Editorial
A más de una semana de que trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) iniciaron acciones de protesta por la instalación del espectáculo de luz y sonido Resplandor teotihuacano, y de que la Comisión Permanente del Congreso de la Unión emitió un exhorto a ese instituto para que frenara las obras, éstas no han sido suspendidas ni se han reparado los daños causados en las estructuras de las pirámides de Teotihuacán. Ante ello, los inconformes han anunciado que recurrirán a las instancias legales correspondientes, y han acusado a las autoridades del INAH de incurrir en “un acto de grave irresponsabilidad” por permitir el avance del controvertido proyecto.
El empecinamiento en instalar un sistema de iluminación y sonido como el referido, cuyas consecuencias nocivas para las edificaciones son evidentes, es emblemático del manejo mercantilista y pragmático que las recientes administraciones han hecho de la cultura en general y de los centros arqueológicos en particular. Esto último ha sido notorio en el caso de Teotihuacán, sitio sometido, durante los recientes tres lustros a una desenfrenada especulación con afanes lucrativos que se refleja en la construcción de centros comerciales en los límites de la zona protegida, así como en la proliferación de ambiciosos proyectos turísticos y económicos. En relación con Resplandor teotihuacano, el propio gobernador de estado de México, Enrique Peña Nieto, ha alegado que ese espectáculo potenciará el desarrollo de la zona, hará al sitio “más atractivo e interesante” y generará una importante derrama económica en la región, pero es de suponer que los beneficiarios no serán los habitantes de las comunidades aledañas, sino los promotores del proyecto.
Más allá del aspecto económico, es manifiesta la falta de interés de los gobiernos neoliberales respecto del valor histórico y cultural de este sitio arqueológico. A decir del investigador Sergio Gómez Chávez, Teotihuacán enfrenta el riesgo de perder el estatuto de Patrimonio de la Humanidad, otorgado en 1987 por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, a consecuencia del descuido de las autoridades, expresado en el incumplimiento de “acuerdos y compromisos asumidos con ese organismo”, la falta de “un programa para atender el crecimiento de la mancha urbana” y la ausencia de “un plan de manejo para el sitio”. Sería particularmente lamentable que, por falta de altura de miras y de conciencia histórica de los gobiernos, así como por la voracidad de algunos grupos empresariales, este importante lugar arqueológico perdiera un reconocimiento ganado a pulso, con base en fundamentos de rigor histórico y de peso en relación con su valía cultural.
En suma, es pertinente y necesario que las autoridades del INAH detengan, a la brevedad, la instalación de Resplandor teotihuacano, resanen los daños ocasionados a las milenarias pirámides y corrijan el descuido a que ha sido sometido ese sitio en años recientes. La sociedad, por su parte, debe presionar a los gobiernos de todos los niveles para que den un viraje en el manejo del patrimonio histórico y de acuerdo con la importancia que éste tiene para el país y el mundo.
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