Por Juan José Morales
Calificar como guerra lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza, resulta tan grotesco como hablar de batalla naval entre un acorazado y una piragua. Mientras el Ejército israelí —uno de los mejor equipados del mundo— posee cañones de todos los calibres, helicópteros artillados, cazabombarderos a reacción, tanques, vehículos blindados, bombas guiadas por láser, cohetes teledirigidos, aviones sin piloto, las infames bombas de racimo y cuanta arma de alta tecnología existe actualmente, los palestinos no tienen, para enfrentársele, más que fusiles, morteros y pequeños cohetes de fabricación casera tan poco eficaces, que los millares que se dice han sido disparados durante años contra territorio de Israel han causado sólo un puñado de muertos y algunos daños materiales.
No. Lo que está sucediendo en la Franja de Gaza es una carnicería con características de genocidio. Porque, además de la enorme disparidad en el saldo de víctimas de uno y otro bandos —cientos de cadáveres y miles de heridos entre los palestinos, y sólo unos pocos muertos y heridos en el Ejército israelí, según sus cifras oficiales—, se está tratando de acabar con la población civil mediante el hambre y las enfermedades. Como han denunciado la Cruz Roja Internacional, el Organismo de las Naciones Unidas para los Refugiados y muchas organizaciones humanitarias, el gobierno israelí mantiene un criminal bloqueo para impedir la entrada de alimentos, así como de médicos, medicinas, equipo quirúrgico, vendajes, anestésicos y demás elementos necesarios para atender a los miles de víctimas de los bombardeos, entre ellos cientos de mujeres, ancianos y niños. Impide también la entrada de combustible para la única central eléctrica de Gaza, y como resultado —informan diarios europeos—, hay una severa escasez de agua potable y las alcantarillas rebosan de inmundicias. Ambos factores, sumados a la carencia de suministros médicos y la acumulación de basura, pueden ocasionar —advierten los organismos internacionales— epidemias de cólera y otras enfermedades. De nada han servido las angustiosas peticiones de la Cruz Roja, gobiernos y grupos humanitarios. Israel se niega tozudamente a levantar el bloqueo.
De hecho, uno de los propósitos de los gobernantes israelíes parece ser infligir el máximo sufrimiento posible a la población civil de la Franja de Gaza, con la idea de que deje de apoyar a su gobierno, electo democráticamente y encabezado por miembros del grupo islamista radical Hamas. Esa política, por lo demás, no es nueva. Durante el último año, pese a que Hamas respetó la tregua firmada con Israel, éste mantuvo un severo bloqueo sobre Gaza, causando repetidas crisis por falta de alimentos, combustible y medicinas, y aterrorizando a los residentes con las llamadas bombas sónicas sobre las que hemos escrito en esta columna, y que son los estampidos causados por cazabombarderos al superar la velocidad del sonido. Los repentinos estruendos —similares a explosiones— causan alteraciones nerviosas y traumas sicológicos, sobre todo en niños, mujeres y ancianos. La técnica israelí consiste en sobrevolar Gaza para causar estampidos sónicos por la madrugada, cuando la gente duerme, o por las mañanas, cuando los niños se encuentran en las escuelas.
La actual situación recuerda los tiempos de la década de 1930, cuando la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini invadían países y se anexaban naciones y territorios —la Renania, la región de los Sudetes en Checoslovaquia, Austria, Etiopía, Libia— ante la pasividad de la Liga de las Naciones. Ahora, también, la ONU ha fracasado en sus intentos por el exterminio de los palestinos porque todos los proyectos de resolución en ese sentido han sido bloqueados por Estados Unidos.
No es de extrañar que así sea. Después de todo, Israel es una hechura de las potencias occidentales, que lo crearon para tener un enclave militar en el corazón del mundo árabe. Pero el espacio se ha agotado, así que dejaremos esta historia para mañana.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario