Manú Dornbierer
El 80% de la producción de The Economist, famoso e influyente periódico inglés, está destinada al extranjero. El diario tiene alta credibilidad entre el público común porque coquetea hábilmente con la derecha y con la izquierda, pero su helado corazón es reaccionario y el neoliberalismo que lanzó su mami Margaret Thatcher y su papi Ronald Reagan le vino como guante. El periódico fue fundado por el colmilludo político británico James Wilson en 1843. Algunas de las publicaciones del actual y sagaz grupo editorial van dirigidas por ejemplo a funcionarios de Washington, tal es el caso de Roll Call. Es hábil, pero a veces menosprecia la memoria de sus lectores. Llama gangster a Putin por no permitir que compañías extranjeras exploten el petróleo ruso y se le olvida que a la criminal invasión de Irak para apoderarse del petróleo iraquí la llamó “Cruzada por la libertad”. Los artículos nunca están firmados y supuestamente “el consejo de redacción se hace responsable de los análisis y opiniones expresados”. Es decir nadie da verdaderamente la cara o un nombre.
Sin embargo, como en toda publicación hay artículos enmarcados, lo que significa pa-ga-dos. Uy, deben ser muy caros. Pero cuando se cuenta con el dinero de México para autoglorificarse ¿qué importa? En la edición Courrier Internacional para FranceInfo, en edición hors série (fuera de serie) No 22, de diciembre 2007 a febrero 2008, Felipe Calderón se promueve como el maxihéroe de Latinoamérica. Qué Hugo Chávez ni qué nada.
En un artículo escrito sin asomo de pudor, sin respeto a la inteligencia de sus posibles lectores europeos y mexicanos, en primera persona y en puro estilo foxista ¿o salinista?, afirma Felipe que “México ha escogido entre el pasado y el porvenir, entre el regreso a sistemas autoritarios y el fortalecimiento de la democracia, entre el proteccionismo y mercados más abiertos, entre la inutilidad de medidas populistas y el equilibrio responsable de las finanzas públicas”. Y francamente Calderón, el espurio, no puede hablar de democracia ni de “regímenes autoritarios”. La democracia la canceló en el país al no querer contar los votos para aclarar su “triunfo” en la elección. Y dentro de la misma línea hoy la ha cancelado en su propio partido, el PAN, al imponer descaradamente al presidente del mismo, su sospechoso amigo Germán Martínez Cázares, quien imita a su jefe y también paga propaganda (aunque aún no en The Economist). Grita en la radio “Los panistas me han elegido” cuando todos sabemos que como en el viejo PRI sólo fue Calderón quien “pompó”.
También sabemos que no hay empleo en México, por lo que continúa la sangría de la emigración y aumentan los porcentajes de pobreza, que hay huelgas que el gobierno rompe y marchas de protesta a todas horas contra el TLCAN y contra la entrega del país, que los precios se están disparando con el gasolinazo sin que la propaganda oficial logre ocultarlo. Que México acabó de perder con el panismo su campo y de lo que quedaba de industria nacional a manos de las transnacionales. Pero sonriente y cínico, Calderón declara a la versión en francés de The Economist: “Desde el principio de mi mandato en diciembre 2006, mi gobierno se emplea en poner a México en el camino del desarrollo”. Bueno, bueno, bueno…
Se vanagloria mentirosamente de inexistentes victorias, pero lo peor es que considera la militarización anticonstitucional que ha impuesto a México como EL GRAN LOGRO. En su propaganda afirma que los mexicanos que consideraban que la inseguridad era el peor problema del país han disminuido de 50% a 25%. No se percata de que el combate al narcotráfico que ha abrazado como cruzada, haciendo de hecho “el trabajo sucio a los gringos”, lejos de tranquilizar a los mexicanos, tiene exasperados y asustados (estilo Bush en el caso) a todos los que viven en ciudades militarizadas, víctimas de los enfrentamientos. Están horrorizados por la sangre y las cabezas que corren por sus calles, sea de quien sea, por los cientos de ejecuciones de traficantes o de policías. ¡Ya miles de ejecuciones!
Se ufana Calderón de que “más de 10,000 individuos ligados a la droga y una veintena de narcotraficantes de primer plano fueron capturados”. Dos líneas después dice “diez de los dirigentes más peligrosos del crimen organizado han sido extraditados a Estados Unidos”. Eso es lo importante para el que campantemente dice junto a su foto sonriente: “He explicado a los mexicanos que es un problema complejo (acabar con las organizaciones criminales) que no tiene solución a corto término y que nos tomará mucho tiempo, mucho dinero y lamentablemente muchas vidas humanas”. Y en el mismo párrafo hace del asunto de Ye Gon, el encuentro el año pasado de 215 millones de dólares en efectivo, otra “victoria” de su régimen, cuando en ese sucio dinero está embarrado hasta el cuello Lozano, su secretario del Trabajo, y Ye Gon afirma que esa fortuna de misteriosa procedencia perteneció a la campaña electoral de Calderón. El asunto no ha sido totalmente sofocado y el prepotente secretario del Trabajo, esclavo de ricos indecentes como los Larrea (“Ralea”) del minero Grupo México, no ha sido conminado a aclararlo.
Pero volvamos a los 10,000 individuos “ligados a la droga”, según Calderón, que han sido capturados. Habría que probar que esos miles de personas detenidas efectivamente pertenecen a los carteles de la droga y para ello habría que demostrar con investigaciones dentro de la ley que efectivamente es así, porque si no cualquiera puede ser acusado de narco y ajusticiado sin más. Hubo tiempo y voluntad para realizarse? No, la prisa que tiene Calderón de autolegitimarse con la magna gesta que significa ese “trabajo sucio para los gringos” y de vanagloriarse de ello como vemos en The Economist, no ha permitido un trabajo judicial serio. Hay que recordar también que el procurador Medina es conocido como Mister Atenco, aquel que por capricho de Fox, al que le habían negado el regalo de sus tierras para hacer el aeropuerto del DF, se lanzó contra los vendedores de flores de Atenco y organizó contra los pobladores rebeldesdel Estado de México un operativo atroz amenizado con violaciones y por el cual hoy están en prisión con sentencias hasta de 67 años líderes campesinos, que de estar libres hubieran participado en la megamarcha: “Sin maíz no hay país y sin frijol tampoco” contra la apertura del TLCAN.
El gobierno de Calderón está aprovechando la cacareada lucha contra la droga y la anticonstitucional militarización de las calles para la represión “legal” de la enorme disidencia que hay en el país y que desde luego los medios de comunicación al servicio del PAN minimizan cuando no la esconden. Esto es especialmente evidente en uno de los estados desde siempre más castigados por los militares, Guerrero, el de la Guerra Sucia que nunca se aclaró y que sigue aplicándose actualmente a través de la “limpieza” de Calderón, estado hoy mal gobernado por Zeferino Torreblanca, un falso perredista, amigo de Fox y de Calderón, que no atiende los gravísimos problemas sociales de su entidad y sólo se hace de la vista gorda.
El 28 de enero, La Jornada de Guerrero publicó que organizaciones sociales defensoras de los derechos humanos acordaron solicitar a Louise Arbour, Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, una tercera reunión adicional a las que tiene previstas. Arbour estará muy brevemente el 7 de febrero en la capital del estado, Chilpancingo, y luego en Tlapa, en la paupérrima región de La Montaña, “y no sólo en La Montaña se violan los derechos humanos”, claman las ONG. En dos años, hubo 70 desaparecidos sin vínculos con el narco: En efecto, en los dos últimos años se han registrado más de 300 asesinatos sin aclarar y han sido desaparecidas 70 personas que no tenían vínculo con la delincuencia organizada y las autoridades no dan ninguna respuesta a la demanda de encontrarlas con vida, denunciaron integrantes del Comité de Familiares de Desaparecidos, Secuestrados y Asesinados”.
Este breve e incompleto panorama de la realidad de México debería llegar a manos del “Consejo de Redacción que se hace responsable de los análisis y opiniones expresados” en The Economist, al que habría que preguntarle si también avala la propaganda pagada de los políticos que lo utilizan para autoglorificarse. Y de paso, solicitarles sus tarifas.
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