México SA
Carlos Fernández-Vega
En sólo 32 meses de estancia en Los Pinos el autodenominado presidente del empleo ha hecho la hombrada de incrementar 71 por ciento la tasa oficial de desocupación abierta, al impulsarla de 3.58 por ciento (de la población económicamente activa) el primero de diciembre de 2006, a 6.12 por ciento el último día de julio de 2009, todo un récord para quien, un día sí y el otro también –especialmente en vísperas del tercer Informe de gobierno–, asegura que el país funciona como reloj suizo.
Pues bien, esa hombrada se traduce en que en esos 32 meses de inquilinaje alrededor de un millón 200 mil mexicanos engrosaron las filas del ejército de desempleados distribuido a lo largo y ancho del país, sin considerar los millones de paisanos que en una medida desesperada emigraron –especialmente a Estados Unidos– por falta de oportunidades en su propia tierra. Así, al cierre de julio de 2009, con una tasa oficial de desempleo abierto de 6.12 por ciento, el número de efectivos en el citado ejército se aproxima a 2 millones 800 mil, mientras en Los Pinos sonríen y presumen que lo peor ya pasó.
Como sucede mes tras mes, ayer el Inegi tuvo la cortesía de desmentir al inquilino de Los Pinos en lo que a recuperación del empleo se refiere (según asegura el machacón discurso propagandístico gubernamental, con acelerador a fondo en vísperas del Informe), y dio a conocer que del cierre de junio al último día de julio la tasa oficial de desempleo abierto en el país se incrementó casi un punto porcentual, al pasar de 5.17 a 6.12 por ciento de la PEA, con lo que sólo en ese mes unos 430 mil mexicanos adicionales se incorporaron, y no por masoquismo, a las filas del desempleo, mientras en el mismo lapso Calderón festejaba la creación de 35 mil empleos.
Con el resultado oficial al cierre de julio, el balance resulta aterrador en este año del catarrito y del nunca más otra crisis en México (Calderón dixit): en siete meses de este caótico 2009, de enero a julio, 870 mil mexicanos adicionales quedaron desempleados, para redondear, como se menciona líneas arriba, 2.8 millones en tal condición al cierre del séptimo mes del año.
Información adicional (del propio Inegi) señala que en julio de 2009 la población subocupada (la que declaró tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas) representó 7.8 por ciento de la PEA (cerca de 3.6 millones de personas) y 8.3 por ciento de la población ocupada. Estas proporciones son más altas que las del mismo mes de un año antes, cuando se ubicaron en 7.1 y 7.4 por ciento, respectivamente.
A nivel nacional, la tasa oficial de desocupación abierta en el mes de referencia fue de 6.12 por ciento de la PEA, casi 2 puntos porcentuales por arriba del registro para julio de 2008, cuando se situó en 4.15 por ciento. Al considerar solamente el conjunto de 32 principales áreas urbanas del país (con más de 100 mil habitantes), la desocupación afectó a 7.68 por ciento de la PEA, 2.47 puntos porcentuales más que en julio de 2008.
Los resultados del calderonato son verdaderamente desastrosos, pero el inquilino de Los Pinos sigue sonriendo, mientras la Secretaría del Trabajo, con el pianista poblano al frente, se retuerce al borde del infarto por la información que ayer divulgó el Inegi: el aumento en la tasa oficial de desempleo abierto, asegura, “no se debe a una pérdida de empleos, sino a que –además del contexto de crisis internacional de magnitud histórica en la que estamos inmersos–, siempre en los meses de julio y agosto se registra presión adicional al mercado laboral de los estudiantes en el periodo vacacional… En otras palabras, un mayor número de personas que hasta hace poco eran inactivas buscaron ocupación. Lo que se comprueba con el resultado de la tasa neta de participación, que se incrementó de 58.3 por ciento en junio a 59 por ciento en julio de 2009… ya en junio y julio se observaron cifras positivas de trabajadores registrados ante el IMSS”.
Cierto, las cifras oficiales positivas indican la creación de cerca de 35 mil plazas laborales con registro en el IMSS, pero las mismas cifras revelan que 430 mil mexicanos se sumaron al desempleo tan sólo en julio, y un millón 200 mil en los 32 meses de calderonato, ninguno de ellos, lamentablemente, del gobierno que dice trabajar para que los mexicanos vivan mejor.
Y justo en vísperas del tercer Informe calderonista, en los medios electrónicos se despliega una feroz campaña propagandística que divulga información económica amable: el peso se fortalece frente al dólar; la bolsa de valores registra alzas espectaculares; la inversión externa crece y los capitales foráneos se comprometen con el país; el precio petrolero internacional sube y sube, y así por el estilo, con el fin de crear la falsa imagen de que, en efecto, lo peor ya pasó y la recuperación es inminente.
A cambio, cheque de por medio, en esa república feliz, tanto o más que foxilandia, nada malo sucede: no existe el creciente desempleo (aunque el indicador oficial correspondiente a julio sea el más alto de los últimos 13 años), ni la avasalladora miseria, por mucho que en esos 32 meses el ejército de pobres incrementó sus efectivos en 10 millones de personas y vayan por muchos más; en el que no hay más crisis que la internacional, donde la política anticíclica del gobierno federal resulta igual de eficiente que de inexistente, y el peor resultado económico de América Latina y buena parte del planeta ni de lejos corresponde a México, sino a algún pequeño país africano perdido en lo más espeso de la selva; donde el desplome económico no merece el mínimo comentario o análisis, porque sería sinónimo de hablar mal del país y “difundir una imagen negativa de México, y en el que, en fin, quien no sonríe sólo lo hace por amargado y el que no ve que lo peor ya pasó es que de plano es un malaleche.
Como Fox, Calderón gobierna a golpe de micrófono, con la chequera desenfundada para atender las urgencias nacionales con propaganda, y resolver los grandes problemas del país con discursos y más discursos, por cierto pésimos y repetitivos.
Las rebanadas del pastel
El inquilino de Los Pinos también cuenta chistes, muy malos pero chistes al fin: hay datos incipientes, insuficientes todavía, pero muy alentadores en lo que a recuperación económica se refiere. Ja, ja, ja, pero tiene otro mejor: seré el presidente del empleo.
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