Antonio Gershenson
Lo llamativo fue la caída de los índices de las bolsas de valores. La causa principal fue una crisis en el sistema de préstamos hipotecarios, sobre todo pero no sólo en Estados Unidos. Se le presta dinero al dueño de una casa u otra propiedad, con ésta como garantía. A menudo el préstamo se usa para comprar la propiedad, por ejemplo la vivienda, por lo que muchos están pagando, al pagar la deuda, la propiedad firme de su hogar, sea departamento o casa.
El problema se presentó cuando cada vez más deudores no pudieron pagar, o se retrasaron en sus pagos cada vez más. Los que prestaron el dinero dejaron de recibir los abonos, y su situación en las bolsas de valores empeoró. El remedio que se puso en Estados Unidos y en otros países fue que las autoridades financieras “inyectaron” mucho dinero a estos mercados, para que no hubiera escasez de dinero y subiera el valor de los índices de las bolsas. Pero la situación del sector de préstamos hipotecarios, y de numerosos endrogados cuya vivienda está en juego, no por eso dejó de ser problemática.
No siempre se ha visto en todo su alcance el problema. Además de Estados Unidos, el problema se produjo en Canadá, Inglaterra, Francia, Alemania y otros países del norte de Europa, Australia, Corea del Sur y Singapur.
Los discursos de políticos oficiales no van a resolver las cosas. Hablan de un supuesto blindaje del sistema financiero mexicano, cuando los hechos muestran que cuando la economía de Estados Unidos estornuda, a diferencia de las de otros países, la mexicana tiene pulmonía. Se ha olvidado que aquí tenemos un problema similar con las tarjetas de crédito. Va aumentando el número de tarjetahabientes que no pueden pagar o se retrasan en sus pagos.
Se les hizo fácil pagar el “rescate” bancario, a costa de que muchos consumidores sufrieron la pérdida de bienes adquiridos a plazos. A costa, también, de la economía del país, de su estancamiento, de una mayor concentración de la riqueza.
Por si fuera poco, en vez de reducir los ya muy caros costos de la energía, para contribuir a reactivar la economía, se plantean subir el precio de los combustibles, mediante más impuestos. Eso significa que subirán los alimentos, que de por sí están subiendo, y que serán transportados por vehículos que consumen estos combustibles. También tenderán al alza muchos otros bienes por la misma razón.
También la industria será afectada, al tener que pagar más por el transporte, primero, de las materias primas que va a usar en la producción, y luego los bienes ya producidos por ella. Esto, además, va a encarecer los productos de estas empresas.
Al “tronar” las tarjetas de crédito, además del daño al que la tenía, se reduce el mercado interno, y por lo mismo se afecta la producción. Todos estos fenómenos en su conjunto debilitan la economía del país... y eso no lo remedian ni 100 discursos de políticos derechistas.
Lo que hay que hacer es todo lo contrario. No endrogarse, no dejarse llevar por las campañas de publicidad encaminadas a gastar en lo que no es verdaderamente necesario. En materia de energía, se debe hacer en ella la inversión necesaria, en vez de saquearla y endeudarla al extremo, de modo que bajen sus costos y, por tanto, el precio de los energéticos. Hay que reducir al máximo el derroche y los altísimos ingresos de la alta burocracia, que suma por lo menos decenas de miles de personas.
Los precios de alimentos básicos y en general de artículos de primera necesidad, mientras se sanea la economía, deben ser sujetos a un control. Ya estuvo bien de cargarle lo más pesado al que menos tiene. Y estas y otras medidas, al tiempo que representan una mejora para muchos, nos darán un mayor mercado interno y menores costos de producción, creando condiciones para reactivar la economía nacional.
Cuando la casa se está incendiando por mucho que se grite negándolo no podrá evitarse que ésta se convierta en cenizas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario