Por María Teresa Jardí
Ni más ni menos. Ahora resulta, nos dicen, sin empacho, con la desvergüenza que le es característica: “que las crisis son la neta y que sólo los fracasados no lo entendemos”. Claro, es muy fácil no ponerse “a chillar” ante la crisis cuando se cobra en Televisa. Los 600 o más asesinados por los israelitas en Gaza nada significan para los a modo del sistema. La crisis del Medio Oriente es una oportunidad, pensarán, para que los gringos sigan saqueando el petróleo y otras minucias como son las obras de arte que, como patrimonio, a la humanidad entera pertenecen, pero que se ven “muy bien” en los corredores de las casas convertidos en galería privadas de ricos empresarios que sólo disfrutan de lo mucho que les costaron y, sobre todo, que sólo los elegidos por ellos puedan contemplarlas de paso al salón donde, amén de los exquisitos licores, se darán unos pases de coca antes de ver una película snuf o de echarse a un adolescente condenada, o condenado, por la miseria canalla que esos mismos abusadores promueven.
Hace tiempo que, por razones de salud, me debía un comentario, prometido y largamente esperado, mi amigo científico, siempre sabio y atinado, Jorge Álvarez, quien, a manera de regalo de reyes, me dice, en lo conducente —- que mañana les continuaré compartiendo, es muy largo—-, lo siguiente:
“Una de las frases que leí hace un par de meses, en un artículo tuyo, era algo así como: “la historia siempre hace justicia con los canallas”, seguramente no eran esas las palabras que usaste pero sí el sentido. Me hizo saltar sobre mi lecho y me puse a recordar infinidad de ejemplos que muestran todo lo contrario. La Historia, tal como nos la enseñan en primaria, secundaria, preparatoria y, hasta a veces, (cuando uno no estudia precisamente la carrera de historiador), en la universidad, es una sucesión de mentiras que ensalzan a ciertos canallas, denuestan a otros, y solapan u ocultan a ciertos héroes e inventan otros que no lo son. Como ejemplo de nuestra cultura occidental está lo de Calígula y Nerón, ambos emperadores romanos vilipendiados hasta el cansancio por la Historia que nos cuentan a las masas. Sin embargo, si uno se pone a buscar entre los historiadores que se toman en serio sus trabajos, que hay muchos, y que tiene cátedras de Historia en las universidades, se entera que ambos llegaron al poder y adquirieron al poco tiempo un inmenso apoyo popular aboliendo impuestos al consumo, agobiantes para el pueblo, (hoy en día se le llama IVA), por considerarlos retrógrados e injustos. Atacaron y se burlaron de esa casta de terratenientes de enormes riquezas que componían el Senado, y que inventaban guerras imperialistas para aumentar su riqueza personal a costa de la gente quitándoles poder a través de la descalificación y la burla.
Una imagen de mis libros de historia de secundaria mostraba a Nerón tocando la lira con cara de loco mientras Roma se quemaba. Se sabe, desde hace mucho, que el incendio de Roma lo gestaron sus enemigos políticos y que Nerón estuvo al frente de las brigadas que combatían el incendio. Calígula tenía una enfermedad que le impedía dormir normalmente y sufría alucinaciones y desvariaba de cuando en cuando, pero no fue por eso que los senadores lo asesinaron sino porque era una “amenaza para sus intereses”. ¿No te suena esa última frase?”... “¿Por qué los gobiernos y los “sabios oficiales” temen tanto a la Historia, o al menos a que las masas populares la conozcan realmente? ... Llegando algo más actual. ¿Alguien sabe cómo nació la banca privada? ¿Por qué? ¿Para qué?” Mañana, les prometo, estimados lectores que, por boca de Jorge Álvarez, se van a enterar, si no lo saben, también ustedes.
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