sábado, febrero 02, 2008

Pemex

Enrique Calderón A.

El próximo 18 de marzo se cumplirán 70 años de uno de los días más memorables de nuestra historia, el día aquel en que el presidente Lázaro Cárdenas anunciaba a la nación la expropiación petrolera. El mismo día en que el pueblo de México, hombres y mujeres, manifestó como nunca su apoyo espontáneo y decidido a un acto de gobierno, ofreciendo incluso sus pertenencias para cubrir la deuda que la nación contraía para pagar a las empresas extranjeras lo que supuestamente perdían con aquel acto reivindicatorio de la soberanía nacional.

La decisión, como ninguna otra del siglo XX, respondió a una visión de largo plazo, orientada a crear un país rico y próspero, donde no faltara el trabajo, donde los niños y los jóvenes pudiesen por fin acceder todos a la escuela y lograr una educación de alta calidad, donde la asistencia social llegara a todas las familias, donde las oportunidades de crear empresas e instituciones de investigación, de cultura y de desarrollo tecnológico fueran ilimitadas, donde los campesinos pudiesen trabajar y vivir con dignidad, salud y alegría.

Por supuesto nada de esto terminó sucediendo, en la medida que aquel proyecto visionario se fue perdiendo, para dar lugar a una serie de mezquindades y de historia de corrupción rampante, haciendo del petróleo un botín de una minoría rapaz e irresponsable.

El primer gran error se dio al final de la década de los 40 con la conformación de un sindicato de corte fascista que facilitara el control y el uso político de los trabajadores petroleros, sin reparar en los altos costos económicos y daños sociales que ese monstruo representaría en las décadas siguientes.

Los poblados y campamentos petroleros, que en otros países han dado lugar a proyectos urbanos y portuarios ejemplares, en México significaron la continuación de los mismos arrabales, prostíbulos y antros, ahora bajo la tutela de los líderes petroleros.

El segundo gran error se dio cuando el presidente López Portillo puso la política petrolera bajo la dirección y supervisión de los más voraces intereses estadunidenses al nombrar como director de Petróleos Mexicanos (Pemex) a un socio y amigo cercano del señor George Bush. El desastre no se hizo esperar: al terminar el sexenio México debía 85 mil millones de dólares, con 60 mil de ellos directamente relacionados con infraestructura petrolera, diseñada esencialmente para el servicio de Estados Unidos.

Ciertamente la capacidad de producción petrolera se había incrementado sensiblemente, pero orientada básicamente a la extracción de crudo y poco o nada a la petroquímica derivada.

Durante el sexenio de Carlos Salinas, su gobierno se orientó a crear una fantasía, la de un paraíso de ganancias inéditas para las empresas que operaron y se establecieron en México. Para este fin se necesitaban recursos, y ésos saldrían del petróleo.

Fue así como llegaron los grandes bancos internacionales que, luego de comprar instituciones financieras mexicanas, empezaron a recibir recursos gubernamentales y exenciones fiscales, logrando utilidades mayores a las de sus mismos países de origen.

El modelo fue continuado por los siguientes gobiernos, que se han dedicado a promover la llegada de nuevas empresas e inversiones, con grandes exenciones de impuestos; el dinero para todo esto, y para financiar otros dispendios, los electorales incluidos, ha salido del gran patrimonio petrolero de la nación.

Es por eso que hoy cuando el Presidente dice que Pemex necesita grandes cantidades de recursos para convertirse en una empresa moderna y eficiente está faltando a la verdad. Pemex genera con creces los recursos necesarios para convertirse en una empresa líder a escala mundial.

Quien necesita los recursos es el gobierno, que no sabe ya cómo salir de la bronca y ve en la venta de una parte de la empresa una posible alternativa.

La decisión seguramente traería un respiro y quizás una sensación de bienestar en el corto plazo, los problemas vendrían después, pero esto ya no sería problema del actual gobierno sino de los que le sigan y, bueno, también del país, pero ello poco importa, así lo han hecho los gobiernos anteriores y les ha salido bien a ellos.

Hasta ahora los intentos de enajenar los recursos energéticos han fracasado. ¿Seguirá siendo así? ¿Finalmente en esta ocasión lograrán su objetivo?

Los sucesivos gobiernos mexicanos han sido hasta ahora incapaces de lograr beneficios tangibles para México, pero la privatización no es por ningún motivo el camino; el pueblo de México y su futuro deben ser tomados en cuenta.

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