Luis Javier Garrido
El país está viviendo un deterioro sin precedentes de su vida político-electoral, que no es consecuencia más que de las prácticas delincuenciales a las que están recurriendo los grupos en el poder y en especial el gobierno espurio de Felipe Calderón para mantenerse en el poder.
1. Las elecciones locales, como se vio en los casos de los comicios de Oaxaca, Baja California y Aguascalientes, se están tornando cada vez más en una operación de Estado en la que, al margen de la legalidad, se negocian en la cúpula del poder las condiciones de su desarrollo y sus resultados, mientras en la confrontación real militantes panistas y priístas, al margen de lo pactado, recurren a todo tipo de prácticas fraudulentas que la propaganda oficial ha dicho que ya estaban desterradas.
2. La “alianza histórica” del PRI y el PAN, no para llevar a México a una “transición democrática”, como pretende la propaganda oficial, sino para repartirse el poder como un botín, y que ahora sostiene a Calderón, ha entrañado, entre otras consecuencias, un deterioro sin precedentes de la vida pública, pues no se recuerda otro momento de nuestra historia en el que la “clase política” haya actuado con tanta prepotencia e impunidad.
3. El caso de Baja California es ejemplar de lo anterior, pues la candidatura a la gubernatura del priísta Jorge Hank Rhon no fue aceptada por la cúpula priísta, es decir, por Carlos Salinas de Gortari y su testaferra Beatriz Paredes, y en consecuencia ellos pactaron su derrota y crearon las condiciones para la misma. El reclamo airado del PRI de Baja California contra la brutal “campaña negra” que llevaron a cabo los gobiernos federal y local, y que según afirman los legisladores del PRI recuerda “el modelo de linchamiento mediático” y de utilización de recursos públicos para desprestigiar al opositor de 2006, no tiene, sin embargo, posibilidad alguna, como lo olvidan estos priístas carentes de memoria histórica sin recordar que este esquema lo avalaron ellos precisamente el año pasado.
4. Las elecciones de Baja California se caracterizaron además, según todas las evidencias, como fue también el caso en Oaxaca y Aguascalientes, por la ilegalidad en que se dieron los procesos, que culminaron por el enfrentamiento de dos ejércitos de mapaches, y en particular por la participación determinante de los contingentes del SNTE y del Panal, entre los que había 800 expertos en “fraude electoral”, acaudillados por Elba Esther Gordillo, quien en nombre del gobierno de facto calderonista, y actuando como escuadrones oficiales de defraudadores, tuvieron un papel clave en la imposición del candidato del PAN, lo que en vano varios medios tratan de minimizar para tratar de hacer menos evidente el enorme compromiso que Calderón tiene con ella.
5. Las relaciones entre el PRI y el PAN se sustentan, como es evidente, en una paradoja, pues mientras en las confrontaciones electorales las bases de uno y otro partido buscan no nada más vencer a su oponente, sino destruirlo, en la cúpula del poder los dirigentes reales de esas dos grandes facciones que se reparten el poder tienen una relación estable que entre otras cosas les permite negociar las condiciones y resultados de las elecciones, como ha acontecido ahora.
6. Las diferencias de fondo entre Acción Nacional y el Revolucionario Institucional son ya inexistentes, tanto en las formas de hacer política como en las tesis que sostienen, y a pesar de que la coexistencia de grupos y corrientes en el interior de los dos partidos suele generar conflictos, éstos se resuelven sin un costo mayor, como las disputas menores en un matrimonio de conveniencia, en especial por el papel arbitral de Salinas, quien actúa como un verdadero padrino sobre las mafias. ¿A quién puede sorprenderle en consecuencia que en Aguascalientes, el PAN local haya postulado a un priísta y que los priístas lo hayan respaldado?
7. ¿Qué, no estaba hace algunos meses, el propio Manuel Espino (presidente nacional del PAN) repartiendo en Chiapas propaganda del PRI? ¿O que no fue el propio Felipe Calderón –impuesto en la silla presidencial por un fraude perpetrado por sectores del PRI y el PAN, que hoy lo están sosteniendo en el cargo–, quien avaló el triunfo de la priísta Ivonne Ortega en Yucatán a cambio del respaldo legislativo de los priístas?
8. En el quehacer político, los panistas han asumido como propias las formas gansteriles de hacer política de las peores expresiones del priísmo, enriqueciéndolas incluso, y en lo programático los dos partidos se han sometido por completo a las tesis de los poderes trasnacionales y están decididos a destruir lo que queda del Estado surgido de la Revolución. Había que ser adivino o rabdomante, como decía hace poco un escritor hablando de otro caso, para distinguir a panistas de priístas.
9. La relación de entendimiento entre los grupos delincuenciales que se han apoderado de las dirigencias del PRI y el PAN, para repartirse el poder y saquear impunemente a la nación, y que les permite entre otras cosas negociar las elecciones, no se va a terminar, sin embargo, por diferendos ideológicos o electorales, pues unos y otros están obligados a coexistir para salvaguardar sus intereses económicos, al menos hasta que la lucha soterrada que llevan a cabo para destruir a su contraparte se resuelva por la extinción del PRI o la debacle del PAN, y como esto no es previsible en un corto plazo, la única vía para expulsar a estos grupos del poder es la que viene de abajo: desde el poder del pueblo.
10. ¿A quién puede sorprender, por lo mismo, el elevado abstencionismo en las elecciones de Oaxaca, que no hace más que reiterar el repudio del pueblo al marco electoral creado por una oligarquía que no respeta la legalidad del país?
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