viernes, agosto 10, 2007

Socialismo: La única economía viable

Socialismo: La única economía viable
István Mészáros*

1. Alguna vez, el modo de producción capitalista representó un gran avance sobre cualquier otro modo precedente, a pesar de lo problemático y finalmente en lo destructivo en que este avance histórico se transformaría. Al romper el lazo directo entre el uso humano y la producción, de largo tiempo prevaleciente pero obligatorio, para reemplazarlo por la relación mercantil, el capital se abrió a amplias y dinámicas posibilidades de expansión aparentemente irresistibles, las que —desde el punto de vista del sistema capitalista y de sus personificaciones voluntariosas—no tendría límites concebibles. Para las paradójicas y finalmente inalcanzables determinaciones internas del sistema capitalista, tenemos que sus productos mercantilizados "no son valores de uso para sus propietarios y valores de usos para sus no propietarios. En consecuencia, todos deben cambiar de manos y entonces, las mercancías deben ser realizadas como valores antes de que puedan realizarse como valores de uso" (1).
Esta autodeterminación interna del sistema, autocontradictoria, que impone una ruda sumisión de las necesidades humanas a la necesidad alienada de la expansión del capital, es lo que remueve la posibilidad de cualquier control racional de la dinámica de este orden productivo. Trae consigo peligrosas y potencialmente catastróficas consecuencias a largo plazo, transformando en su debido tiempo, un gran poder positivo de un momento previo, de un desarrollo económico inimaginable, en una negatividad devastadora, con total ausencia de las restricciones reproductivas necesarias.
Lo que se ha ignorado sistemáticamente—y debe ser ignorado, debido a la inalterables imperativos fetichistas, y a los intereses creados del mismo sistema capitalista—es el hecho de que, inevitablemente, vivimos en un mundo finito con sus literalmente vitales límites objetivos. Por un largo tiempo en la historia humana, incluyendo varios siglos de desarrollos capitalistas, esos límites pudieron ser, como realmente lo fueron, ignorados con relativa seguridad. Alguna vez sin embargo, estos límites se manifestaron como lo deberán hacer enfáticamente en nuestra irreversible época histórica, por muy irracional y derrochadora que se torne, no importando cuán dinámica llegue a ser (de hecho, cuanto más dinámica, peor), no podrá escapar a las consecuencias. Se los podrá ignorar por un tiempo reorientándose hacia la vil justificación del imperativo más o menos abiertamente destructivo de la autopreservación del sistema a cualquier costo, predicando la sabiduría de "que no hay otra alternativa", y con ese espíritu, dejando a un lado o suprimiendo brutalmente cualquier signo de advertencia que presagie un futuro insostenible.
La falsa teorización es la consecuencia necesaria de esta desequilibrada determinación estructural objetiva de la dominación del valor de uso por el valor de cambio, no sólo bajo las más absurdas ly más ciegas condiciones apologéticas del capitalismo contemporáneo sino también del periodo clásico de la economía política burguesa, en los tiempos del ascenso del sistema capitalista. Esto ocurre porque bajo la dirección de una producción de capital ficticiamente sin límites ésta debe proseguirse a cualquier costo y debe ser justificada teóricamente como la única forma de producción recomendable. Tal camino es imperativo aún cuando no exista en absoluto ninguna garantía de que : 1) "El cambio de manos" requerido y sustentable de las mercancías que se proveen vaya a ocurrir realmente en el mercado idealizado (gracias a la misteriosa benevolencia de Adam Smith y todavía más, de la misteriosa "mano invisible"); y 2) Que las condiciones materiales objetivas para producir las ilimitadas—y humanamente ilimitables desde que la determinación primaria divorció la necesidad y el uso—provisiones de mercancías que pudieran ser aseguradas para siempre, no importando su impacto destructivo sobre el modo social de reproducción metabólico del capital o sobre la naturaleza.
La adecuación ideal del mercado para rectificar el defecto estructural inalterable, indicado en el punto 1) de más arriba, es un pensamiento posterior gratuito que lleva consigo muchas presunciones arbitrarias y proyecciones reguladoras que no se pueden cumplir. La sobria realidad que subyace en el mercado como un pensamiento medicinal es un conjunto de relaciones de poder insuperablemente adversas, que tienden a la dominación monopólica y a la intensificación de los antagonismos del sistema. De la misma manera, el grave defecto estructural de perseguir la expansión ilimitada del capital—idealizando el siempre importante "crecimiento" como un fin en si mismo—como se puso en relieve en el punto 2) de más arriba, se complementa por un igualmente ficticio pensamiento posterior, cuando debe admitirse que debe administrarse algún remedio. Y el remedio que se proyecta—como una alternativa al colapso del sistema en una irredimible negatividad en un destino de "estado estacionario", teorizada por la economía política burguesa en el siglo XIX—es simplemente la generosa prédica de realizar una distribución "más equitativa" (y por eso, menos conflictiva) dejando el sistema de producción tal cual. Este postulado aún cuando pudiera realizarse, lo que por supuesto no puede ser, debido a las determinaciones jerárquicas fundamentales del mismo orden social del capital, no podría ser capaz de solucionar ninguno de los graves problemas de la producción sobre las que se levantan las insuperables contradicciones de las formas incurables de distribución del sistema capitalista.
Uno de los principales representantes del pensamiento liberal, John Stuart Mill, es muy auténtico en su preocupación acerca del "estado estacionario" del futuro, así como es un irrealista sin esperanza en el remedio que propone. Pues sólo puede ofrecer la vacua esperanza en la discusión de este problema que viene a ser absolutamente inabordable desde el punto de vista del capital. Y escribe: "Yo sinceramente tengo la esperanza de que en pro de la prosperidad, ellos quedarán contentos de estar estacionarios, mucho antes de que la necesidad los obligue a ello". (2) De este modo, el discurso de Mill no es más que una prédica paternalista, pues sólo puede reconocer a tono con su aceptación del diagnóstico maltusiano, las dificultades que surgen del crecimiento de la población, pero de ninguna manaera las contradicciones del orden reproductivo capitalista. Su autocomplacencia burguesa es claramente visible y priva de toda sustancia a sus análisis y a su paternal intento reformador. Mill perentoriamente afirma que: "Solamente en los países atrasados del mundo, el crecimiento de la producción es todavía un objetivo importante: en los más avanzados lo que es más necesario econonómicamente es una mejor distribución , para lo cual es indispensable una estricta restricción de su población" (3). Aún su idea de "mejor distribución" es desesperanzadamente irreal. Pues, lo que Mill no puede posiblemente reconocer (o admitir) es que el más aplastante e importante aspecto de la distribución es la distribución intocable y exclusiva de los medios de producción para la clase capitalista. Por eso, comprensiblemente, sobre tal premisa de autoservicio operacional del orden social un sentido paternalista de superioridad permanece siempre haciendo prevalecer la idea de que ninguna solución puede esperarse "hasta que las mejores mentes tengan éxito en educar a los otros," (4) de modo de que ellos acepten la restricción poblacional y "una mejor distribución" que supuestamente surgirá de tal restricción. Así la gente olvidará todo acerca del cambio de las determinaciones estructurales destructivas, del orden metabólico social establecido que inexorablemente conduce a la sociedad hacia un estado estacionario. En el discurso de Mill la utopía del milenio capitalista, con su estado estacionario soportable, será conducido a la existencia gracias a los buenos servicios del "las mejores mentes" liberales ilustradas. Y entonces, con respecto a las determinaciones estructurales, en lo que concierne al orden social reproductivo establecido, todo continuará para siempre, como antes.
Todo esto tiene algún sentido desde el punto de vista del capital, aunque sea al fin insostenible ese sentido, debido al dramático establecimiento y repetición de crisis estructurales sistémicas más profundas. Pero aún, ese sentido parcial de esas mismas anheladas proposiciones, no podrían adscribirse al movimiento político reformista que reclama representar los intereses estratégicos de los trabajadores. Sin embargo, el reformismo socialdemócrata desde sus comienzos tomó su inspiración de tan ingenuos pospensamientos de la economía política liberal aún cuando pudieran haberse sostenido al principio genuinamente. Así, debido a la lógica interna de las premisas sociales adoptadas que emanaban del punto de vista del capital y de sus intereses centrales como el ser controlador incontrastable del metabolismo reproductivo, no deberá ser sorprendente, que por último, ese reformismo socialdemócrata terminara su carrera como lo hace actualmente: transformándose en el "New Labor" (en Gran Bretaña y sus equivalentes en otros países), y abandonando completamente cualquier preocupación por las reformas aún más limitadas del orden social establecido. Al mismo tiempo, en lugar del liberalismo genuino, apareció en la escena histórica la más salvaje variedad de neoliberlismo, que borra de la memoria los remedios sociales alguna vez recetados—incluidas las esperanzadoras soluciones paternalistas—del pasado progresivo del credo liberal. Y como una ironía más amarga del desarrollo histórico contemporáneo, los tipos de gobiernos "New Labor"—antiguos movimientos socialdemócratas en países avanzados o no avanzados del mundo capitalista—no vacilan en identificarse a si mismos descaradamente con la fase neoliberal agresiva de la apologética capitalista. Esta transformación capitulacionista claramente marcó el fin del camino reformista que fue un sendero ciego desde el comienzo.
2. Para poder crear un orden social reproductivo económicamente viable y sobre una base de largo plazo, históricamente sustentable, es necesario alterar radicalmente la determinaciones internas autocontrdictorias del sistema establecido, que imponen una ruda sumisión de las necesidades humanas y de de uso a las necesidades alienantes de la expansión del capital. Esto significa que la precondición absurda del sistema productivo dominante—en donde los valores de uso, por determinaciones de propiedad totalmente inequitativas, son opuestos y divorciados de los que los crearon para permitir legitimar la ampliación y autorrealización del capital de modo circular y arbitrario—ha de ser permanentemente relegado al pasado......LEER NOTA COMPLETA......


BIBLIOGRAFIA:

1) Karl Marx, Capital, vol. 1 (Penguin Classics, 1992), 85.
2) John Stuart Mill, Principles of Political Economy (Prometheus Books, 2004), 751.
3) Mill, Principles, 749.
4) Mill, Principles, 749.
5) Para citar este libro con todo sucompleto y hasta preetencioso título, Donella H. Meadows, et al., The Limits to Growth: A Report for the Club of Rome Project on the Predicament of Mankind (London: Earth Island Limited, 1972).
6) Diciéndolo, la principal figura teórica detrás de esta aventura de la "limitación del crecimiento" es el profesor Jay Forrester, del Massachusetts Institute of Technology, que desdeñosamente dejo de lado toda preocupación por la igualdad como una mera "consigna de igualdad" Vea su entrevista en Le Monde, August 1, 1972.
7) Vea István Mészáros, Socialism or Barbarism: From the "American Century" to the Crossroads (Monthly Review Press, 2001).
8) Vadim Medvedev, "The Ideology of Perestroika," en Perestroika Annual 2, Abel Aganbegyan, (ed.) (London: Futura/Macdonald, 1989), 31–32.
9) El título del más famosolibro en la cruzada de Hayek.
10) Gorbachev citado en John Rettie, "Only Market Can Save Soviet Economy," The Guardian, October 17, 1990.
11) Para citar uno de llos postulados idealizantes de Hegel: "The nation state is mind in its substantive rationality and immediate actuality and is therefore the absolute power on earth." G. W. F. Hegel, The Philosophy of Right (Cambridge: Cambridge University Press, 1991), 212. 12) Marx, The Poverty of Philosophy, en Marx-Engels Collected Works, vol. 6, 134. Citado en István Mészáros, "The Communitarian System and the Law of Value in Marx and Lukács" (chapter 19 of Beyond Capital), Critique, no. 23, 1991, 36. Vea también el capítulo 15 ("The Decreasing Rate of Utilization under Capitalism") y 16 ("The Decreasing Rate of Utilization and the Capitalist State") de Beyond Capital, que trata de algunas importantes cuestiones relacionadas con estos asuntos.
13) Karl Marx, Grundrisse, 708.
14) Ibid.
15) Karl Marx, Critique of the Gotha Programme, en Marx and Engels, Selected Works, vol. 2, 23.
16) See Walt Rostow, The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto (Cambridge: Cambridge University Press, 1960).
*Publicado en Monthly Review, mayo 2007

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