Francisco Luna Kan
El movimiento obrero hizo, al fin, acto de presencia en el Zócalo de la Ciudad de México. En años anteriores lo había hecho el 1 de mayo, Día del Trabajo. Ahora, respetó la emergencia del cuidado colectivo en la salud de los mexicanos y pospuso su concentración, motivada por la causa ausentista, en la emergencia surgida con motivo de la gripa humana, una de cuyas observancias se refería a la no asistencia en forma multitudinaria para evitar su propagación.
La clase obrera, históricamente, había sido la gestora de conquistas para los trabajadores al inicio del “maquinismo” introducido en la producción impulsada por el capitalismo. Con la generalización mundial de esta forma del trabajo incrementó su presencia en todas las áreas productivas, pero a la vez fue perdiendo su presencia en la conducción política de la sociedad.
Nuestro país, que había basado su proceso de existencia en un sistema de economía mixta en la que participaba el sector privado y el público, fue absorbido progresivamente para inclinarse por la economía de mercado y consecuentemente fue disminuyendo su área de convergencia con las demandas obreras.
Faltó visión de futuro a gobierno y trabajadores para resistir el embate predominante del capital. La situación fue más grave porque no hubo honestidad en el manejo de las empresas impulsadas por el Estado. Pero también se registraron debilidades en la dirigencia del movimiento obrero para obtener metas concretas en el bienestar de su clase, cediendo conquistas a cambio de posiciones políticas.
En la crisis financiera que se detectara el año pasado en Estados Unidos, el Sr. Alan Greenspan externó su asombro al manifestar: “me equivoqué. Pensé que el capitalismo se regularía solo”. Tal apreciación parece que no fue suficiente; se reconocía el error pero no se veía la forma de corregirlo.
Parece que fue hasta ahora, hace apenas unos días el Presidente actual de Estados Unidos, el Sr. Obama, adquirió con recursos de la nación, la empresa General Motors que por su situación financiera estaba a punto de cerrar el mayor emporio automotriz de ese país y tal vez el más poderoso del mundo.
Tal circunstancia debe hacernos reflexionar a todos: obreros, empresarios, políticos, intelectuales y población en general, que se requiere de sistemas económicos estructurados sobre bases equitativas para que la producción genere bienes que puedan ser disfrutados a favor del bienestar general.
Ni los capitalistas deben alarmarse o ver con desconfianza a los obreros, ni éstos pueden pretender destruir el espíritu empresarial que deben asimilar en el propósito de influir en la construcción de sociedades sin tantos desniveles económicos. La voracidad del capitalismo del siglo pasado debe conducirnos a serias reflexiones sobre el modo de producción que demanda el mundo actual.
Se han logrado avances espectaculares con la energía atómica. La conquista del espacio permitió la exploración del satélite terrestre y se pretende conocer si la vida existe en otros planetas. Sin embargo no hemos sido capaces de regular el crecimiento poblacional del nuestro.
El ámbito de la Tierra no garantiza el sostenimiento de un aumento de población indefinido. La producción de alimentos resulta insuficiente para satisfacer su demanda. Preceptos morales y religiosos no han evolucionado al ritmo del avance científico. Mientras existan grandes diferencias sociales la humanidad padecerá las consecuencias del egoísmo de las élites, que anteponen sus privilegios a la sana convivencia.
Por su vida con carencia y con falta de oportunidades para contribuir al progreso, la clase obrera continuará siendo la vanguardia de las demandas de justicia social. Ojalá lo pudieran entender los otros sectores sociales.
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