MÉXICO, D.F., 19 de febrero (apro).- Rápido olvidó el PRI la falta de palabra del PAN. Las ineficiencias, la traición, los pactos no cumplidos. Y no es que los priistas sean de corta memoria, lo que sucede es que los intereses son muchos y el pacto entre estos partidos va más allá de un no a las alianzas.
Por sus actos, uno puede deducir fácilmente que los pactos del PRI con PAN conllevan a otros ámbitos, no sólo a lo electoral y que el fin último es: el gobierno, el poder…la Presidencia de la República.
Después de la revelación, hace más de una semana, del pacto indigno y vergonzante: la aprobación de más impuestos a la población a cambio de que no prosperaran las alianzas PAN-PRD, el PRI todavía no terminaba de lamerse sus heridas cuando volvió a cubrirle la espalda al PAN. ¿A cubrirle la espalda o a caminar bajo una misma línea?
Me explico: El lunes pasado, el coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Francisco Rojas, reconoció el pacto no cumplido; tres días después, a pesar de recibir el reclamo de sus compañeros diputados, quienes le dijeron que ya bastaba de “acuerditos” con el PAN, lo volvió a hacer.
La semana pasada, Rojas y su equipo jurídico elaboraron, junto con el Partido del Trabajo, el documento de controversia constitucional en contra de Felipe Calderón por abrir los contratos de riesgos de Pemex a la iniciativa privada, con dedicatoria especial para las transnacionales.
Pero bastó que entablara contacto nuevamente con el gobierno de Felipe Calderón y que el coordinador de la bancada priista en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, le advirtiera que si los diputados del PRI mantenían esa línea, él mismo empujaría para que la Cámara alta actuara como tercero perjudicado y defendiera las decisiones de Calderón, para que Rojas reculara y aun en contra de sus compañeros diputados, hiciera a un lado la controversia.
El PRI entonces cayó en lo que tanto le reclamó al PAN: la traición. Dejó al PT solo y hasta maniobró para apagar las voces en contra de la nueva normatividad de Pemex.
La mañana del jueves 18 de febrero, al iniciar la sesión plenaria de los 237 legisladores del PRI, éstos le exigieron a Rojas una explicación sobre el famoso pacto y, de paso, le pidieron que aprendiera a ser oposición, que se mantuviera en la controversia y que se hiciera respetar ante el gobierno panista.
Rojas pidió entonces media hora a los diputados inconformes, tiempo para que el Consejo de Administración de Pemex hiciera los cambios necesarios que evitaran la controversia, pero que también aseguraran que no se entregarían los contratos incentivados.
Georgina Kessel, la secretaria de Energía, habló directamente con Rojas y le ofreció convocar, de inmediato, a los funcionarios de Pemex para que elaboraran un documento que diera satisfacción a los, ya para entonces, enfurecidos priistas y petistas.
Estos últimos, desconfiados como son, y con toda razón, prefirieron no confiarse en Rojas y tomaron la tribuna de la Cámara de Diputados.
Pasadas seis horas, y luego de un intenso trabajo de redacción en Pemex, llegó el documento que, dicho sea de paso, mantiene todas las posibilidades abiertas para los famosos contratos, según el análisis que realizó el PT.
Con documento en mano, Rojas habló con los petistas encabezados por Gerardo Fernández Noroña; los convenció de liberar la tribuna y les aseguró que los cambios satisfacían las demandas de priistas y petistas. Los seguidores de Andrés Manuel López Obrador aceptaron entonces que, nuevamente, el PRI había pactado, pero no le vieron caso mantenerse en tribuna.
Sin embargo, no esperaban la traición de Rojas. Ésta se consumó luego de que tanto el PAN, con Roberto Gil Zuarth, y el PRI, con Rojas a la cabeza, les aseguraron que se reanudaría la sesión ordinaria, se incluiría el tema en el orden del día e incluso, que se permitiría la participación de cinco oradores en contra y cinco a favor.
Pero, apenas tomó su lugar el panista presidente de la Mesa Directiva, Francisco Ramírez Acuña, tocó la campanilla para concluir la sesión. La traición estaba consumada, los diputados petistas estaban lejos de la tribuna y no tuvieron más remedio que irse a sus oficinas.
Sin embargo el hecho sólo dejó en claro dos cosas, la primera que el pacto PRI-PAN no contempla sólo el rechazo a las alianzas electorales, sino que, además, cubre la parte energética en la que Calderón y el PRI, de Manlio Fabio Beltrones, coinciden: abrir Pemex a las transnacionales; establecer contratos multimillonarios, como los que ya existen –por alrededor de 150 mil millones de pesos con estas empresas extranjeras--; y permitir que sean éstas las que decidan la política energética del país.
Rojas hizo lo mismo que Fernando Gómez Mont: tragar sapos. Pero, además, se evidenció él y a su partido. Confirmó lo que la mayoría de los mexicanos saben: que entre el PRI y el PAN es difícil encontrar diferencias, y que hoy, para ellos, la falta de ética es tan sólo calificada como ineficiencia, misma que, desde su punto de vista, se puede corregir… claro, una vez que hayan recuperado la Presidencia de la República.
Y por cierto, de comparsa y para defender los actos del gobierno de Calderón, el PAN ha tenido a un ala del PRD. Si no, que expliquen entonces por qué en Cuba, este viernes, el senador perredista Carlos Navarrete, quien en algún momento llamó espurio a Calderón, hoy declara que su visita a la isla es para “pavimentar” el camino de Felipe Calderón a Cuba.
Parece olvidar Navarrete que el Poder Legislativo no es sirviente del Poder Ejecutivo, que para hacer ese trabajo está la Secretaría de Relaciones Exteriores y no los senadores del PRD.
mjcervantes@proceso.com.mx
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