jueves, septiembre 20, 2007

Sólo buscan aumentar sus ganancias

Jesica Salvatierra
APM

América Latina forma parte de un plan estratégico de las empresas extranjeras que buscan bajar al máximo sus costos de producción promoviendo la precarización laboral y la facilidad de inversiones.

Las empresas multinacionales que se han instalado en América Latina, que han ido trasladando algunas de sus actividades desde los países industrializados a los que se encuentra en desarrollo, buscan aminorar los costos de producción con un mayor incremento de rentabilidad como consecuencia de un lento crecimiento y un alto de nivel de competitividad mundial.

En este sentido las grandes corporaciones encuentran en los países latinoamericanos gente con mano de obra barata, es decir, salarios muy por debajo de lo que las empresas deberían pagar en los países industrializados porque la manutención del costo de vida de los trabajadores es mucho mayor que en nuestra región.

La mano de obra barata generalmente esta vinculada a aquellas ramas en las que se requiere un uso intensivo de mano de obra como por ejemplo: en la producción textil, montaje de productos electrónicos, de muebles, de juguetees, entre otros.

Este “fenómeno” no es algo nuevo, la instalación de empresas multinacionales cuenta con una larga historia en la región. Ya en la década del 70 la penetración de las empresas en la industria manufacturera era muy marcada debido a que le correspondían entre el 30 y el 40 por ciento de la producción total de los países centrales. En este periodo todo el comercio internacional de productos primarios exportados por los países subdesarrollados eran dominados por las transnacionales.

En los años 80 Estados Unidos se consolidó como mayor emisor y receptor de capitales del mundo. En esta década el 66 por ciento de las entradas de inversión extranjera directa se concentró en diez países, mientras que otros cien países recibieron tan solo el 1 por ciento.

En los 90 América Latina se convirtió en un centro de atracción para la inversión extranjera, sobre todo por la apertura de mercados comerciales y financieros y por los procesos de privatización signados por el neoliberalismo. Así como también la liberación de las regulaciones y controles aplicados a las inversiones privadas en el marco de las políticas de ajustes exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Este último periodo constituyó un paso nefasto al ingreso de las empresas privadas provenientes de los grandes centros de poder económico, dando paso a la dependencia no solo a nivel de la economía sino al de las presiones políticas en detrimento de los pueblos latinoamericanos.

Los países de la región tuvieron que modificar sus leyes para dar garantías al capital extranjero, mientras a las inversiones y a las empresas transnacionales se les fue otorgando más derechos. Un ejemplo de ello son las cláusulas que permiten liberalizan completamente la repatriación de las ganancias a las casas matrices, así como la prohibición de todo tipo de preferencia a las inversiones nacionales, que despojan a los gobiernos de regulación y de política industrial.

En ese sentido, las empresas transnacionales encontraron en el Mercado Común del Sur (Mercosur) un amplio mercado, aprovechando la apertura y la desregulación en el sector de los servicios en Brasil y Argentina. Este fenómeno se pudo observar a través de las fusiones y adquisiciones en forma de privatizaciones y concesiones en telecomunicaciones, generación y distribución de electricidad, operación de aeropuertos y compras de empresas privadas nacionales en los servicios financieros y el comercio minorista.

La entrada de inversión extranjera directa aumentó de un promedio anual de 20.200 millones de dólares en el período 1991-1995 a 70.600 millones en 1996-2000. América del Sur siempre ha recibido más inversión extranjera directa que México y la Cuenca del Caribe, pero se incrementó de 8.400 a 17.500 millones de dólares, según cifras del Informe sobre la Inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe .CEPAL.

Si embargo en los últimos tiempos se ha producido una disminución en las privatizaciones, que no se debió a la voluntad de las transnacionales, sino a que la cantidad de empresas que podían ser compradas ya no eran tantas. Y además, a los diferentes cambios de gobiernos y políticas en los países de la región como es el caso de Brasil (Lula Da Silva), Argentina (Néstor Kirchner) y Venezuela (Hugo Chávez) que frenaron la venta del patrimonio nacional de estos países.

A pesar de ello durante el año 2005 Estados Unidos se consolidó como el principal país inversionista en América Latina y el Caribe, al que le corresponden cerca del 40 por ciento de las inversiones. En segundo lugar se encuentran los países bajos de Europa, a los que les corresponde un 12 por ciento. Y en tercer lugar se encuentra España, según cifras la Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL) dependiente de CESPAL.

En cuanto al destino sectorial de las entradas de inversión extranjera directa, aunque pueda ver un aumento de las inversiones en el sector de las manufacturas con una participación del 38 por ciento entre 2000 y 2005, el sector de los servicios sigue siendo de la preferencia de la inversión extranjera directa con una participación en el total de las inversiones de un poco más del 50 por ciento. El sector de los recursos naturales solo cuenta con el 10 por ciento. Según cifras la Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL) dependiente de CESPAL.

La liberalización económica ha permitido a las empresas transnacionales explotar las capacidades y ventajas existentes en los países de la región con más libertad y sin ningún control estricto, dejando muy apaleado de crecimiento y mucho menos de desarrollo.

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