Conjeturas
Alvaro Cepeda Neri
Los mexicanos de la etnia Rarámuri, asentados en la zona montañosa de la Alta Tarahumara, en Chihuahua (con sus ramificaciones en Sonora, Sinaloa y Durango), no siempre han sobrevivido en esa desastrosa geografía. Con la llegada de los españoles y la expansión de la Conquista y la Colonia, la emprendieron para ese inhóspito lugar, dado que fueron perseguidos y capturados para servir de esclavos. Empero, hasta allá los buscaron para explotarlos, en complicidad con los jesuitas y los franciscanos. Varias veces se rebelaron, pero el uso de la pólvora los aniquilaba y sometía. Por más de seis siglos, pues, los mal llamados tarahumaras, sufren todos los males.
Ni siquiera en las épocas de invierno, cuando menos desde el porfirismo (cuando ya había comunicaciones, sobre todo ferroviarias) y hasta ahora con el calderonismo, los gobiernos federales ni de la entidad, se ocupan de esos mexicanos que viven -¿viven?- en cuevas, resistiendo las inclemencias: lluvias, tormentas de nieve y temperaturas por debajo de los 8 y 9 grados bajo cero. En su penúltimo año, el depredador Fox, acompañado por su esposa, viajó por Chihuahua y desde la carretera, era final de año, a lo lejos divisó a esos indígenas parados en el umbral de sus cuevas. No se detuvo. Simplemente los saludó, enchamarrado hasta el cuello.
Algunos ex presidentes priístas enviaban cobijas y comida. Pero nada más. Nada, absolutamente nada, hicieron por ellos y éstos han levantado chozas para cubrirse en primavera, verano y parte del otoño. Pero emigran a las cuevas, cuando el "general invierno" (que derrotó a Napoleón y Hitler en Rusia) aparece devastador. En ellas se refugian, sin esperanzas, marginados, muertos de hambre y muriéndose de frío. Y presas de enfermedades, desnutridos, anémicos y cada vez más diezmados. Apenas algunas caridades llegan hasta esos lugares casi inaccesibles.
Unos cuantos rarámuris-tarahumaras se han atrevido a bajar de la montaña chihuahuense, sufriendo la discriminación, el miserable pago a su trabajo físico, que los hace regresar a su etnia. En este invierno nuevamente esos mexicanos padecen, con sus hermanos indígenas de Chiapas, Oaxaca, Durango, Sonora, principalmente, los embates invernales y se acentúan sus desgracias que superan como más que faquires, ante la indiferencia de organizaciones humanitarias en el incumplimiento de las oligarquías gubernamentales.
Esos seres humanos, los rarámuris, a los que ofendemos si llamamos hermanos e incluso mexicanos, porque nada nos importan, a finales de año y principio del nuevo, es cuando más se mueren de frío y hambre. Uno que otro les extiende la mano con algo qué comer. Es, empero, insuficiente. Cuando tanto hablamos de derechos humanos, en la sierra Tarahumara, sus moribundos moradores de cuevas como en tiempos del hombre de las cavernas, solamente tienen la obligación de sobrevivir para morirse lentamente de hambre y de frío.
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