UNAM, los desafíos
(Primera de cinco partes)Imanol Ordorika Sacristán es miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, especialista en temas de educación superior y autor de los libros La disputa por el campus (Poder, política y autonomía en la UNAM) y La política azul y oro (Historias orales, relaciones de poder y disputa universitaria) --este último en coautoría con Rafael López González--. Ordorika, además, hace un balance de la gestión de Juan Ramón de la Fuente, sus múltiples logros, los enormes pendientes que deja y su estilo muy personal de conducir los destinos de la universidad. La siguiente es la primera de cinco entregas:I --Terminó el protocolo. Lamentablemente, parece que también el interés de los medios informativos por la UNAM. Ya hay un nuevo rector. ¿Cuál es su balance, primero, del proceso que concluyó con el nombramiento del doctor Narro como rector de la UNAM?“El proceso de sucesión no fue diferente, en lo sustancial, al de los procesos sucesorios en la UNAM de los últimos años. Hubo una clara continuidad de los mecanismos y procedimientos establecidos por la Ley Orgánica y el Estatuto General que le dan a la Junta de Gobierno la facultad de decidir y designar al rector en turno.“El problema es que ese mecanismo es una enorme contradicción frente a lo que ocurre en el país. Es decir, mientras en la vida pública nacional observamos más apertura política, democratización, alternancia en el poder en los distintos órdenes de gobierno, composición diversa y plural en las cámaras legislativas, y mayor transparencia en los actos de gobierno, en la UNAM se repitió el mismo proceso cerrado, opaco, excluyente, antidemocrático, con el que se designan las autoridades de la universidad. Por ello, no hubo sorpresa en la designación del doctor Narro, que llegó a la rectoría tras una auscultación simulada”.Imanol Ordorika, quien cuenta con dos maestrías, en Educación y Sociología, y un doctorado en Ciencias Sociales y Educación por la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, sostiene que los apoyos políticos para José Narro, dentro y fuera de la UNAM, eran tan grandes, que la designación pudo haberse hecho antes y sin caer en la ficción de un presunto proceso de auscultación a la comunidad universitaria por parte de la Junta de Gobierno. En realidad, dice, sobre ésta “operan los grandes electores universitarios, los grupos de poder que de una manera u otra han mantenido el control sobre la institución desde hace décadas”.Lamenta la simulación ocurrida. “Los aspirantes a la rectoría –y digo ‘aspirantes’ muy conscientemente porque uno habla de candidatos cuando hay procesos de elección; y aquí no hubo un proceso de elección sino de designación-- se presentaron ante los medios; fueron entrevistados, se conoció parte de sus trayectorias académicas; se expusieron algunas de las ideas que planteaban públicamente, tanto en medios electrónicos como impresos. “Pero en realidad de ellos no vimos nada de fondo. No hubo un debate público; no se dio una presentación sistemática de las ideas, de las propuestas y de los proyectos de los distintos aspirantes a través de los medios, ni por ningún otro conducto, para el conjunto de los universitarios ni del país. Es muy importante anotar esto porque la UNAM es la universidad de la nación, es decir, no sólo los universitarios teníamos derecho a conocer de manera ordenada, bien presentada, lo que los aspirantes estaban planteando”. De lo que ocurrió dentro de la Junta de Gobierno, como pasa en los cónclaves cardenalicios para designar al Papa, “quizá nunca sepamos nada”. Lo único que quedó claro, afirma, es que “la gran mayoría de los estudiantes, de los profesores, de los trabajadores, fuimos ajenos y estuvimos completamente fuera del proceso”.Impulsor y líder, con Carlos Imaz y Antonio Santos, entre otros, del Consejo Estudiantil Universitario que en 1986 enfrentó a la rectoría de Jorge Carpizo y la hizo desistir de aumentar las cuotas e imponer criterios excluyentes para el acceso de estudiantes a la UNAM –entre muchos otros motivos que orillaron a la creación del CEU--, Ordorika, estudioso de las políticas y los grupos internos de poder dentro de la UNAM, afirma que la sucesión que favoreció a José Narro no se disputó en las semanas recientes.La disputa es añeja y en la decisión de la Junta de Gobierno incidieron la fuerza de los bloques de directores de escuelas y facultades, del poderoso grupo de ingenieros, del también muy fuerte grupo de los médicos y de un segmento importante de los abogados universitarios que, todos, apoyaron las aspiraciones de Narro.Esta es su versión de lo ocurrido en la sucesión de Juan Ramón de la Fuente:“Para determinar quién eligió –más bien, quién designó-- al doctor Narro, a través de la Junta de Gobierno (JG), necesitamos referirnos a los protagonistas del proceso, actuales y pasados. Hagamos un poco de historia. Ha habido rectores muy fuertes de los setenta para acá, como Guillermo Soberón, que dejaron acuerpamientos políticos muy poderosos. Soberón llega a influir decisivamente hasta la sucesión de Jorge Carpizo. Entre su grupo, los miembros de la JG que él logró poner allí siendo presidente del Consejo Universitario durante sus ocho años de rectorado. Carpizo, aunque solamente estuvo cuatro años, logró constituir también un grupo influyente en la UNAM ubicado fundamentalmente en el área de ciencias sociales y humanidades, pero con una influencia significativa. Y José Sarukhán, que emana de la fuerza original del grupo soberonista, que es la continuación después del periodo único de Carpizo y, de alguna manera avalado por el propio grupo carpicista, llega a la rectoría. En su rectorado logra darle cuerpo a algo que inició Soberón, que es el grupo de ‘los científicos’, como uno de los grandes electores universitarios.“Históricamente, tres grupos habían sido los grandes electores dentro de la UNAM: los grupos de ingenieros, el grupo de abogados y los grupos de médicos. No me refiero a todos los ingenieros, todos los abogados y todos los médicos. Me refiero, por ejemplo, a los ingenieros que han nutrido a la empresa ICA (Ingenieros Civiles Asociados); me refiero a grupos bien delimitados de abogados vinculados con el PRI y el gobierno federal; me refiero a grupos de la Facultad de Medicina, un grupo histórico que encabezó el doctor José Laguna, y originalmente el rector Ignacio Chávez como cabeza de ese grupo y de otras áreas de la UNAM.“Todos ellos van evolucionando y llegamos al proceso sucesorio actual, con los gremios… el de Medicina, claramente orientado hacia el doctor Narro; el de abogados, más o menos dividido entre la parte de Jorge Carpizo y el área de Humanidades, y un pequeño sector apoyando a Fernando Serrano Migallón (director de la Facultad de Derecho); el de ingenieros, a través de ICA, claramente apoyando la candidatura de Narro. Y el grupo de los científicos, en el cual supuestamente se sustentaba la fuerza de los candidatos sarukhanistas, que eran por lo menos José Antonio de la Peña (del Instituto de Matemáticas), pero muy probablemente también Serrano Migallón. Los científicos estuvieron en disputa intensa con Juan Ramón de la Fuente en los ocho años de la rectoría de éste.“De la Fuente pone como titular de la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM a René Drucker Colín, y con él logra desmantelar la fuerza del sarukhanismo en el sector de los institutos de Ciencias. Esto permite a la coalición que lleva a Narro a la rectoría, a establecer un bloque de directores de la UNAM, que incluían desde los dos sistemas de educación media superior –los directores de los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) y de las preparatorias--, la gran mayoría de directores de escuelas y facultades, casi todo el bloque de directores de Humanidades y Ciencias Sociales, y la mayoría de los directores de los institutos de investigación científica.“El grupo que tenía más cercanía con el gobierno federal, y con Felipe Calderón en particular, a través y personalmente del doctor Sarukhán, era este grupo de sarukhanistas en el sector de ciencias. Además, ellos habían sido derrotados en las direcciones de varios institutos, durante los ocho años de Juan Ramón, como también en un espacio muy importante para los científicos, que es la Academia Mexicana de las Ciencias. Uno de las personas que pudo haber sido uno de los candidatos sarukhanistas más importantes para presidir esa academia, Javier Soberón, quedó derrotado frente a los candidatos de De la Fuente, que eran Juan Pedro Laclette, actual presidente, Rosaura Ruiz, secretaria de la Academia (y aspirante a la rectoría), y Mari Carmen Serra, que es también de la directiva de la academia.“Entonces, quiero decir que la sucesión no se disputó sólo en las semanas previas a la designación; la sucesión se venía disputando desde hace rato. En este contexto político, los bloques de directores, los poderosos gremios de ingenieros, el grupo de los médicos y un segmento importante de los abogados universitarios apoyaron la aspiración de Narro de ser rector de la UNAM, y esto se expresa en la Junta de Gobierno y así se da el proceso de designación”.
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