Néstor de Buen
Una de las últimas novedades del régimen del presidente Vicente Fox fue cancelar, en la Ley Federal del Trabajo, tres días festivos, con el pretexto de que provocaban los famosos puentes.
A esos efectos se reformó el artículo 74, estableciendo que el descanso se otorgaría en el lunes o viernes más próximo. Curiosamente, los días elegidos fueron aquellos que podrían tener un sentido revolucionario o, por lo menos, anticonservador. De esa manera el 5 de febrero, aniversario de la Constitución (y del artículo 123), el 21 de marzo, cumpleaños de Benito Juárez, y el 20 de noviembre, fecha anunciada por Madero (un tanto inocentemente) para el inicio de la Revolución, se desviaron a fechas inocuas, pero las indicadas, tradicionales días de descanso, se convirtieron en días hábiles.
Podrá decirse que la reforma tuvo un sentido práctico porque somos un país que adora los puentes, lo que, en última instancia, no es tan malo. Pero uno se pregunta por qué razón se mantuvo incólume el 25 de diciembre, fiesta religiosa si las hay. La respuesta es obvia.
A mí me llamó la atención que se respetara el primero de mayo, cuyo significado social es más que evidente. Con él se conmemora, por decisión de la Segunda Internacional, tomada en su congreso de París de 1889, el sacrificio de los mártires de Chicago, Augusto Spies, Miguel Schwab, Samuel Fielden, Alberto R. Parsons, Adolfo Fischer, George Engel y Luis Lingg, condenados a muerte por su intervención en un movimiento de huelga llevado cabo el primero de mayo de 1886, en el que perdió la vida un policía.
La marcha tradicional del primero de mayo, que obliga a un desfile cuyo acto principal es recibir el saludo del Presidente de la República en el Zócalo, tiene entre nosotros un significado muy especial. En los últimos años no ha sido una marcha de unidad sino de evidente división entre los trabajadores afines al denominado, con cierto sentido del humor, "movimiento obrero", que encabeza la Confederación de Trabajadores de México (CTM), y los llamados "sindicatos independientes".
Ha ocurrido en las últimas fechas que los del primer grupo, un poco escamados ante los rechazos históricos de sus compañeros de clase, se abstengan de marchar y se reúnan en un salón de la CTM donde no faltan, dicho sea de paso, las voces en contra. La noticia ahora es que el presidente Calderón ha dicho que el primero de mayo venía siendo una fiesta de los presidentes de la República y no de los trabajadores, razón por la cual me parece que ha decidido no acudir al balcón del Palacio Nacional para presidir la manifestación.
Caben todas las sospechas. Porque no ha llegado al extremo de canjear la fecha por un lunes o viernes al estilo de Vicente Fox, sino que invocando un motivo que no parece tener mayor sustancia, el Presidente de la República lo que hace, en los hechos, es no darle importancia a las expresiones de los trabajadores. Creo que no le asistirá la razón a Felipe Calderón si decide no presidir el desfile del primero de mayo. Inclusive me parece que los grandes sindicatos independientes podrían manifestar su inconformidad absteniéndose de desfilar frente al Palacio Nacional y llevando a cabo una concentración, acompañada de discursos importantes, en el Monumento a la Revolución.
Hoy son notables las diferencias dentro de la clase trabajadora. No está lejos la notoria alianza entre los sindicatos corporativos, el sector empresarial y el gobierno de Fox, bajo la dirección de Carlos Abascal, para tratar de formular una reforma a la Ley Federal del Trabajo de clarísimo corte conservador, donde dominaron las ideas de flexibilización de las relaciones laborales en perjuicio de los trabajadores y la plena confirmación del espíritu fascista que ilumina nuestro derecho colectivo. Y, por supuesto, que no se ha echado en saco roto la posibilidad de continuar la reforma, que fracasó en el Congreso. Los trabajadores deberán decir la última palabra.
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