríase, los jefes de Estado de México y Estados Unidos y el jefe de Gobierno de Canadá, se reunieron el domingo en Guadalajara, Jal., y los desenlaces del encuentro, difundidos ampliamente, no mueven a júbilo. No.
No, al menos, a los mexicanos. ¿Por qué? Porque para el Presidente de Facto Felipe Calderón, visto espurio por millones de sus compatriotas, lisa y llanamente sólo obtuvo de sus contrapartes lo que éstos querían.
¿Qué obtuvo el señor Calderón? ¿Qué cedió? O por mejor decir, ¿qué obtuvieron Stephen Harper, el canadiense, y Barack Obama? Obtuvieron lo que vinieron a busca a la capital tapatía. ¿Qué buscaban?
Véase: los señores Obama y Harper lograron que sus gobiernos entrenen y asesoren a fuerzas policiacas mexicanas en tácticas de control de masas, de inteligencia y contrainteligencia y ciertas técnicas de disuasión colectiva.
Mas no podía ser de otro modo. El señor Calderón arribó a sus reuniones siendo el más débil, políticamente, de los tres, arrastrando consigo un dramático repudio electoral, sin capital político ni espacio para negociar.
Participó --si se le puede llamar así-- don Felipe como un verdadero "lame duck", a tres años de que concluya el Espuriato. Sin poder político real, el Presidente de Facto sólo recibió instrrucciones y tomó nota de ellas.
Don Felipe no logró siquiera que el primer ministro de Canadá, el señor Harper, reconsiderara la decisión de su gobierno de exigirle como requisito indispensable visas a los mexicanos que viajan a aquél país.
II
Tampoco logró que Barack Obama se comprometiere a promover una reforma migratoria amplia ni a revisar con arreglo a sus facultades como mandatario la ocurrente construicción del ignominioso muro fronterizo.
Señálese que, según los documentos publicos oficiales de esta "cumbre", el señor Calderón no le trató a sus contrapartes un tema caro a los mexicanos: revisar el Trtado de Libre Comercio de la América del Norte.
Tampoco le trató el asunto de la reforma migratoria estadunidense, la cual abarcaría no sólo al estatus de millones de trabajadores mexicanos en EU, sino también acuerdos para institucionalizar la emigración de aquí a allá.
La emigración mexicana hacia EU es, desde cualesquier enfoques de las ciencias sociales y económicas, un síntoma inequívoco de la existencia de fuerzas productivas desperdiciadas --desempleadas-- aquí.
También es, acusadamente, un asunto político y, no se diga, de clarísima naturaleza social dados, precisamente, sus orígenes y sus secuelas en el ámbito nacional, de pobreza rampante y creciente y honda desesperanza.
El crecimiento de la emigración mexicana tiene causales que no serían ajenas al TLCAN, herramienta mediante la cual el Estado estadunidense influye en el poder político del Estado mexicano y controla la economía.
III
Ese Tratado, como sábese, demostrado con prolijidad y tristemente documentado, es un enser de dominación de los intereses del poder real de EU sobre México, postrado en una condición que antojaríase colonial.
Esa condición colonial es, por definición, lacerante. Sus manifestaciones son un aumento espectacular de la pobreza --vía el desempleo y caída del subempleo--, la represión estatal a disidencias y la incertidumbre societal.
Son éstas manifestaciones de crisis severa, amplia, profunda, transversal que, a su vez, denotaría una descomposición del poder político del Estado mexicano, abdicado que hubo desde hace sexenios sus potestades.
Esa abdicación ha sido a favor del poder real, el trasnacional estadunidense, y sus contrapartes mexicanas, particulares que conforman la pudientísima oligarquía mexicana. No en vano el Estado es plutocrático.
Señálese a fuer de precisión contextual que la crisis general (y generalizada) es, además de la abdicación de potestades, la secuela de una combinación de causales y vectores aun ocurrentes y actuantes.
¿Cuándo ocurrió esa abdicación de potestades del poder político del Estado? Hace 27 años, intensificándose en el sexenio de Carlos Salinas; éste aplicó incluso inconstitucionalmente las guías del Consenso de Washington.
El motivo vero del encuentro sospéchase otro: confirmar directamente percepciones de los señores Harper y Obama, provistas por sus agencias de inteligencia acerca de la condición neuronal/emocional de don Felipe.
En Washington y Ottawa se han elaborado perfiles psicológicos acerca de la personalidad de don Felipe en los que resaltan pulsiones dictatoriales y obsesiones por control como eje de las violaciones a los derechos humanos.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Consenso de Washington: conjunto de propuestas de "ajustes" de las economías de Amériuca Latina presentadas en 1988-89 por los planificadores de la política económica de EU para los países de la región. Las propuestas fueron adoptadas por varios mandatarios latinoamericanos, entre ellos Carlos Salinas, quien las adoptó de inmediato, llevándolo al neoliberalismo y acelerar un procesos de privatización de empresas públicas, iniciada por su predecesor, Miguel de la Madrid.
"Lame duck": expresión coloquial de la lengua inglesa usada ampliamente en EU, Canadá y otros países para describir gobernantes con investidura pero sin poder real.
Lecturas recomendadas:
"¿Quién gobierna a Estados Unidos?", de G. William Domhoff. Siglo XXI Editores.
"Los orígenes del atraso mexicano", de John H. Coatsworth. Alianza Editorial Mexicana.
"La gran negociación México-EU", de Marconi Osorio. Ediciones El Caballito.
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