Angel Guerra Cabrera
El próximo 7 de octubre Costa Rica decide en referendo la aprobación o el rechazo del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Los partidarios del no integran la coalición más amplia y plural de fuerzas sociales articulada en la historia del país centroamericano, abarcando desde los sindicatos y amplios segmentos populares hasta un sector empresarial, las universidades y jerarcas de la Iglesia católica e incluso una pequeña corriente del oficialista Partido de Liberación Nacional. Enfrentados al derroche de coacción y dinero del cuestionado gobierno de Oscar Arias, de los barones locales y las trasnacionales, han librado en condiciones muy desiguales una admirable lucha, fecunda en iniciativas populares y en la forja de conciencia política y patriótica.
Los partidarios del no desencadenaron un debate nacional desde abajo enfatizando que la consulta decidirá la preservación o la pérdida de la soberanía y la independencia de la nación. Es evidente, además, aunque no se haya insistido suficientemente en ello, su vínculo indisoluble con la contienda latinoamericana contra el plan estadunidense de recolonización en nombre del libre comercio, librada en cada país con sus propios colores y sabores.
La excepcional connotación de la pelea costarricense viene de que es el único pueblo de América Central al que Washington no ha podido imponer el TLC, el primero en el mundo en obligar a un gobierno a realizar una consulta sobre el tema, una de las pocas naciones de América Latina en que un sistema de empresas públicas y fiscalidad progresiva llevó la seguridad y protección social a una porción muy significativa de la población y donde las luchas populares han dificultado mucho su desmantelamiento
No obstante, las prácticas de intimidación, clientelismo y mendacidad goebbeliana, utilizadas por los medios de difusión para torcer la voluntad ciudadana en el referendo, demuestran la generalización en las clases dominantes latinoamericanas de un patrón de conducta ilegal, antidemocrático y mafioso para impedir cualquier posible alternativa al neoliberalismo por vía del sufragio. Las reiteradas denuncias a esta actuación por los opositores al TLC han sido confirmadas plenamente al publicar el semanario tico Universidad un plan secreto para yugular el triunfo del no enviado a la computadora de Arias por el vicepresidente Kevin Casas. Un documento que podría haber redactado Al Capone por su contenido gansteril y cuyo tono trágico revela, en contra de las encuestas divulgadas, la imposibilidad de una victoria del sí a menos que se intensifiquen al máximo los ya inauditos atropellos gubernamentales al orden constitucional.
Lo único claro de cara al referendo es la indeclinable decisión oficialista de desconocer la voluntad popular y el redoblamiento de la batalla política por los partidarios del no, lo que hace muy difícil vaticinar el resultado. Pero ganen o pierdan en las urnas, Washington y su acólito Arias no cejarán en sus intenciones de sometimiento de Costa Rica, por lo que después de la consulta será aún más necesaria la actuación en el país de la formidable agrupación patriótica ciudadana surgida de la oposición al TLC.
El grado que ha alcanzado la rapiña imperialista exige barrer con las soberanías de los países del sur y el despojo a la humanidad de todos los derechos económicos, políticos y sociales conquistados y consagrados en las leyes nacionales e internacionales hasta el momento en que el bárbaro modelo neoliberal comenzara a extenderse al mundo a partir del pinochetismo. Esto es lo que busca Washington con los TLC, particularmente en América Latina, acompañados de profundas medidas de militarización, paramilitarización, criminalización de la protesta social y subordinación de los estados a su política fascista de seguridad nacional.
Lo que es indispensable entender es que los TLC tienen iguales propósitos y constituyen solamente otra cara del mismo proyecto de dominación que bloquea a Cuba, intenta desestabilizar a Venezuela, Bolivia y Ecuador, y ha fraguado las agresiones a Irak, Afganistán, Líbano y Somalia, por mencionar las más recientes, la sempiterna ocupación israelí de Palestina o el ataque en marcha contra Irán.
América Latina puede proponerse hoy extirpar el yugo imperialista en el plazo de una generación. Pero sólo podrá lograrlo si lo concibe como una sola lucha continental y necesariamente solidaria con la de todos los pueblos del mundo por su libertad.
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