Bernardo Bátiz V.
Cuando hace varios meses empecé a visitar el estado de Nuevo León para impulsar el trabajo del gobierno legítimo en esa industriosa entidad, alguien me hizo un comentario exagerado y por tanto caricaturesco, pero que expresa al menos una parte de la realidad: “No, maestro, aquí en Monterrey hasta las piedras son de derecha”.
Los meses de trabajo, mi contacto con simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, mi encuentro con integrantes de redes ciudadanas y con militantes y dirigentes de los partidos del Frente Amplio Progresista, me han mostrado una realidad totalmente distinta en lo profundo de la sociedad neoleonesa.
Ciertamente, las acciones del gobierno encabezado por Natividad González Parás, que podría ser lo mismo un gobernador priísta que panista, y las actitudes de las cúpulas empresariales del estado, núcleo con diferencias y rivalidades internas, pero cerrado y unido cuando se trata de defender posiciones e intereses, podrían hacernos creer que en efecto, ahí todo lo que se vislumbra está de lado derecho del espectro político, que todos son partidarios del libre mercado, admiradores de las estructuras sociales de nuestros vecinos del norte, afines al espurio gobierno actual y simpatizantes de su proclividad autoritaria y su apuesta a la fuerza.
Lo confirman también, aparentemente, las obras suntuarias en la capital, como el Puente Atirantado (sobre un río seco) al que el ingenio popular llama “el puente atarantado” y que costó mucho más de lo que vale, o bien el juguetito más reciente del gobernador: el paseo de Santa Lucía, adornado con canales para lanchitas y patitos, de altísimo costo para los usuarios. También pudiera parecer que el comentario es acertado, porque el tema de los corrillos en restoranes de cabrito y lugares de reunión es el de los grandes negocios con la obra pública, y se comenta de ganancias fabulosas con terrenos que se pensaba estaban amparados por los viejos decretos que crearon el parque nacional que se conoce como Cumbres de Monterrey, donde cercanos y familiares al equipo de gobierno hacen su agosto con fraccionamientos de lujo, residencias campestres, restoranes y clubes de categoría.
Y algo insólito que sólo a ese abigarrado grupo de intereses se le podía haber ocurrido: una ley aprobada hace unos meses, por la cual los salarios de los servidores públicos de “alto rango” estarán sujetos a revisión y evaluación, así como a propuestas de aumento para “compensar variaciones en competitividad” por un Consejo Ciudadano de Remuneraciones, integrado, aquí lo insólito, por un representante de una universidad pública y por nada menos que ocho representantes de organismos privados, entre los que destaca el famoso Tec de Monterrey, Coparmex, Caintra y Canaco; es decir, los patos les tiran a las escopetas, los representantes de los ricos empresarios supervisan y determinan el salario de los servidores públicos, con lo que se confirma que tales servidores están en realidad supeditados a la oligarquía a la que supuestamente gobiernan.
Si ahí nos quedáramos, sería cierto que Nuevo León es un estado conservador y derechista en el peor sentido de la palabra; pero no es así: en extensas áreas urbanas y rurales, lo mismo en la zona metropolitana que en las poblaciones pequeñas del norte y del sur del estado, abundan los ciudadanos que no están conformes con la cerrada estratificación social que prevalece, tan injusta y desigual. Muchos quieren cambios, desde grupos de jubilados de la Fundidora y disidentes de los sindicatos domesticados, hasta destacados académicos y maestros universitarios; desde aguerridos profesores de primaria y secundaria hasta algunos empresarios con gran sentido de justicia y conciencia social, pasando por empleados, amas de casa, estudiantes, taxistas, obreros y desempleados que se acercan a los módulos y se inscriben como colaboradores del gobierno legítimo, asumiendo el compromiso de defender la soberanía nacional, el patrimonio público y la economía popular.
Eso alienta. Daré dos ejemplos; uno es el del antiguo militante del PAN, Herminio Gómez, desplazado por los neopanistas hace ya varios años, que ignoraron u olvidaron su entrega y su valor civil, personaje del que corren decenas de anécdotas, por su ingenio y su valiente activismo. Herminio Gómez afirma orgulloso: “cuando el PRI defraudaba al PAN en las elecciones yo defendía al PAN, y hoy que el PAN defrauda a AMLO, yo defiendo a AMLO del PAN”. Herminio, como sencillamente se le conoce en la ciudad de Monterrey, ha mantenido desde hace más de 22 una tribuna pública que instala todos los domingos en la Macroplaza, para denunciar injusticias y abusos, él mismo en ocasiones, pero en otras dejando a sus invitados micrófono y público.
Otro ejemplo más es el del legendario grupo político de izquierda conocido como El Cinco de Febrero, integrado por ex trabajadores de la Fundidora, presentes en todas las luchas populares, maduros hombres de trabajo y convicción que ni retroceden ni se cansan.
Así que no es cierto o al menos es exagerado que en Monterrey todos sean de derecha; abundan los grupos, las reuniones, los sitios de Internet, los periódicos locales que están empeñados en formar la nueva República desde abajo y en impedir que quienes dirigen sin derecho este país, empresarios y políticos a su servicio se salgan con la suya.
OTRO SÍ DIGO: Un saludo solidario a la periodista Carmen Aristegui por su profesionalismo e inteligencia, pero principalmente por su dignidad e independencia; Orwell decía que la libertad es la posibilidad de decir lo que molesta a los poderosos.
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