Ana María Aragonés
Estados Unidos, líder en la economía mundial y uno de los principales países en el desarrollo de la economía del conocimiento, se encuentra en peligro. No porque estén cerca nuevos ataques terroristas, no porque Irán, Venezuela y Cuba, parte del “eje del mal”, estén yendo por caminos inaceptables sin que pueda detenerlos, no por Osama Bin Laden, sino porque algunas regiones estadunidenses se están quedando sin trabajadores, debido a que su población está envejeciendo a consecuencia de la falta de remplazo poblacional por las bajas tasas de natalidad. Ésta es una de las gravísimas realidades que vive el país vecino, y si no acepta flexibilizar sus políticas migratorias y otorgar amnistía a los indocumentados, esas comunidades van a desaparecer. El propio secretario de Comercio de Estados Unidos afirmó que “sin migrantes, simplemente no tenemos suficientes trabajadores, punto”.
Un ejemplo de esto es la situación que se vive en Dakota del Norte, estado conocido por su importantísima producción agrícola y ganadera, y sobre todo en lo que se refiere a la producción de cerdos, que ha sido reseñada en forma muy interesante en un artículo aparecido el 26 de noviembre en USA Today.
De acuerdo con el demógrafo Richard Rathge, en este estado se vive una de las más severas crisis demográficas que azotan al país. Entre 1990 y 2000 la población sólo creció en seis de los 53 condados. El problema es que mientras los granjeros se han reducido, la dimensión de las granjas ha crecido. Es decir, el promedio en 1940 era de 250 hectáreas y en la actualidad de 650 hectáreas. La consecuencia ha sido que todos los servicios que sostenían la vida de esas comunidades, iglesias, escuelas, hospitales, supermercados, restaurantes, etcétera, están desapareciendo por falta de población.
Según el Censo, el porcentaje de población de Dakota del Norte en edad de trabajar (25 a 54 años) está por debajo del promedio nacional y se situó en 40.5 por ciento para el año 2000 y la proyección para 2020 es que descenderá a 33.4 por ciento.
La alternativa para evitar que estas comunidades queden finalmente abandonadas es crear industrias y diversos proyectos productivos que generen trabajos bien pagados para atraer a la mano de obra nativa. El problema es que se trata de un estado cuyo promedio de ingreso por familias está por debajo de la media nacional, esto es, 39 mil 233 dólares al año, lo que es un obstáculo para atraer a trabajadores nativos. Por lo tanto, los pobladores temen que de llevarse a cabo esos proyectos productivos sería un imán para los migrantes hispanos, sobre todo indocumentados. Y ante esa eventualidad, que es posible, los pobladores prefieren irse muriendo poco a poco antes de “romper una barrera cultural” que podría salvarlos de desaparecer.
No hay duda de que todo el mundo sabe que los trabajos mal pagados los realizan los indocumentados, y además que resultan fundamentales para la economía de algunos estados, sobre todo ante el envejecimiento de las poblaciones. Simplemente en Dakota del Norte hay 10 mil trabajos esperando contratar mano de obra. No obstante, se ha desatado una fobia antinmigrante pocas veces vista en Estados Unidos.
Lo que habría que preguntarse es: ¿quién tiene la culpa de que se haya extendido una verdadera sicosis y una falsa percepción de los trabajadores indocumentados? En primer lugar, los propios patrones para los cuales estos trabajadores suponen enormes beneficios, y mientras más difícil les hagan la llegada, serán más vulnerables y precarios, lo que repercutirá favorablemente sobre sus ganancias invirtiendo muy poco. Por otro lado, los congresistas, quienes se deben a esos mismos empresarios, granjeros y patrones, y si quieren ser relegidos tendrán que continuar con la misma estrategia. Y por supuesto los medios hacen su trabajo apoyándolos, lamentablemente.
Que los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos pongan en el centro del debate a la migración es simplemente buscar un chivo expiatorio sobre el cual se vayan todas las miradas y así evitar debatir en el contexto del propio sistema, mismo que ha perdido toda legalidad y por lo que ha sido severamente cuestionado por la comunidad internacional ante los últimos acontecimientos.
Se atreven a señalar a esos trabajadores indocumentados como un problema de seguridad nacional, cuando justamente la amenaza no son éstos, sino la falta de ellos. Y esto sí puede convertirse en un problema de seguridad nacional al tener que enfrentar la muerte de las comunidades.
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