Carlos Fernández-Vega
Los multimillonarios reclaman su derecho a practicar la caridad cristiana
La caridad cristiana parte de la premisa de la desigualdad como régimen. El ser humano tiene derechos y no debiera depender de gestos caritativos, eso implica devaluación y que haya unos en la abundancia y otros en la miseria que dependen de la caridad de aquellos para sobrevivir. La caridad por ende es una inmoralidad en su base. Nadie tiene porqué vivir de la caridad en un régimen justo.
Ofendidos, los barones de la filantropía en México (que lo son también de la banca, industria, servicios, comercio y hasta del futbol) reclaman acremente la pretensión gubernamental de echarles encima una "reforma" tributaria que "puede afectar nuestras acciones de (evasión) beneficencia" (fiscal).
Apenas el viernes pasado las cabezas visibles de una de las organizaciones de esos barones, la Fundación Mexicana para el Desarrollo del Campo (Fundar), se reunió con el inquilino de Los Pinos para reclamar por la "sombra que se cierne y amenaza" a los barones de la filantropía autóctona, es decir, la auto llamada "reforma" tributaria que, de ser aprobada por el Congreso, cancelaría, cuando menos limitaría, la deducibilidad fiscal de las aportaciones del gremio oficialmente asociado a la caridad cristiana, o lo que es lo mismo uno de los más jugosos negocios, político y económico, de los poderes fácticos .
Tales fueron las advertencias de Alberto Castelazo y López (léase el lector en turno del siempre pío Lorenzo Servitje, fundador y santo patrono de la organización), presidente oficial de Fundar, quien enfocó sus baterías en contra del llamado CETU (Contribución Empresarial de Tasa Unica), uno de los ejes de la "reforma" fiscal calderonista, el cual erradicaría la práctica de deducir del impuesto sobre la renta las aportaciones económicas y materiales, de empresas y personas, a las causas oficialmente consideradas como filantrópicas, acaparadas, dicho sea de paso, por los referidos barones autóctonos.
Y, ¡alabado sea el Señor!, el mensaje de los altruistas barones tocó las fibras religiosas más sensibles del inquilino de Los Pinos quien, en funciones de capellán de la residencia oficial, les despachó lo siguiente: "...por supuesto en mi gobierno existe la plena voluntad de corregir, de rectificar y de mejorar en la propuesta (fiscal) lo que sea susceptible de hacer, pero no perdamos el plano general... la caridad no sólo es buena, sino que es la única redentora del hombre, pero no olvidemos que la caridad, junto con la fe y con la esperanza, son virtudes teologales y que sólo pueden ser validas las virtudes teologales si antes cumplimos con las cardinales o las virtudes morales, y éstas son la prudencia, la templanza, la fortaleza y sobre todo la justicia".
Qué bonito discurso, pero si lo que realmente mueve a los barones de la filantropía es la caridad, ayudar al prójimo sin recibir nada a cambio, reivindicarse con el Altísimo antes de ingresar al reino de los cielos (etcétera), y considerando los privilegios que acumulan en este mundo terrenal, qué más da, con las fortunas de ensueño que acumulan, que el fisco no los considere entre sus excepciones, que de cualquier suerte los incluye en prácticamente todas las deducciones, elusiones y evasiones posibles.
Pero, "no perdamos el plano general". Sin duda habrá personas y organizaciones motivadas única y exclusivamente por la caridad, los principios cristianos y el bien común, pero los barones de la filantropía se cuecen aparte: así como aparecen sus nombres, empresas y aportaciones en prácticamente todas las instituciones altruistas habidas y por haber, amén de que cada uno de ellos cuenta con su propia fundación (Telmex, Televisa, Tv Azteca, Cemex, Bimbo, Banamex, Fundación para las Letras Mexicanas, de Alberto Bailleres), así brotan a la hora de los jugosos contratos gubernamentales, concesiones, "rescates", "salvamentos", "licitaciones" a modo, subsidios cambiarios, créditos fiscales, regímenes especiales, entre muchos otros, y en algo por demás productivo para ellos: el creciente financiamiento de campañas políticas (especialmente la presidencial), propaganda sucia incluida.
En Fundar, por ejemplo, aparecen Lorenzo Servitje (Bimbo), Gerardo Bours Castello (Bachoco), Marcos Achar Levy (Comex y Josefina Vázquez Mota), Fernando Chico Pardo (Carso, aeropuertos y mucho más), Pedro Aspe Armella (Protego, Televisa y algo más), Miguel Mancera Aguayo (ex del Banco de México) y Juan Ignacio Gallardo Thurlow (uno de los barones del circuito azúcar-bebidas embotelladas), entre otros. Además, consorcios como Alpura, Casa Cuervo, Cemex, Comercial Mexicana, Femsa, donantes de la citada Fundación y, por mera casualidad, miembros del Consejo de la Comunicación, aquel organismo privado promotor de la campaña pro "continuidad" y anti Peje en el proceso electoral del año pasado. En una revisión del reciente informe de la Auditoría Superior de la Federación sobre la cuenta pública 2005 se puede constatar que más de una de las empresas citadas aparecen en el registro de quienes prácticamente no pagan impuestos, filantropía aparte. También se puede consultar Forbes.
Muchas son las organizaciones altruistas de los barones: salud, campo, medio ambiente, educación, asistencia social, cultura, ciencia, tecnología, arqueología (Vamos México se cocina aparte, pero todos aparecieron como donantes) etcétera, etcétera, y los barones explotan su existencia fiscalmente. Además de los citados, entre los más activos filántropos se cuentan Manuel Arango (el de la "cadena" de "donaciones" a favor del Felipillo en 2006), el fabricante de sueños Emilio Azcárraga, Alberto Bailleres, Carlos Slim, Lorenzo Zambrano, Roberto Hernández, Ricardo Salinas Pliego, los hermanos coraje Eugenio y Alejandro Garza Lagüera, Carlos Peralta Quintero, Alfredo Harp e Isaac Saba, entre otros.
Con sus voluminosas riquezas acumuladas, a los barones debería darles vergüenza por andar mendigando privilegios fiscales con filantrópicos pretextos, pero es obvio que sin esas excepciones (que incluyen a todos sus negocios) no se explicaría buena parte de sus fortunas.
Las rebanadas del pastel
Más de la "reforma" fiscal: "me encuentro en la formalidad, pero creo entender que es mejor dejarla atrás, pasar a la informalidad y pagar los 400 varos (promedio) del Impuesto Contra la Informalidad; (es muchísimo menos) de lo que pago por tratar de ser formal, y tampoco recibo nada a cambio" (Gustavo Marcovich, marcoviz@prodigy.net.mx).
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