José Agustín Ortiz Pinchetti
AMLO divide sus proyectos en etapas claras y definidas. Hoy ha declarado que su movimiento pasó de la resistencia y va al crecimiento. Al cumplirse un año del atraco que le impidió ganar la Presidencia, cabría preguntarse si sus cálculos son correctos. Hay analistas que piensan que estos meses se perdieron. Otros ven el esfuerzo con escepticismo, pero no lo dan por muerto y pocos comparten su optimismo. Soy uno de ellos.
Creo que se puede decir que su movimiento resistió bien un intento de aniquilamiento. En una sociedad influida de modo decisivo por medios electrónicos controlados por grupos de interés asociados con el partido en el poder, no es poca hazaña. Por meses -mediante una campaña bien planeada- se trató de sacar al personaje y a sus simpatizantes del escenario político. Se le negó el espacio informativo que se hubiera concedido al principal opositor en cualquier democracia madura. Comunicadores poderosos y/o prestigiosos se lanzaron a una campaña de calumnias que no tiene ningún antecedente en nuestra vida pública.
La eficacia de estos ataques y el costo político del bloqueo de Reforma logró en septiembre de 2006 reducir el apoyo a AMLO a una mínima expresión; 55 por ciento de la población decía entonces estar dispuesta a votar por Calderón si las elecciones se repitieran. Apenas un poco más de 20 por ciento insistía en votar por Andrés Manuel. Lo peor era el voto negativo (los que decían que nunca votarían por él): había pasado de marzo de 2006 con un modesto 17 por ciento a un terrible 49 por ciento. Con escasos recursos, Andrés Manuel emerge al cumplirse un año de los comicios con una recuperación sorprendente. Mientras Calderón bajó de 55 a 45 por ciento, AMLO ha subido de los tristes veintes a 31 por ciento.
Pero el éxito de Andrés Manuel no es sólo un fenómeno de opinión pública. Hasta la semana pasada había logrado en poco más de cuatro meses realizar 540 mítines en casi todo el país. Es decir, que cientos de miles respondieron a su llamado. Esto está corroborado plenamente por el número de asistentes a las asambleas y por el registro de simpatizantes que llegó la semana pasada a la bonita suma de un millón diez mil ¿Qué partido no lo envidiaría?
Hay una franja enorme de la población dispuesta a seguirlo contra viento y marea. El cálculo es que esta corriente podría sumar 5 millones en 2008. Y hay que hablar de calidad: cualquiera que haya asistido a los mítines se dará cuenta que hay en curso un fenómeno inédito y una significativa vitalidad política.
AMLO y sus simpatizantes nada hemos hecho para acreditar que somos "un peligro para México". Al contrario, el civismo y el carácter pacifista convierten este movimiento en un factor estabilizador. Sin él la gobernabilidad del país tendría un ataque múltiple de tendencias rupturistas y salvajes, enardecidas por las trampas y fraudes que se cometieron en 2006 y por la monstruosa desigualdad que padecemos.
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