Jaime Avilés
Desde pasado mañana, 15 de septiembre, las gasolinas y el diesel subirán todos los lunes, por lo menos hasta el fin de los tiempos. El programa Vivir Mejor, orgullo de Los Pinos, no encontró manera más patriótica de festejar el 198 aniversario del inicio de la guerra de Independencia. Pero esta vez, con su habitual modestia, el michoacano del brazo roto declinó la oferta de grabar un espot para repetirnos a toda hora la grata noticia. Es más, ni siquiera tuvo la indelicadeza de comentarla en sus múltiples conferencias de prensa, para que no se malinterpretara como un acto de autopromoción personal.
Gracias a los siempre atinados consejos de sus asesores, Felipe Calderón mandó al secretario de Hacienda por delante. Y éste, en una escueta charla con Televisa, dijo que la decisión pretende “eliminar gradualmente un costoso subsidio a los combustibles” –meta que, como todos recordamos, fue una de las más insistentes promesas de la campaña de Calderón en 2006–, hasta lograr que a finales de 2009, la Magna le cueste al consumidor “entre 8.50 y 9 pesos” por litro.
En lo que va de 2008 –37 semanas–, los precios de los combustibles han aumentado ya 18 veces, es decir, cada 15 días. Ahora se incrementarán cada siete, a razón de cuatro centavos por semana, o 20 centavos al mes, o un peso de aquí a mediados de febrero, o 1.80 días antes de las elecciones de julio. La medida no oculta los desesperados esfuerzos del primer círculo calderónico por obtener un apoyo más militante de los automovilistas en lo particular, y del pueblo todo en lo general, a las iniciativas privatizadoras de Petróleos Mexicanos, una de las cuales, de ser aprobada, quitaría a Pemex el derecho exclusivo de fabricar gasolinas.
Ya se sabe: cuando la gente empiece a poner el grito en el cielo, con la ayuda de las televisoras y los levantacejas, que estarán con cámaras y micrófonos en las estaciones de servicio para recabar todo tipo de muestras de indignación, los sesudos “analistas” del espuriato nos tranquilizarán diciéndonos que, si el Senado adopta las “reformas” propuestas, las trasnacionales edificarán en México modernas refinerías para brindarnos gasolinas no sólo de mejor calidad sino a mucho más bajo precio.
¿Que esto es demasiado audaz en vísperas de año electoral? ¿Por qué? El proyecto de presupuesto de egresos que el “ejecutivo”, así, en minúsculas, ya envió al Congreso para 2009, prevé un enorme dispendio en dos áreas estratégicas: la que reparte despensas, láminas, cemento y becas a los más pobres entre los pobres, a cambio de su voto, y la que proporcionará más armamento a las fuerzas del orden para intensificar la lucha contra la “inseguridad”, que algunos estudiosos de los secretos de la mente humana identifican con el miedo pánico que Calderón tiene a caerse, no sólo de la bicicleta sino también de la silla, la cama, etcétera.
Golpe de Estado en el IEDF
Las elecciones federales que vienen carecen de antemano de todo atisbo de legitimidad. Las razones son múltiples. El padrón de votantes, valga decir, la lista de todos los ciudadanos con derecho a participar en el proceso continúa en poder de la empresa de Diego Hildebrando Zavala Gómez del Campo, hermano de la esposa de Calderón. Allí están los domicilios, el perfil económico y las preferencias políticas de cada persona. Con base en esa información, el PAN y el gobierno de Vicente Fox se robaron la Presidencia de la República hace dos años.
Ahora van por la mayoría en la Cámara de Diputados, pero no sólo cuentan con el padrón electoral. También tienen a su disposición a los consejeros ciudadanos del IFE y, por si fuera poco, a los títeres que fungen como directivos nacionales del PRD, encabezados por Guadalupe Acosta Naranjo, que ya son los paleros oficiales del régimen de facto. Estos, con la destacada contribución de Ruth Zavaleta y algunos chuchos de tercera fila, entre ellos el diputado tabasqueño Moisés Dagdug, aprobaron el pasado 24 de abril, en San Lázaro, una reforma anticonstitucional para propiciar la destitución del presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF).
La maniobra aspiraba a poner en lugar de Isidro Cisneros, titular del organismo, a una especie de Ugalde que acatara las órdenes y avalara las transas del PRIAN y los chuchos, para romper el dominio hegemónico que el movimiento de Andrés Manuel López Obrador tiene en la ciudad de México. Ante semejante amenaza en su contra, el presidente del IEDF demandó la intervención de la Suprema Corte, y ésta declaró sin efecto el albazo legislativo de Zavaleta en abril.
A pesar de lo anterior, al término de la sesión ordinaria de ese organismo el pasado lunes, cuatro consejeros ciudadanos –Carla Humprey y Fernando Díaz Naranjo, filopanistas; Yolanda León, ligada a los chuchos, y Angel Rafael Díaz, cercano al PRI–, iniciaron una sesión extraordinaria por sus pistolas, en la que propusieron y aprobaron la destitución de Cisneros. Acto seguido, entre el público, se levantó un notario que dio fe de los hechos, y los golpistas nombraron como interino a Gustavo Anzaldo. Dos días después, obtuvieron el aval de Juan Camilo Mouriño, que los recibió en la Secretaría de Gobernación.
Mientras los levantacejas se desgañitaban hasta quedar afónicos, ladrando que la iniciativa de adoptar la figura constitucional de plebiscito revocatorio de mandato era una intentona de derrocar a Calderón, la ultraderecha, sin tapujo alguno, derrocaba al presidente del IEDF, y declaraba en televisión que lo hacía en represalia por la consulta ciudadana sobre Pemex, que Cisneros apoyó. Al mismo tiempo, Enrique Peña Nieto hacía lo propio con el titular del Instituto Electoral del Estado de México.
¿Qué elecciones se avecinan en julio de 2009? Aunque un juez otorgó anteayer un amparo a Cisneros para que reasuma la presidencia del IEDF, queda claro que con aumentos galopantes a la gasolina para exasperar a la población, nuevos fraudes electorales en puerta y mayores partidas presupuestarias para reprimir todas las formas del descontento, el felipato y sus aliados buscan sin tregua la desestabilización del país. ¿Para qué? ¿Para que todo reviente?
Cuando oigo las sórdidas carcajadas de la ultraderecha que trata de tapar con burlas las denuncias de López Obrador sobre la escandalosa corrupción en Pemex. Cuando veo en televisión las hordas que destruyen las oficinas públicas del gobierno de Evo Morales en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a pensar como en 2005: Bolivia es nuestro espejo. ¿Hacia allá vamos? Pasado mañana, a las 6 de la tarde, todas y todos al Zócalo.
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