Ruby Betancourt Moguel
Nuevo Gobierno en El Salvador
Por lo visto en América Latina la izquierda va ganando terreno. No se hubiera sospechado que un día el Frente Farabundo Martí por la Liberación Nacional, FMLN, un movimiento marxista armado y por supuesto perseguido, al transformarse en partido político y abandonar las armas, ocuparía un día la presidencia de El Salvador. La toma de posesión de Mauricio Funes es digna de regocijo, pues es el primer mandatario de izquierda que ocupa la presidencia de El Salvador y viene a sumarse a los países de nuestra región presididos por un gobernante de izquierda y que, en sus primeras declaraciones anuncia el restablecimiento de relaciones plenas con Cuba, promete una revolución pacífica y democrática y acusa a los gobernantes que le antecedieron de ser responsables de la situación de crisis en la que él llega al poder. No deja de ser curioso que un periodista egresado de la Universidad Centroamericana, que es una universidad jesuita, asuma una posición de izquierda y se declare partidario de un restablecimiento pleno de relaciones con la Isla, expulsada por la OEA hace ya medio siglo, y que sea acompañado por un vicepresidente ex guerrillero del Frente en su etapa armada. Claro que ya sabemos que los jesuitas nunca han sido muy ortodoxos.
El Presidente de posición de izquierda más extrema en América Latina, si consideramos aparte el caso de Cuba es, como sabemos, Hugo Chávez, quien ha rescatado a Venezuela de la sumisión a Estados Unidos. No faltan voces estridentes que aseguran que Chávez, cuyo defecto real está en hablar demasiado, pretende convertir a su país en “otra Cuba”, lo que no es posible porque vivimos en un mundo muy distinto al que existía cuando Fidel Castro Ruz llegó a la presidencia con el triunfo del movimiento armado de la Revolución Cubana y que ha sido objeto de la total falta de respeto a los derechos humanos. Ya no está la URSS como contrapeso al colonialismo norteamericano, la globalización ha dejado a los países menos desarrollados atados a un neoliberalismo trasnochado que parecía estar favoreciendo solamente a los países más desarrollados. No quiero decir que no hayamos recibido rotundos golpes en virtud de ese neoliberalismo, pero sí quiero destacar que ha traído como consecuencia las contradicciones propias de un capitalismo insaciable, como podemos observar en la crisis que sufre en estos momentos Estados Unidos y como, según dicen, la globalización globaliza todo, también nosotros estamos sufriendo las consecuencias de esa crisis. No me atrevería a decir que el momento histórico difícil que estamos viviendo se deba solamente al neoliberalismo, pero sí que sufrimos sus consecuencias más dañinas ya que tenemos la desgracia de compartir una larguísima frontera con Estados Unidos y estamos atados a un Tratado de Libre Comercio de América del Norte que sólo exige el cumplimiento por parte de México y no detiene a Estados Unidos en sus reiteradas faltas a lo establecido por el famoso e inequitativo Tratado.
No solamente Cuba y Venezuela se han unido en contra de la explotación inherente al colonialismo. Tenemos ya a Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Nicaragua y Paraguay. México estaría en esa misma posición de no haber mediado el falso triunfo de Felipe Calderón. Ya nos había ocurrido la misma desgracia cuando en la elección de Carlos Salinas de Gortari se “cayó el sistema” y con él todas nuestras esperanzas de justicia social al ser arteramente asesinado Luis Donaldo Colosio. Todavía sufrimos del poder que ha dado a Carlos Salinas de Gortari la inmensa fortuna que amasó, al igual que su hermano Raúl, durante su “reinado”.
En la Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) que concluyó el miércoles pasado y después de una seria discusión se aprobó por aclamación, se dejó sin efecto la vergonzosa resolución de la OEA que así casi medio siglo excluyó a Cuba de dicha organización. Cabría destacar la posición de los presidentes de Nicaragua, Honduras y Paraguay, así como la de Rigoberta Menchú, para lograr este consenso. A pesar de que no sabemos lo que responderá Cuba, el acuerdo para su reincorporación es un gran paso. Yo pensaba que no se lograría y creo que es un mensaje positivo que debe alimentar nuestras esperanzas de que los países de América Latina dejen de ser, por fuerza, esclavos de lo que Estados Unidos decrete. Tenemos que ser optimistas. No es posible que la desigualdad y la miseria de muchos países sean permanentes. Lo ocurrido en el Salvador aumenta nuestro optimismo casi destrozado por los males que aquejan a nuestro país.
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