sábado, junio 06, 2009

Táctica ineficaz



José Woldenberg, expresidente del Instituto Federal Electoral (IFE), advierte que el movimiento que convoca a ir a las urnas el 5 de julio para anular el voto y el creciente abstencionismo deben preocupar a los políticos y a los partidos.“Darle la espalda a la inasistencia a las urnas o a quienes van a anular su voto es suicida. Esto está expresando algo –dice el experto–: expresa malestar, desencanto y desafección a los partidos”.
Sin embargo, Woldenberg no tiene duda: este movimiento para acudir a las casillas el día de la jornada electoral y abolir el sufragio va a fracasar porque tiene enormes debilidades. La principal: dejará a los que sí votan la decisión de cómo se integrará la representación popular, como la Cámara de Diputados, o quiénes se convertirán en autoridades.“Ahí reside su mayor debilidad –señala–. Y su otra debilidad es conceptual: la única manera que se tiene para decir que hay que anular es que, para ellos, todos los partidos significan lo mismo. Y esa es una gran falacia.”Según él, los partidos en México en muchas cosas se pueden parecer, pero sin duda expresan diversidad de diagnósticos, propuestas, plataformas. Por eso, Woldenberg niega que anular el voto se equipare a la “abstención activa”, porque ésta tiene sentido sólo cuando alguna corriente político-ideológica está excluida, como ocurrió con el Partido Comunista Mexicano en 1970.En entrevista en su austero cubículo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Woldenberg afirma que “la manera de revertir la abstención es elevando el nivel de la discusión política, generando un circuito más productivo o político, es dignificando esa actividad”. –Eso es justamente a lo que apelan los anulistas…
–¿Pero van a lograrlo con eso? En esa operación hay algo que es absolutamente cierto e incontrovertible: quienes vamos a decidir somos los que votamos y hay una probabilidad de que eso genere la reflexión de los partidos para corregirse y demás. Autor de La mecánica del cambio político en México y El cambio democrático y la educación cívica en México, entre otros libros especializados, explica que normalmente, cuando ha habido reformas, no es porque la abstención haya crecido, sino que “se han dado cuando se genera un diagnóstico de algún problema y se hacen avanzar algunas propuestas, es decir, se crea un contexto de exigencia real con diagnóstico, con medidas y con horizonte”.
–Dicen los activistas que anular el voto implicará un sacudimiento a los partidos y que haya reformas que hagan más eficiente el sistema. ¿Es algo ingenuo o es producto de este estado de ánimo contra los partidos?
–Yo creo que tiene que ver, en efecto, con un estado de ánimo muy encendido que no es solamente mexicano, que lo han medido encuestas como el Latinobarómetro, en donde el aprecio por los partidos, los políticos y los congresos es muy bajo.
Las razones de la ira
De hecho, dice, la motivación profunda del desencanto no es política, sobre todo cuando se ha avanzado en el proceso democratizador: “Yo creo que los nutrientes fundamentales del desencanto vienen de otro lado, vienen del no crecimiento de la economía, del deterioro de las condiciones de vida de la gente, de una sociedad cada vez más desigual, con franjas de pobres enormes”.Explica: “Hoy cuesta trabajo pensar a México como país. Parece más bien un archipiélago de grupos, de tribus, de pandillas, escasamente integrados. Entonces, el sentido de pertenencia a una comunidad nacional está, de alguna manera, roto, trastocado. “Yo creo que de ahí viene el desencanto. Incluso, para decirlo en términos de las personas, yo creo que el desencanto se nutre mucho, al no crecer la economía, de la expectativa de cómo van a vivir los hijos, y van a vivir peor que los padres. Entonces hay un mal humor público, agrio, irritado, que se explica por eso, más que por la política en sí misma. Y dicen: todo esto es culpa de los políticos, del Congreso, de los partidos. Pero el malestar es por eso.”Pone como ejemplo el período de 1932 a 1982, cuando la economía creció en un régimen autoritario y había una especie de consenso pasivo más fuerte. “¿Y cómo se explica ese consenso? Por el crecimiento de la economía. Siempre fue un crecimiento polarizador, nunca fuimos una sociedad equitativa ni igualitaria, pero al crecer la economía las expectativas de vivir mejor se cumplían, y hoy no. Por eso también me parece que este método no va a lograr los fines que busca, por desgracia”.Woldenberg aclara también que jamás se podrá saber si el movimiento fue exitoso: “Van a aparecer los tradicionales votos por Batman y Cantinflas, los errores y los que van a anular para manifestar un malestar con los partidos. ¿Qué porcentaje de esos votos expresa cada uno de ellos? Nunca lo vamos a saber”.Lo que le preocupa de este tipo de movimientos es la “retórica antipolítica”, que “es muy efectiva pero suele ser muy mentirosa”. Consiste en que los políticos, sus partidos y el mundo institucional son un bloque llamado la clase política, que es perverso, corrupto, ineficiente; explica. “Hay también un pueblo que porta todas las virtudes: es noble, incorruptible, trabajador. Y entonces hay una contradicción entre la clase política y el pueblo. Y curiosamente siempre hay un salvador, que puede ser un movimiento, un líder carismático, alguien que, ese sí, va a romper con la dinámica autorreferencial. Yo creo que es una falacia de principio a fin.”Reflexiona: “El discurso antipolítico lo único que hace es fomentar el desencanto en muchas de las instituciones que son necesarias para la democracia. Porque no hay democracia sin partidos, sin políticos, sin Congreso. Entonces, más bien yo me orientaría a cómo vamos a reformar la vida política a través de los políticos, de los partidos y de los congresos, y no a tratar de exorcizarlos”.
–El cardenal Juan Sandoval dice que quienes llaman a anular el voto no hacen patria y que el abstencionismo va a matar a la democracia.
–Ese lenguaje tampoco ayuda en nada. Yo insisto en que reconozco como un derecho que la gente se abstenga o que la gente vaya y anule su voto. Lo que digo es que para los fines que se plantean ese no es el mejor método. “Los partidos, los políticos, la escuela, los medios deberían tener políticas permanentes para explicar qué son los principales regímenes de gobierno, cuáles son sus valores, sus principios, sus conductos de participación, por qué es mejor vivir en democracia que en un sistema autoritario. Nos hace falta, como sociedad, una enorme pedagogía para llegarle a todo ese mundo de gente que hoy está absolutamente divorciado de la política. “Me da la impresión de que cuando desde el púlpito se meten a la política, siempre lo hacen de manera muy mala. Hasta en el lenguaje, como en este caso. Acostumbrado a pensar en pecados, trasladan ese lenguaje a la vida política y desnaturalizan todo. Insisto: es un derecho no participar, no hay que anatemizar a nadie, pero no creo que sea una fórmula para cambiar las cosas.”

Suena sensato el tal Woldenberg ¿verdad? Pues es uno de esos intelectuales que le lamió la cola a Fecal y sabiendo que había habido fraude declaró lo contrario. ¡Cuidado con estos oportunistas que se quieren hacer los muy serios y son unos traidores! Por muy bien que argumente, moralmente es una gentuza.


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